Enemies from the Past. Part 6

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Iluminó la oscura oficina con la luz que irradiaban los monitores

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Iluminó la oscura oficina con la luz que irradiaban los monitores.

No era que espiara, solía revisar de tanto en tanto a sus empleados. Por ejemplo, a su secretaria, que se la vivía como un adorno pegado a la silla.

Paulina Sanchez, no creía que ella terminara siendo su secretaria. Cuando era joven esa hubiese sido su fantasía, actualmente sólo era otro par de piernas bonitas cruzadas tras un escritorio, con una flojera asesina de un día lunes común. Estaba por cambiar la imagen, cuando aquella tomo el teléfono. Al parecer le habían marcado de la planta baja.

La chica regresó la llamada, y como esperaba marcó a su oficina.

—Jefe Masters. — Su voz se había agudizado, y pudo notar como jugaba coquetamente con el cable a través del monitor.

—El grupo de cazadores de fantasmas está aquí.

—Perfecto, ahora mismo tengo que salir. Pero confió en que tú, pequeña, hagas un buen trabajo y los convenzas de quedarse. Sí ya están dispuestos, contrata los inmediatamente.

—P- pero según me han dicho desean verlo a usted. ¿Cuándo se presentará? — Insistió la joven, y no era precisamente por lo que decía. Si no que tampoco se había presentado como tal ante ella, y era lo que esta deseaba.

—Tu sólo haz lo que te pido, sabes que estoy algo ocupado. Me presentaré cuando sea debido.

La chica hizo un pequeño puchero. Como niña malcriada que por primera vez sabía lo que era que le negaran algo.

Colgó inmediatamente. Rodó los ojos. Esa chica solía sentirse muy atraída hacia su alter-ego. Se río un poco por la ironía.

Salió de la oficina, la cual no estaba situada donde todos creían. Aquella pequeña oficina a lado de la joven Sanchez era una fachada de donde nunca lo veían entrar o salir

Por eso aquellas cámaras.

Aunque consideraba de mal gusto aquella tendencia de su padre adoptivo, que era un aparente fanático de las cámaras. Esta vez, sólo las usaba para ver lo necesario.

Suspiró de forma larga y pesada. Sus descansos solían ser cortos desde que Vlad se adueñó de esa empresa para hacerlo cargo de ella. Y esa noche tenía que salir a realizar otro trabajo para él.

Oh claro, se sentía como un niño que era mandado a la tienda, pero ni hablar.

Peinó sus cabellos negros hacia atrás con una mano. Estos mechones volvieron a su lugar inmediatamente. Ladeaba la cabeza, moviendo su cuello.

La parte más difícil del trabajo era atraer a sus viejos amigos hasta ahí.

La cita estaba puesta para volver a ver a los cazadores. Y como su jefe le ordenó, les ofreció de todo tras una contratación inmediata.

Valerie estaba feliz, creyendo que aquella era su oportunidad, de todos. Al dirigir el grupo, debía pensar en los tres, aunque a veces la cabeza de la morena se fuera por las ramas. Salía esa Valerie Gray ensimismada, aunque siempre con una buena intención de por medio. Sam lo sabía, aun cuando no parecía reciproca a la situación.

—¿Nos permites hablarlo? — Indicó Tucker ante esta dualidad de ideas.

—¿Ah? Está bien. — Contestó indiferentemente.

Entre todo esto, y mientras el equipo se alejaba, decidió dar aviso a su jefe.

Tardó en contestar, pero era seguro que los monitores se habían encendido nuevamente en esa habitación, en donde residía cruzado de brazos. Ya no a la espera, si no al asecho.

Veía a sus viejos amigos tras la pantalla.

—Remplazado por Valerie Gray... — Comentó, sufriendo una ligera contracción en el estómago mientras una sonrisa se esbozaba en su cara. Aquello era una suerte de risa, aparentemente había olvidado como reír correctamente.

—Pero ¿Qué hacen? — Se preguntó. Erguió su postura. Y continuó mirando. Ellos estaban platicando alejados de Paulina.

Observó por unos momentos como parecían discutir. Lamentablemente no tenía micrófonos implantados.

Pero después de un rato, vio como volvían hacia Paulina.

Valerie estiró la mano, sin embargo, no fue correspondida.

La secretaria puso unos papeles en su mano. Por suerte, al parecer habían aceptado.

En el momento en el que leían y firmaban esos papeles, amplió la imagen, centrándose en la imagen de la que alguna vez fue su mejor amiga.

Leía y releía, siendo la última en firmar aquello, como sí le estuviera vendiendo el alma al diablo.

Le hizo sonreír.

La madurez física se veía de lejos. Era más alta, esbelta, su cuerpo era un marco ideal para ese rostro de niña, y esos ojos inteligentes. Su cabello era largo, y sin embargo no pudo evitar sentir añoranza.

—Sam... No cambiaste nada.

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