dieciocho

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Miriam:

—Que no, Miriam —Negó Mimi decidida. —Que no te voy a dejar mi coche para que vuelvas a Madrid.

—¿¡Por qué!? —Pregunté desesperada. —¿No te fías de mí?

—No es eso, tía, pero es nochevieja —Explicó mi amiga algo más calmada. —Estás flipando si crees que voy a dejar que te vayas sin cenar y te pases la noche conduciendo.

Me quedé callada ante sus palabras porque tenía razón, lo que estaba intentando hacer era una locura, pero nunca en mi vida había hecho algo loco por amor y ya iba siendo hora.

—Es que tengo que irme, Mimi... —Murmuré finalmente con la mirada en el suelo. —El cumpleaños de Amaia es el 3 y quiero estar para verla.

—Y vas a estar —Afirmó ella. —Te da tiempo a llegar si sales mañana o pasado hacia Madrid, no entiendo las prisas.

—Bueno, es que tampoco me apetece pasar nochevieja aquí, con mis padres en casa.

—Pues cenas con nosotros, si ya te lo dije antes —Se encogió de hombros quitándole importancia al asunto. —Además, que ya estás aquí y no voy a dejar que te vayas.

Había llegado a casa de mi amiga hacía un rato, cuando seguir en la mía con mi familia se había vuelto inaguantable.
Y había llegado con un propósito, volver a Madrid lo antes posible.

Quizás me estaba volviendo algo paranoica, nunca antes se me habría ocurrido pasarme toda la noche conduciendo, y más siendo la última noche del año, pero necesitaba acabar con esto, sentía que cada momento que pasaba estaba más lejos de Amaia.

"¿Y si ya encontró a otra persona?" —Pensaba una y otra vez.

Realmente solo llevaba cinco días sin hablar con ella y pensar que había podido reemplazarme, a lo mejor era un disparate, pero, no me sentía segura.

Por no hablar de lo milimetrada que era, necesitaba tenerlo todo bajo control y me sentía ansiosa e intranquila, lo cual no se esfumaría hasta que solucionara mis problemas con Amaia, hasta que volviéramos a estar bien.

—Bueno, pero mañana cojo el primer tren que salga —Sentencié finalmente.

—Eso lo hablaremos mañana —Soltó mi amiga poco convencida.

✨✨✨

~2 de enero; 16:00~
Intenté dormir un poco pero no pude, tan solo llevaba en el tren dirección Madrid una media hora, aún así, estaba muy nerviosa.

Finalmente Mimi me había convencido para que me quedara en su casa más de lo que tenía pensado y quería llegar y ver a Amaia de una vez.
Aunque a quién quería engañar, esos dos días con mi mejor amiga y su familia me habían venido genial.
La noche de fin de año fue muy divertida, me habían hecho sentir como si estuviera en casa,
aunque en verdad lo estaba; Mimi y su madre se habían convertido en mi familia hacía poco más de un año, cuando aun estando a montones de kilómetros, habían sido mi único apoyo.
Y eso yo no iba a olvidarlo nunca, incluso aunque llegara a perdonar a mis padres en algún momento.

El resto de la familia de mi amiga: sus tíos, primos y abuelos, me conocían desde que era pequeña y también me habían hecho sentir una más.
La verdad es, que me habría quedado a vivir en esos dos días para siempre, por mucho que hubiera renegado al principio.
Pero, resulta que la vida no es un cuento de hadas y tenía que volver a la capital a resolver el asunto que tanto me atormentaba.

Y ahí estaba, en el tren de vuelta a casa, hecha un manojo de nervios y sin poder concebir el sueño.
Y sin saber qué hacer ni cómo calmarme, cogí mi vieja guitarra española y me puse a componer.

CON LAS GANAS [AMIRIAM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora