Desastre ~ (Camren G!P)

Capítulo 11

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Camila pasó la mañana antes de la reunión con RP  examinando su armario y deshaciéndose de la ropa que ella se imaginó nunca se pondría otra vez. Amontono todos sus conjuntos de suéter de cachemira y trajes de seda en cajas y llamó a Goodwill.

Estaba a punto de explotar o colapsar o algo así, del agravio y la falta de sueño. No sólo habían perdido las Chinooks la noche anterior en el tiempo extra, ella también había tenido que oír a su madre hacer el amor toda la noche.

Para colmo de males, la maldita Pebbles se subió a su cama ocupándola casi toda. ¿Cómo podría una perra tan pequeña necesitar tanto espacio? Cada vez que intentaba mover a Pebbles, la perra parecía ganar diez kilos más y convertirse en un peso muerto.

¿Y por qué estaba permitiéndolo? se preguntó mientras se vestía para la reunión de relaciones públicas y marketing. ¿A cuál de ella? Su madre había decidido mudarse sin preguntar y sacaba a su novio sigilosamente en las noches como si tuviera dieciséis años. La perra odiaba dormir con Camila y la mayor parte de la noche monopolizado la cama. No reconocía más su vida. No era la vida que había tenido en Las Vegas antes de Virgil o su vida con él.

Había estado atiborrándose con cosas de hockey llenándose la cabeza y tratando de aprender tanto como fuera posible. No quería cometer un error y fallar, pero todavía había mucho que no sabía. Y para ser honesta, no estaba tan segura de que alguna vez sabría más de lo que ella no sabía.

La ropa que envió desde California había llegado el día anterior y se vistió para la reunión con unos jeans y una camiseta rosa Ed Hardy con un corazón rojo y alas sobre ella. Había encontrado un lindo par de botas de lana Uggs que llegaban a sus rodillas y metió las piernas de sus jeans rectos en su interior. Era finales de abril y el frío todavía era húmedo en la Ciudad Esmeralda.

El tráfico en el Key Arena era pesado y le tomó diez minutos más de lo que esperaba.

—Pensamos que esta es divertida, —dijo Bo cuando Camila tomó asiento al lado de Jules indicando una de las fotos que ella se había tomado con Lauren. —Es un poco atrevida, pero tiene un borde juguetón.

Camila vio la foto con su pie entre los muslos de Lauren. Su cara hacia a la cámara, viéndose toda feliz y sonriente, mientras que Lauren la veía como si estuviera totalmente molesta. Lo cual ella había estado. El verde de su jersey hacia a sus ojos aún más sorprendente y el conjunto apretado de su fuerte mandíbula puso de manifiesto la delgada cicatriz blanca en su barbilla.

Ella era magnifica, todo lo bueno y delicioso en un cabreado paquete.

Podía atrapar la respiración de una chica, cada tirón de su corazón, y cada aleteo en su estómago. No le hacía falta un poster o una valla publicitaria o la pantalla de plata para hacerla más grande que la vida. Todo lo que tenía que hacer ella era respirar.

La última vez que había visto a Lauren había sido por televisión cuando la muchedumbre de San José la había abucheado por la interferencia de la portera. Había discutido con el árbitro y golpeó con su bastón en el hielo, pero como había patinado hacia la caja de penalización, los abucheos de la multitud se volvieron alegres aplausos y una sonrisa torció una de las esquinas de su boca. Lo cual, para Lauren, representaba verdadero éxtasis.

—Creo que la que está a la izquierda es mejor, —señaló Jules. Mientras que Camila se había vestido casual para la reunión, Jules llevaba una camisa de etiqueta de color naranja brillante con rayas negras. El tipo parecía una calabaza. —Camila de pie delante de Lauren le da más profundidad. Y para las vallas publicitarias, quieres algo con un poco más de dimensión. —Él se encogió de hombros. —Y la Santa nunca ira por la otra.