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Ser una esposa trofeo había sido un trabajo duro. Había sido más que deseos de champán y sueños de caviar. Había sido lucir siempre perfecta e ir a clubes de campo y a fiestas que aprendes a disfrutar. Significaba a veces socializar con personas que pueden no gustarte y a las que tal vez no les gustes. Aunque Virgil se había convertido en el mejor amigo de Camila, él siempre había sido el jefe. Nunca hubo ninguna duda al respecto, aunque después de haber sido responsable de su propia supervivencia durante tanto tiempo, había estado bien dejar que alguien más se ocupara de ella. Relajarse y no preocuparse de pagar las facturas. Que su mayor preocupación del día, implicara que vestido llevar al Club Rainier.
Virgil nunca la había obligado a hacer nada que ella no quisiera, pero él siempre había estado al mando. El capitán de su vida y en su mayor parte, de la de ella. Se había vestido para encajar en su vida y había aprendido de percepción e imagen. Había aprendido sutileza. Que sexy tenía más que ver con lo que cubría que con lo que dejaba ver. Era algo más que llevar ropa ajustada y maquillaje llamativo, algo que su madre tenía que aprender todavía.
Por primera vez en años, Camila se fue de compras por la tarde para complacerse a sí misma y a nadie más. Llegó a las calles del centro de San José y compró en Burberry, en BCBG y en Ferragamo. Compró los diseños más vanguardistas de Gucci y de un nuevo y prometedor diseñador francés. Compró ropa casual de Diesel en colores que no había usado en años. Compró camisetas suaves de algodón y pantalones vaqueros. Compró una sudadera que tenía la intención de usar en otras ocasiones para hacer ejercicio. Cuando terminó, eran seis horas más tarde y le dolían los pies. El sol se había puesto. Esperó junto a la acera de Cole Haan donde la limusina la recogería. Su teléfono móvil sonó y ella lo sacó de las profundidades de su bolso Fendi.
—Algunas de las chicas están en un bar irlandés a pocas manzanas del hotel, —dijo Jules en su oído. —Tienes que ir allí y tomar una copa con ellas.
— ¿Qué? —Había pasado la mañana estudiando los entrenamientos de las Sharks con Jules y la tarde de compras —Estoy agotada.
—Es una buena manera de que las chicas te conozcan. En caso de que no te dieras cuenta, están tensas cuando estás cerca.
Dos chicas adolescentes con peinados complicados, ajustados pantalones negros y lápiz de ojos grueso pasaron caminando. Miraron la montaña de bolsas con ojos emocionadamente tristes y sacudieron la cabeza por su exhibición repugnante de codicia consumista. —Me di cuenta, pero no sé qué decirles.
—Sólo sé tú misma.
Eso era un problema. Ella ya no estaba segura de quién era.
—Sé que puedes ser ingeniosa y encantadora, —dijo él, claramente mintiendo. —Muéstrales un poco quien eres. Otra cosa que no sea la propietaria del equipo, la Playmate o la stripper de Las Vegas. Que es como te ven ellas ahora. —Hizo una pausa y añadió de manera rápida, —Sin ánimo de ofender.
La limusina apareció por la curva y ella lo saludó con la mano para que parara.
—No te preocupes. —Nunca se había sintió ofendida con la verdad. Y la verdad es que la última vez que había estado en la misma habitación con un montón de deportistas, habían rellenado su tanga con dinero y tratado de tocarla.
—Necesitas desarrollar una relación con ellas. Hacer que se sientan cómodas a tu alrededor, mientras que mantengan un saludable respeto por ti como dueña de las Chinooks.
Lo cual sonaba bastante difícil. — ¿Podría poner todo esto en el maletero? —Dijo al conductor. Ella pasó el dedo meñique por el puño de la chaqueta de lana clara y miró su reloj. —Son casi las siete.
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Desastre ~ (Camren G!P)
Fiksi PenggemarDesastre Nº 1: Pasión. La mayor parte de America y Canada está pendiente del juego de Lauren Jauregui. Su sex appeal y su gancho derecho han hecho de ella la favorita de los fans. Durante toda su carrera ha soñado con ganar la Copa Stanley y lo últi...