Habían pasado unos días, y Agustín había vuelto a casa tras su último viaje al extranjero. Ni que decir tiene que, tras varios días de ausencia, y aquella experiencia nocturna que me incendió, fue agradecido beneficiario de mi estado de especial excitación. Follamos casi todos los días, recordándole a sus cincuenta y cinco años, que estaba casado con una mujer trece años más joven que él, y que como el buen vino, había madurado para encontrarme, para todo aquel que me conocía, en el punto álgido de mi belleza.
Yo siempre había sido considerada una mujer atractiva, nunca me faltaron los pretendientes y las conquistas, con mis intensos ojos y curvilínea silueta como tarjetas de presentación. Pero ahora, a los cuarenta y dos, el natural agraciado de mi rostro, a juicio de mis amistades, se había ensalzado con unas facciones más marcadas: pómulos algo más pronunciados, carrillos más hundidos y barbilla más afilada, con alguna inevitable marca dejada por la edad, y un ligero retoque quirúrgico de mi tabique nasal para estrecharlo y hacerlo más armonioso con el resto de mi rostro. Añadiendo a mis rasgos los verdes ojos que siempre habían levantado admiración, y mis carnosos labios de pronunciado perfil. Completándose el conjunto que me caracteriza con una ondulada melena negra que cae, justo, por debajo de mis omóplatos.
¿Para qué lo voy a negar?, soy guapa, y orgullosa de haber alcanzado la madurez en tan buenas condiciones. Aunque reconozco que, también, me lo he trabajado para encontrarme a mí misma mejor que veinte años atrás. Soy asidua al gimnasio, al que acudo religiosamente tres o cuatro veces por semana desde hace cinco años. Y eso ha influido directamente en los pequeños cambios que he comentado antes para mostrar un rostro menos "rellenito" y, ya de paso, esculpir un cuerpo ya naturalmente bien proporcionado, aunque ahora más tonificado y compacto, al que a mis abundantes, redondos y aún firmes pechos, se ha sumado, como consecuencia de mi entrenamiento y motivo de orgullo, un culete bien proporcionado, de piel tersa y cachetes consistentes.
Así que, Agustín, encantado con su sensual mujercita y el especial apetito sexual que tenía en esos días, me echó unos buenos y pasionales polvos que me hicieron olvidar al hijo de mis vecinos y su actividad nocturna.
Sin embargo, a pesar de no cruzarme con él en esos días, el chico volvió a mis pensamientos de forma casual e inesperada.
Aquella tarde había invitado a tomar café a Pilar, mi vecina y amiga. A pesar de que eran mayores que yo, de la quinta de mi marido, había entablado una sana amistad con el matrimonio vecino, que se veía reflejada en los frecuentes encuentros con mi amiga para tomar café en mi casa, o para ir con Agustín a comer a la suya, pues Pilar era una excelente cocinera.
Entre varios temas de conversación, ese día se me ocurrió comentarle a mi vecina que estaba desesperada con mi ordenador portátil, ya que iba lentísimo y me costaba mucho abrir cualquier documento. Lo cual era un incordio para trabajar en casa como traductora de una pequeña editorial.
— Fernando podría echarle un vistazo —me propuso—. Ya sabes que es informático...
Solo escuchar aquello activó los recuerdos de su hijo con los pantalones a medio muslo, mientras su novia se limpiaba los labios, y los de los sonidos de cómo la joven pareja había follado después. Algo se agitó en mí.
— Gracias, Pilar, no le molestes por algo tan tonto... —dije sin convicción, sintiéndome nerviosa por la posibilidad de encontrarme con el muchacho—. Ya se lo llevaré al informático de la editorial... Además, seguro que tu chaval está bastante liado con lo de buscar trabajo...
— No es ninguna molestia, mujer, seguro que él estará encantado —contestó, haciendo un gesto con la mano—. Creo que le caes muy bien, y por lo de buscar trabajo, no te preocupes. Como acaba de terminar la carrera, se está tomando el verano de descanso y, mientras tanto, yo estoy moviendo algunos hilos para ver si le consigo algo en mi empresa. Así que tiene tiempo más que de sobra...
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PAREDES DE PAPEL
RomanceUna mujer madura descubre la intensa vida sexual de su joven vecino a través de unas paredes mal insonorizadas. Ese descubrimiento despertará en ella reprimidos deseos que le llevarán a ser la coprotagonista de esa placentera vida.