Capítulo 9: Recuerdos.

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Me desperté de golpe después de una insoportable pesadilla. Mi vista trataba de acomodarse a la luz que entraba por la puerta de la habitación. Parecía que ya había amanecido.

Mi cuerpo estaba empapado en sudor y mi respiración aún era entrecortada. El olor a humedad había empezado a molestarme y un fuerte dolor de cabeza me había estado atormentando desde el momento en que abrí los ojos.

Max, mi padre, se acercó a la puerta, apoyándose en el alfeizar, con los brazos cruzados. Su ceja se había levantado y me miraba con cierta curiosidad.

- ¿Otra pesadilla? – preguntó con amabilidad, entrando en la habitación.

Me pasé la mano por la frente, secándome el sudor y soltando un sonoro suspiro.

- Si... - le miré con cierto temor – he tenido un sueño horrible. El ejército descubría esta casa y os llevaban a todos y tu morías porque te juzgaban y yo... yo... - intenté coger aire. Había hablado tan deprisa que se me había olvidado respirar.

La mano de mi padre se posó sobre mi cabeza, revolviendo mi pelo levemente. Su sonrisa era leve, pero cariñosa. Trataba de calmar mi ansiedad. Sus ojos no dejaban de mirarme y demostrar el amor que me había cogido ese poco tiempo que había estado con él.

Mi padre era una buena persona. Solo había hecho cosas malas para poder sobrevivir.

Kaena apareció por la puerta gritando, seguida de Sirius, el cual no dejaba de molestarla. James entraba poco tiempo después, mientras intentaba calmar el ambiente que habían creado los otros dos que discutían.

Yo no pude evitar reír ante la situación, mientras Max me seguía la risa. Eran pocas las veces que había visto ese pequeño gesto de su parte, pero cuando lo hacía era como música para mis oídos. Era clara y verdadera. Max solo reía cuando era necesario, pero lo hacía de verdad.

Nuestras miradas se encontraron. Su mano se posó sobre la mía y apretó con cuidado.

- He pasado mucho miedo, papá... - dije con un hilo de voz.

- Lo sé, pequeña.

- Dime que esto no es un sueño. Dime que es real y que estás aquí. – mi voz había empezado a quebrarse.

Él bajó su mirada, intentando encontrar las palabras para poder responder a aquella pregunta que parecía no querer responder. Sus ojos volvieron a buscar los míos, mientras se llenaban inevitablemente de lágrimas.

- Lo siento mucho, Scarlet – dijo con voz fuerte – Pero esto es parte de tus recuerdos...

La realidad había empezado a azotarme. La imagen había empezado a distorsionarse, quedando solo mi padre y yo, uno en frente del otro, mientras todo a nuestro alrededor se volvía negro.

Nuestras manos aún no se habían soltado.

- Tienes que despertar, hija. – dijo con suavidad, levantando mi mano para darle un beso – Debes arreglar todo lo que ha pasado, por tu madre y por mí – sonrió con suavidad.

- No quiero despertar, no quiero estar en un mundo donde tu no vas a estar...

- Siempre estaré contigo, Scarlet – señaló sobre mi corazón – aquí...

Su imagen había empezado a distorsionarse. Hasta que me quedé sola. Sola en aquella oscuridad. Me agaché, abrazándome a mis propias rodillas, intentando no llorar. Me había quedado sola...

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Me levanté de golpe, cogiendo aire. Mi hermano había estado realizando la maniobra de respiración asistida para que despertara.

El Reloj de PlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora