Anastasia Velarde.
En los libros y películas la chica ruda y rota siempre muere al final, permitiéndole con esto al televidente y al lector tener una visión del mundo perfecto sin maldad en el. Una estadística absurda y estupida.
El mundo perfecto no existía, no existían las personas buenas en ningún lugar y yo no era el tipo de persona que pensaba que Jesús el hijo de Dios que había llegado a nuestro mundo a sacrificarse y salvar a los pecadores condenados a una muerte agonizada y a una condena en el infierno.
Podía llamarme a mi misma una persona atea, sin creencia en nada ni en nadie. Seguir a un culto no era algo que se me daba bien, ni mucho menos permanecía a un grupo de personas quienes recibían órdenes de otras personas.
Tome la taza de café y la pase delicadamente sobre la punta de mi nariz, ayudándome a aspirar el delicioso olor a grano puro.
Domingo, 7:45 am. Noviembre 27.
Tome rápidamente el pequeño diario y lo coloqué sobre la mesa de madera, saqué rápidamente un bolígrafo, lo llevó hacia la comisura de mis labios y lo presioné sobre estos.
Pasar la noche sola no era algo que no me preocupara, no me importaba quedarme sola y amargada para toda la vida pero lo que realmente me preocupaba era dormir o estar con la persona equivocada, con aquella por la que no deseo ni mucho menos anhelo a mi lado...
E incluso me daba miedo enamorarme de la persona por la cual no debería, mi madre muchas veces me dijo que yo podía controlar lo que yo quisiera pero el tiempo y el corazón era imposible.La tinta negra penetraba sobre la hoja gruesa, dejando sobre esta las palabras que mi mente y corazón tenían por expresar. Yo tampoco era el tipo de persona que le gustaba expresar sus sentimientos ni tampoco platicar sobre lo que sentía.
Alrededor de mi vida nunca había conocido a alguien quien realmente llegara para quedarse conmigo, las personas simplemente se acercaban a mi por conveniencia y muchas veces por favores, mientras que con las personas que alguna vez llegue a considerar mis amigos también se alejaron de mi pero sin antes echarme en cara que yo era una persona egoísta, ambiciosa, manipuladora y con un carácter exageradamente apasionado, con esto condenándome a una vida sin felicidad, llena de amargura y por supuesto que sin amor.
Con un suspiro tome la taza de café y la lleve a mis labios dandole un pequeño sorbo al líquido caliente, deje el objeto sobre una servilleta y al lado de este deje seis euros. Tome mi bolso y me abrigue, salí de la cafetería dando rumbo a la librería que se encontraba a escasos kilómetros de mi estancia.
Cruce la calle que se encontraba simplemente vacía dando por el hecho que eran las 8:00 am de un Domingo en el cual nadie trabajaba a excepción de dulce señora Ainhoa quien abría su librería los siete días de la semana.
Me adentré al local y me desprendí de mi abrigo, lo colgué sobre el perchero colocado a la entrada, segundos me escabullí como un toda una ratón de biblioteca por alrededor de los enormes estantes llenos de libros mientras que con las yemas de mis dedos comenzaba a recorrerlos dándome hacia la tensión de que libro llevaría para esta noche.
— ¿Has ya terminado el libro que te recomendé? — una voz familiar sonó a mis espaldas.
— Sí — sonreí. — Lo tengo en mi bolso.
— ¿Y que te ha parecido? — Ainhoa se acercó a mi delicadamente sonriendo.
— Muy romántico para mi gusto, pero me ha encantado que muestran el lado oscuro del amor — sobre una mesa observe un libro.
— Sí...— sus arrugadas manos tomaron el libro y me observó delicadamente. — Esté es un clásico de los noventas, Una taza de café, una charla.
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Luchando por el poder
Fantasia¡Derechos reservados! Copia alguna de esta historia será completamente demandado y acusado. Atentamente: su servidora.