Anastasia
Caigo en cuenta que algo esta mal ahí...
En mi.
Mi corazón late fuertemente, quiero apartar la mirada de sus enormes ojos grises pero simplemente mis sentidos lo impiden. Sus brazos descansan sobre mi cintura y su sonrisa sigue sobre su rostro.
Suspira, el aire pega sobre mi rostro y entonces sonrió.
— Debería estar en mi oficina, arreglando contratos y papeleo...— rompe el silencio. — Pero estoy aquí, en una cafetería, con una mujer que apenas conozco de días y que por cierto es hermosa.
Negó rápidamente con la cabeza, siento la sangre caliente subir por mis mejillas y entonces bajo la mirada. Odio ruborizarme, odio que me vieran ruborizada.
Puedo percibir su cuerpo, lo siento. Vuelo a subir mi mirada y entonces llevo mis manos hacia su rostro, lo acaricio delicadamente, llevo mis yemas en dirección a sus labios y los acaricio, son gruesos y suaves, aún sin la capa de labial seguían teniendo un color rojizo.
Me inclino y planto un rápido beso sobre sus labios.
— En ese caso yo debería estar recorriendo la ciudad, intentando encontrar un lugar en donde hacer una sección de fotos y venderlas a una compañía — susurro aún sobre sus labios.
Raquel me acerca aún más a su cuero, sus pechos sobre los míos y sus brazos enredados alrededor de mi cuerpo.
— Si me lo permites puedo llevarte a algunos lugares...— su tono serio vuelve a apoderarse de su voz. — Solo debo firmar unos papeles y después, tengo el día libre.
Dudo unos segundos.
Negó.
— Puedo ir sola. — afirmó sonriendo.
Ella me observa seriamente, sus ojos se tornan oscuros, la había despreciado. Entonces Raquel niega.
— He dicho, firmó un papeleo y después nos vamos — ordenó.
Levanto las cejas en forma de interrogación, Raquel no tenía derecho de ordenarme ni una sola cosa. Me suelto de su agarre y entonces paso mi mano sobre mi cabello, devuelvo mi mirada a ella y habló.
— Y yo he dicho que puedo ir sola. — mi tono de voz no es nada amable. — Raquel, puedo hacerlo por mi misma, no te necesito, no necesito tu ayuda y si piensas que te obedeceré solo por un beso, entonces te has equivocado de persona. No soy el tipo de persona que solo por un beso te puedes meter en mi vida, ni yo en la tuya.
Ella me observa, sus ojos grises parpadean y después echa una carcajada.
— Bien...— se levanta de la mesa. — Basta de joda, vamos que se nos hará tarde.
Raquel Dumont no esta pidiéndomelo amablemente, ni mucho menos se esta tomando el tiempo para preguntarme, ella está ordenándome. Entonces sonrió sarcásticamente y tomó rápidamente mi bolso.
— Tal vez tengas la costumbre de ordenar y conseguir lo que tú quieres de un solo abrir y cerrar los ojos. — me acercó a ella. — Pero no conmigo, yo mando en mi vida y hago lo que yo quiera, yo no recibo órdenes de nadie y no solo porque tengas dinero yo haré lo que quieras. Así que si me disculpas.
No digo mas, camino pasando a su lado y dejándola con la palabra en la boca. Me dirijo a la entrada y una vez abro la puerta puedo sentir el frío viento pegar sobre mi rostro y cuerpo, mi piel se estremece y salgo del local.
Camino sin mirar atrás, mis zapatillas deportivas pegan sobre el frío cemento rápidamente.
Siento rápidamente alguien detrás mío, sonrió maliciosamente antes de darme la vuelta y encontrarme con unos ojos grises, llenos de rencor y enojo.
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Luchando por el poder
Fantasi¡Derechos reservados! Copia alguna de esta historia será completamente demandado y acusado. Atentamente: su servidora.