Anastasia.
Sus ojos grises reflejaban amor y dulzura.
Podía sentirlo, podía sentir aquel sentimiento, e incluso sabía que era mutuo. Lo sabía por sus besos, sus caricias y sus palabras, sus abrazos me hacían sentir una mujer completa, cómoda y segura...
Me hacían sentir de una manera que nunca antes nadie me había hecho sentir.
Lleve las palmas de mis manos hacia sus mejillas y las acaricié. El atardecer estaba en su punto y los rayos del sol comenzaban hacer acto de presciencia por el oeste, haciendo que la el color amarillo naranja traspasara por el cristal y pegara sobre el rostro de Raquel.
Sus ojos ahora eran miel, sus mejillas rosadas, sus labios del mismo color y su cabello aún más claro y rubio. Era la vista perfecta, ella era la mujer perfecta, era hermosa, era hermosa que dolía, sus rasgos eran finos y largos, habían sido hechos por las manos de los mismísimos Dioses.
Raquel Dumont había sido creada por la misma Afrodita...
Raquel era la mismísima Afrodita. Una mujer hermosa y perfecta, una mujer conocida por su inmensa belleza, por la seducción, deseo y por ser la Diosa del amor.
— Si me sigues viendo de esa manera, juro que te arrastraré hasta el dormitorio y no te dejaré salir de ahí por décadas — dijo con una voz ronca.
Sonreí.
— No me molestaría en nada — me acerque a ella y le plante un dulce dedo sobre los labios.
Me tomó de la cintura y me pega a su cuerpo, para después sonreír entre el beso haciéndome sonreír de la misma manera.
Raquel comenzó a acariciar sus labios con los míos, para después moverlos hacia mi mejilla derecha y dejar besos mojados sobre esta, para después volver a regresar a mis labios y sumergirlos en un largo y cálido beso.
— Tus ojos combinados con la luz del sol son demasiado lindos — susurro.
— Estaba pesando lo mismo sobre los tuyos — dije entre risas.
Negó lentamente con la cabeza y se separó de mi, para comenzar a caminar en dirección a la pequeña barra y servir vino tinto sobre dos copas, se volvió a acercar a mi y me entregó la copa.
— Quiero agradecerte — dijo una vez después de dar un trago a la copa. — agradecerte porque me has hecho salir de la realidad, me has ayudado a volver a vivir mi vida. Gracias a ti, he vuelto a salir de mi oficina y disfrutar de los placeres de la vida. Quiero agradecerte a mi vida, porque desde que llegaste me has hecho sentir...cosas.
— Te amo...— susurre sin pensarlo.
Abrí completamente los ojos al darme cuenta de lo que había dicho. Dirigí mi mirada en dirección a ella, la cual trataba de esconder una sonrisa, Raquel tomó la copa y volvió a llevar a sus labios para poder darle un sorbo al líquido rojo y después volver su mirada a mi.
— Muchas personas me han dicho eso, siempre por compromiso y claro que nunca lo siento, ni siquiera me molesta. — me encogió de hombros. — pero tú...wow, realmente lo he sentido, hiciste que mi corazón...explotara.
Sus ojos brillaban lo cual hizo mi corazón salir de mi pecho de un solo papito. Sentía mi corazón exprimirse y mi estómago flotar ante la el rostro de Raquel, sentía mis piernas temblar y mis manos sudar ante aquella sonrisa asomada en sus labios.
Sin decir nada más, me acerque a ella y la abracé tan fuerte que la escuche gemir del dolor, pero como si no le importase, Raquel rápidamente llevó sus manos a mi cintura y me abrazo de la misma forma.
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Luchando por el poder
Fantasy¡Derechos reservados! Copia alguna de esta historia será completamente demandado y acusado. Atentamente: su servidora.