Anastasia.
Podía escuchar la monotonía del mar hermoso y cálido. Podía sentir el frío aire pegar sobre mi rostro, la brisa de las olas sobre el mismo y el olor a sal combinada con sulfuro de dimetilo.
La cálida mano de Raquel sobre la mía, su hombre rozando el mío y la sensación de su presencia hacían el momento aún más perfecto.
El cielo azul, sin nubes sobre este y los rayos del sol a lo lejos.
— Mi lugar favorito siempre ha sido la playa, desde muy pequeña. — la ronca voz de Raquel sonó a mi lado.
Volteo a su dirección: su mirada sobre el horizonte, sus labios apretados y su rubio cabello revoleteando.
— Es lindo — digo sin apartar la mirada de ella.
La observo encogerse de hombros y sonreír.
— Creo que es el único lugar para relajarte, el olor y el sonido del agua es lo mejor. — dice esta vez volteando a mi.
Engancho ambas de mis manos y me acerco a ella, su cuerpo detrás mío, su respiración pegando sobre mi oído y las yemas de sus dedos acariciando la piel de mis manos.
Un enorme yate color blanco con azul apareció enfrente de nosotras. Era increíblemente hermoso y lujoso, lo observe por unos segundos hasta que me di cuenta que en la parte superior de este traía escritorio 'Dumont's' y junto a ello una pequeña bandera de Francia.
— ¿Te gustaría ir a navegar junto a mi? — susurro sobre mi oído.
Volteé hacia a ella, acaricié sus mejillas y después sus suaves labios, Raquel rápidamente cerró los ojos antes mis tactos y dio un suspiro. Segundos más tarde ella volvió a abrir sus hermosos luceros grises llenos de brillo y felicidad.
— Quiero darte la sorpresa de tu vida, así que tenemos que ir abordando — susurro y yo asentí.
Abordamos el lujoso yate, encontrándonos con una embarcación pequeña de empleados. Recorrimos el sitio el cual contaba con dos pisos, una cabina, una cubierta bastante espaciosa que lamentablemente no estaba en condiciones de uso por ser temporada de invierno, una pequeña sala, una bodega, un comedor espacioso para cuatro personas y un dormitorio angosto con una cama matrimonial, un diminuto sofá al costado de esta, un televisor y un ventanal con vista al oscuro océano.
Un señor con cabello canoso, alto y de tez pálida con alrededor de cincuenta años, quien vestía un traje blanco y fino se acercó a nosotras.
— Buenas tardes, señoras — su español era diferente, tenía un pequeño acento ruso. – espero que estén teniendo un agradable día, la señora Raquel me conoce desde hace mucho tiempo hasta ahora pero para la guapa muchacha me presentaré, Aleksei, Aleksei Alyosha.
Me extendió su arrugada y desgastada mano, mientras que yo plácidamente la cogía.
— Anastasia Velarde — me presenté y el sonrió amablemente.
— Española, ¿uh? – dirigió su mirada a Raquel mientras que está simplemente se encogía de hombros. — bien, esté navegación será un tanto larga así que espero que vengan preparadas para disfrutar. Es hora de desembarcar así que por favor, disfruten, sobre todo usted...Raquel.
Dicho eso, Aleksei salió de la pequeña sala y desapareció dentro del largo pasillo.
El clima dentro del yate era cálido, no hacia calor ni mucho menos frío así que me desprendí de mi abrigo y lo coloqué sobre el perchero, segundos más tarde sentí unos brazos envolverme por la cintura y unos labios dejar pequeños besos alrededor de mis mejillas.
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Luchando por el poder
Fantasi¡Derechos reservados! Copia alguna de esta historia será completamente demandado y acusado. Atentamente: su servidora.