Eisoptrofobia o Catoptrofobia; es el pánico irracional de verse reflejado en los espejos.
Jimin amaba su reflejo, pero ahora.... todo es diferente.
☆ Historia corta
☆ Algo de drama
☆ Fluff
・Inicio: 20/03/2019
・Terminada: 13/04/2019
En mi largo tiempo trabajando en esta cafetería, nadie me había hablado con tanta coquetería. La soltura de aquel muchacho de cabellos azabaches me desconcertó. Él parecía bueno, feliz, libre.
Libertad. Aquella que tenemos tan estimada y por la cual muchos luchan. Yo había perdido la batalla sin siquiera comenzarla, era esclavo de mi mismo. Eso lo tenía muy claro, pero a la vez, me era tan complicado.
El mundo, las personas, mis padres, todos me sobrepasaban, todos me habían hecho aprender que lo que yo era no era util para la sociedad. Había aprendido a evadirme, en un periodo corto de tiempo, los espejos de mi casa estaban cubiertos, las superficies metálicas habían desaparecido, siendo reemplazadas por plástico y cosas desechables. En el trabajo era fácil caminar con la mirada gacha o evitar las miradas de los clientes.
En tan solo seis meses yo me había convertido en un desconocido para mi mismo, y estaba mas que satisfecho con esta nueva forma de vivir.
—¿Tomó nota?
Abrí los ojos sorprendido, me había olvidado por completo que este cliente seguía pidiendo alimentos como si nunca hubiese comido en su vida.
—¿Podría repetirlo? —pregunté robóticamente.
Era la quinta vez en menos de una semana. Mi jefe iba a matarme.
—Olvídalo, se nota que tienes un retraso en el oído.
—No existen los retrasos en el oído, y no es mi culpa que usted pida de forma tan lenta. —rodé los ojos, molesto, odiaba a la gente con delirios de superioridad.
—Alguien como tú no merece que pierda mi tiempo. —el muy digno se dio la media vuelta y se marchó del lugar.
La furia hervía en mi interior. Alguien como yo, eso ya lo sabía, no merezco el tiempo de nadie, pero no era para que me lo restregara en la cara.
—Bienvenida a MOYS, ¿Qué desea? —pregunté a la siguiente clienta.
Mientras ella se decidía entre un café de caramelo o uno de vainilla, yo deslicé mi mirada hacía donde se encontraba el chico que me había hecho el día. Aquel del cual sus amigos habían entrado buscándole con preocupación. Los tres sostenían una plática que se veía importante y a la vez relajada. Sabía que no merecía tener a nadie a mi lado, pero por un milisegundo desee con todo mi ser tener a alguien como ese chico se veía que tenía a los otros dos.
Mi corazón latió con fuerza cuando se levantó de su asiento con el plato de la dona en mano.
—Disculpa, ¿dónde puedo dejar esto? —preguntó en cuanto llegó frente a la barra, levantando el plato. Me paralicé, la luz había reflejado sobre la porcelana, permitiéndome ver por una fracción de segundo mi reflejo.
Un sudor frío recorrió mi espalda, mis hombros se tensaron y mis oídos comenzaron a zumbar.
Sacudí mi cabeza obligándome a reaccionar. El recuerdo de la última vez que me admiré al espejo me perturbó. Mis manos temblaron.
—¿Te sientes bien? —escuché a lo lejos y a la vez tan cerca. —¿Hermoso?
Aquella palabra me hizo reaccionar. ¿Acaso el bello chico de cabello azabache me había dicho hermoso? Imposible
—¿Qué decía? —pregunté sin ver nada en particular, todavía algo ido.
—Yo quiero un café con menta. —informó la chica frunciendo el ceño.
—Me gustaría saber dónde puedo dejar el plato. —el azabache señaló el objeto entre sus manos.
Asentí. Marqué el café y le entregué el recibo a la chica, la cual evitó por completo el contacto con mis manos. Las cuales seguían temblando. El chico me tendió el plato y yo lo tomé, antes de que lo retirara tomó mi muñeca con su mano libre.
—Soy Jungkook, perdona por no haberme presentado antes. Tu belleza me fundió el fusible —abrió los ojos como platos. —¿Lo dije o lo pensé?
Sonreí divertido. Este chico era un caso.
—Jimin. —murmuré algo apenado, consciente de que era una vergüenza para todos aquellos que portaban el mismo nombre que yo.
—Hermoso como tú. —susurró dejando ir mi brazo.
Coloqué el plato en la repisa debajo de la barra. Esos se guardaban para lavarlos cuando se terminara el turno.
—Espero volver a verte, Jimin. —dijo, acariciando cada letra de mi nombre, haciéndolo sonar especial.
Sus amigos ya lo esperaban en la puerta con los paraguas preparados. Corrió para reunirse con ellos. Agaché la mirada, evitando ver la puerta de cristal.
La suave música de fondo de la cafetería acompañada del sordo golpetear de las gotas de lluvia me transportaron de nuevo a mis pensamientos, donde un guapo chico azabache repetía mi nombre de la forma más dulce que jamás he escuchado.
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Hola!
Aquí les dejo el tercer capítulo. Espero lo hayan disfrutado.
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