1. La Visita

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ARABELLA

Cerré mi libro de pociones y me tiré boca arriba para presenciar la madera que cubría mi techo. Estaba cansada de estudiar, pero sabía que si mi padre me descubría holgazaneando me daría una buena reprimenda, aún más si hablamos de su materia.

Me miré en el espejo junto a mi cama y me fijé en cada detalle de mi cuerpo recostado. Estaba algo rellenita, lo cual no era nuevo en mi, y bastante pálida, como de costumbre. Llevaba puesto mi pijama de Slytherin, regalo de mi padre, mis pantuflas de conejo negras y mi pelo teñido de un color verde menta pálido, solía cambiar mi color cada dos o tres meses, ya tocaba cambio.

Mientras pensaba en el próximo color oí la puerta principal abrirse y unos pasos elegantes cruzar el umbral. Mi padre había regresado. Tomé rápidamente el libro entre mis manos y volví a leer cada instrucción
Luego de un rato, la puerta se abrió, revelando la cara fría y severa de mi querido papá.

-¿Estudiando sin que te lo pida?¿Quieres ser más obvia? -preguntó y yo intenté no reír detrás del libro.

-Sabes, Sev...-comencé.

-Soy tu padre y tienes prohibido llamarme así. Continúa. -interrumpió severamente y yo tragué saliva de forma sonora.

-Me encantaría comprar unos nuevos libros.

-Sabes que están caros, mi víbora. -agregó con voz triste, suavizando notoriamente su tono, tono que solo utilizaba conmigo. Él amaba darme todos los lujos que pueda, siempre que yo le pague estudiando. Pero había veces en las que se complicaba y yo entendía a la perfección eso. Aún así, me entristecía.

-Entiendo -susurré intentando ocultar mi tristeza. Él se acerco y se sentó en el borde de mi cama. Extendió su mano y toco mi cabello.

-Cuando vayamos a Hogwarts tendré mi suelo y podré comprar los libros que desees -dijo sonriendo y yo lo imité. Lo amaba.

Ya me imagino que sabrán quién es. El gran y temible Severus Snape, si supieran cómo es realmente. Con decirles que me deja juntarme con Potter, una de las personas que más detesta en este mundo. Creo que no hace falta aclarar más nada, es el mejor padre que me pudo llegar, y si, llegar, porque no es mi progenitor por más que lo desee. Él me adoptó cuando yo tenía apenas nueve años y desde entonces me dio una crianza mágica, literalmente.

-Bueno, traje comida muggle -dijo intentando contener su desprecio al mencionarlo. Salté sobre él y lo abracé, amaba la comida muggle, y la música muggle y los libros muggles.

-¿Japonesa?

-Japonesa. Apúrate, mañana nos toca ir al callejón a comprar tus nuevas herramientas de estudio.

-Si, pa.

-Necesitas una túnica nueva, la tela de la tuya está muy arruinada.

Asentí leyendo una y otra vez la lista de compras, sólo quedaba eso y terminamos.

No supe en que momento mi padre se alejó, ni en qué momento choqué contra alguien que logró que me cayera de espaldas.

-¡¿Acaso eres ciega?! ¡Mira por donde caminas! -reconocí esa voz, me quede helada, no podía pasarme esto a mi. Me levanté apresurada juntando mis cosas y me dispuse a escapar.- ¡Oye! ¿a dónde crees que vas? -me gritó tomando mi brazo y tironeándome para atrás- Mírame cuando te hablo...Snape-terminó de decir cuando se dio cuenta de quién era. Me miró fijamente unos segundos y luego vio a sus costados buscando con temor a, supongo yo, mi padre.- Ten más cuidado -dijo con tranquilidad y se fue caminando con paso elegante.

|AMORTENTIA| Draco L. MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora