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Tras el descubrimiento de su enamoramiento, Dazai caminó hacia su departamento en forma automática.
Ni siquiera se cambió, solo salió y caminó por dos horas hasta llegar.
Nadie le siguió y lo agradeció en sobremanera.

Tenía días sin entrar y estaba seguro de que algo se había podrido pues el olor era bastante fuerte, solo rogaba no fuese una rata o Chūya iba a golpearlo.

Pensar en que Chūya le golpearía le hizo reír.
Lo extrañaba.
Ahora por fin podía aceptarlo.
Extrañaba cada cosa del pelirrojo, desde su forma de despertarle hasta esas sonrisas que le regalaba donde cerraba los ojos, su risa escandalosa y armoniosa, esos gestos coquetos que hacía inconcientemente, sus ojos brillando por felicidad o tras hacerle algunas broma y lo varonil que se veía cuando peleaba.

Sin pensarlo mucho se encaminó a la habitación de Nakahara.

En el buró, estaba una foto de ellos juntos, de cuando se graduaron, dos semanas antes de partir a Estados Unidos para seguir sus sueños.

Sonrió con melancolía y se recostó en la cama. Las almohadas tenían el olor de su compañero, por instinto tomó una y la abrazó mientras aspiraba el olor que hasta ahora notaba le gustaba tanto.

Miró al rededor sin soltar la almohada y su sonrisa se ensancho; todo ahí decía Chūya: las paredes, los cuadros, las fotografías de cada actuación, los colores, los muebles...

¿Por qué nunca lo noté?
Se preguntó y supo la respuesta al instante: porque siempre le tuvo ahí.
Era triste pensarlo de esa forma, después de todo, era como pensar que Chūya jamás volvería y no era así. Chūya estaría junto a él en dos semanas más.
El pensamiento le renovó las fuerzas y empezó a reír mientras rodaba emocionado por la cama. 

He caído demasiado profundo por ti, Chūya.ー Pronunció mientras se aferraba a la almohada.

Esa noche, durmió en la habitación de Chūya.

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El nuevo día trajo dudas y temores.
Necesitaba ayuda. Muchísima ayuda.
Él nunca había estado enamorado, no sabía que debía hacer, qué debía decir.
Era verdad cuando le decía a Chūya que podría enseñarle a coquetear, pero una cosa era dar alagos vacíos para obtener algo (sexo) a declarar sentimientos genuinos.

Además, siendo Chūya a quien se declararía era muy probable no le creyera o incluso le rechazara.

Rechazo.
No lo había contemplado hasta este momento.
¿Qué haría si Chūya no sentía lo mismo que él y le rechazaba?  No solo perdería a quien amaba, sino también a su mejor amigo, la persona en la que más confiaba y que había estado incondicionalmente para él.

Entre más lo pensaba más le aterraba.
Necesitaba muchísima ayuda. No podía perder a Chūya, no así, sin siquiera intentarlo.

Sin pensarlo se levantó rápidamente y fue a su habitación a tomar una ducha y vestirse.
No desayunó, su estómago estaba revuelto y sentía que cualquier cosa que comiera sería vomitada.

Sin fijarse si su ropa era la adecuada tomó un taxi al departamento de la única persona que podría ayudarle: Ranpo.

No importaba si se burlaba de él, no si le daba algún consejo para que Chūya no le rechazara.
Es más, si Ranpo le pedía humillarse públicamente lo haría sin dudar.

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Ranpo vivía en un edificio antiguo pero bastante pacífico y agradable.
La calma acostumbrada fue interrumpida por el castaño que tocaba la puerta como si le fuera la vida en ello.

Quiero robarme al novioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora