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Estaba sonando mi despertador para avisarme de que era lunes. Un gran día. Un inicio de un terrible curso. Qué ilusión. Me desperté sintiendo cómo mi pelo se había convertido en un estropajo. Bostecé y después de entrar en crisis existencial, me levanté estirándome y dirigiéndome al baño. Me miré al espejo y suspiré. No tenía ninguna gana de ir a la escuela de nuevo. Debería volver a ver a los mismos de siempre, a dar clases, a hacer tarea, a hacer exámenes. Me vestí con el uniforme que tanto detestaba. Una falda que bueno, que tampoco era tan mala, era ligeramente bonita. Pero la parte de arriba, lo fastidiaba todo. Era un polo que apretaba en las mangas blanco, con líneas azules en los extremos. Me dejé el pelo suelto y bajé a desayunar.

Saludé a mis padres y a mí hermano, que se había levantado al igual que yo, queriendo morir. Desayuné algunas galletas y cogí el móvil dispuesta a mandarle un mensaje a Haru, mi mejor amiga, diciéndole que me esperase para entrar a la presentación de clases. Ella me respondió con un "Pues claro" y mi padre se dispuso a llevarnos a la escuela.

Estaba un poco nerviosa. Siempre era así cuando regresábamos de vacaciones. Miré por la ventana viendo cómo los árboles pasaban rápidamente. Más rápido que cuando paseaba por esos lugares en verano. Comencé a jugar con mi falda, deseando que aquel día acabara de una vez por todas.

Nuestro padre nos dejó en la entrada y yo no tardé en reunirme con Haru.

-¡Haru!- Grité yendo a por ella. Nos habíamos visto bastantes pocas veces en vacaciones ya que cuando una estaba de viaje, la otra estaba en casa, y cuando la otra salía, la otra se quedaba. Nos dimos un fuerte abrazo y sonreímos.

-¿Preparada para conocer a gente nueva?- Me preguntó mirando hacia la entrada, buscando a otra gente. Supongo que estaría buscando a los nuevos. Yo no tenía ni idea de que iban a venir personas que no habían pisado ese colegio en su vida.

-¿Nuevos?- Pregunté un poco aturdida.

Ella asintió con la cabeza sonriendo. Genial, Haru estaba emocionada por encontrar a gente nueva. Yo realmente, no lo estaba. Prefería quedarme con ella únicamente antes de tener que aguantar chascos de gente de la que esperabas mucho de ellas.

Haru y yo entramos al salón donde anunciarían las clases correspondientes a las que deberíamos asistir a partir de ese día. Fueron nombrándonos uno a uno, comenzando por los cursos más bajos. Nosotras pasábamos a cuarto grado de la secundaria, por lo que aún tardarían un poco en llamarnos.

Nos habíamos sentado en una esquina del enorme salón, por lo que aún quedaban varios sitios libres a nuestros lados. Sin que ni Haru ni yo nos lo esperáramos, apareció a nuestro lado una chica de cabello largo y ondulado, con los ojos marrones y pequeños. Pudimos comprobar que era... Realmente pequeña, quizás no llegara al metro sesenta, pero no lo podíamos comprobar a ciencia cierta ya que se encontraba sentada. Nos miró y pude comprobar que sus ojos mostraban vergüenza y timidez. Haru sonrió y me cambió el sitio en contra de mi voluntad, pues aquella chica que no habíamos visto en nuestra vida, se encontraba a mi lado. Chasqueé la lengua y miré hacia a otro lado. Haru seguramente quería conocerla. Y no me equivocaba.

-Hola. ¿Cómo te llamas?- Preguntó mirando a la chica.

La chica miró a mi amiga tímidamente y sonrió casi imperceptiblemente.

-Me llamo Lucía- Contestó jugando con las mangas de la chaqueta del uniforme.

Haru se presentó y Lucía le dijo que tenía un nombre realmente bonito. Sonreí al saber que aquella chica no tenía intención de meterse con mi mejor amiga, ni conmigo. La miré de nuevo y después de que Haru me diera el turno de palabra, hablé:

A veces no tan imposible Donde viven las historias. Descúbrelo ahora