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Me fui a dormir, a pesar de no haber podido pegar ojo prácticamente en toda la noche. Me despertaba cada vez que soñaba con ella, con su mensaje, pensando que realmente me lo había mandado. Pero cuando sonó la alarma para avisarme de que debía despertar ya que era bastante tarde como para llegar al colegio con tiempo, me levanté rápidamente, tropezándome con la sábana, enredándome con la misma. Agarré mi móvil viendo que eran las ocho de la mañana. Había dormido quizás más de lo que debía, pues no había podido pegar ojo en toda la noche. Busqué entre todas las notificaciones de mi móvil, entre las de instagram, twitter y demás redes sociales, el mensaje que tanto anhelaba ver. Vi que tenía muchas notificaciones de WhatsApp, por lo que encendí mi móvil entrando al mismo. Me desesperé viendo los cien mensajes que tenía, pero no encontraba el que yo quería. Me cansé de dar hacia abajo a mis chats y busqué en el buscador el nombre de Mayra. Y ahí estaba su chat. Tan vacío como la última vez que habíamos hablado.
Me alteré.
Y mucho.
Comencé a frotarme la cara con las manos, en shock, sin saber qué hacer. Me senté en mi cama y jugué con mis dedos, hasta que me regañé a mí misma por no estar haciendo nada por mi amiga, por estar sentada en la cama pensando, sin actuar. Abrí de nuevo su chat y le llamé. 

Bip...

Bip...

Bip...

Bip...

El número al que llama está apagado o fuera de cobertura. 

Comencé a maldecir en voz alta al contestador, llamándola de nuevo, esperando una respuesta nueva. Pero siempre me atendía la voz femenina del contestador. Suspiré y cerré los ojos.

"Sigo soñando", me decía a mí misma. 

Pero comprobé que eso era mentira cuando mi madre tuvo que subir a mi habitación a decirme que iba a llegar tarde a la escuela si no me apuraba en vestirme. Yo me limité a asentir con la cabeza y, dejando mi móvil a un lado, volviendo a llamarla, me vestí con el uniforme escolar. Tenía esperanzas de que solamente quisiera estar alejada de todos y que la encontraría en su taquilla nada más llegar al colegio, como siempre. Sorprendentemente, me convencí y salí rápidamente de mi cuarto hasta llegar a la cocina, donde tomé el desayuno lo más rápido que pude, apurando a mi hermano. Debía llegar. Debía verla. Debía abrazarla. 

Una vez mi hermano, mi padre y yo nos pusimos en marcha, le mandé un mensaje a Haru diciéndole que me esperase para ir a clases en la taquilla de Mayra. Ella un tanto extrañada me dijo que sí. Estaba nerviosa, estaba alterada. No cesaba de mover arriba y abajo mi pierna, ya que según yo, esa era una manía que me relajaba, pero esa vez no estaba siendo un método efectivo. 

Cuando mi padre aparcó frente a la puerta, no me despedí de él como de costumbre, únicamente grité un: "Adiós" y me fui corriendo, arrastrando mi mochila detrás de mí. Hubo unos cuantos profesores que me dijeron que no podía correr, haciendo que me frenara, pero volviendo a correr todavía más rápido cuando salía de su campo de visión. Y llegué a la taquilla de mi amiga. Ahí estaba Haru, cruzada de brazos. Bajé mi velocidad y miré a todos lados, buscando el cabello negro largo de Mayra, su alta figura. No estaba. 

Me acerqué a mi mejor amiga y procedí a contarle todo lo que había sucedido el día anterior, muy aceleradamente. Me estaba sorprendiendo que me entendiera, pero ella llevaba muchos años conmigo y sabía entenderme a la perfección aún sin siquiera vocalizar bien. Haru acabó igual de asustada que yo.

-¡Pero eso es una estupidez!- Me dijo llevándose las manos a detrás de la nuca. 

Yo asentí de acuerdo, me apoyé en la taquilla de Mayra, y miré hacia la puerta, viendo cada rostro, cada silueta, a ver si alguna era la suya. 

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⏰ Última actualización: May 23, 2019 ⏰

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