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Mi relación con Marta era de las cosas más bonitas que me había pasado, por no decir la más bonita. Ella me hacía feliz, me hacía sentir cosas que no había sentido nunca antes. Me hacía reír cuando lo necesitaba, me daba cariño, todo el que siempre necesité. 

Nos encontrábamos las siete comiendo en el comedor de nuestro colegio. Marta se encontraba a mi lado, y la otra pareja del momento, Mayra y Blanca, estaban enfrente nuestra. Las dos antes nombradas desprendían amor allá a donde iban, siempre estaban dándose cariño. Daba igual donde. Excepto delante de sus padres, pues no sabían si aceptarían la relación. Yo no me había parado a pensar en eso. No me había parado a pensar en qué pensarían mis padres de mi, de salir con una chica. Y en entonces me llegó el miedo. Miedo a que no me aceptaran, a que me rechazaran. Así que hacíamos lo mismo que Mayra y Blanca, con la excepción de la madre de Marta, pues ella era de mente abierta y me había acogido en la familia muy amablemente. 

Mayra se estaba dando diversos picos con su pareja, mientras que Lucía y Haru hablaban animadamente, riendo acerca de cualquier cosa. Ariadna, Marta y yo estábamos en una divertida conversación sobre animales: Patos, perros, gatos... Incluso llegamos a hablar de cucarachas. Marta se alejó un poco de la conversación y Ariadna y yo continuamos hablando, mientras que mi pareja me acariciaba el brazo, poniéndome ligeramente nerviosa. Siempre conseguía eso. Siempre conseguía sonrojarme o ponerme nerviosa. Había veces que se lo devolvía, pues me encantaba ver su rostro colorado. Ella no lo sabía, pero era la cosa más bella que mis ojos habían visto nunca. Sonreí desviando mi mirada hacia mi mejor amiga y pude notar algo raro. Su mirada... Su mirada sobre Lucía. Para el resto de nuestras amigas era algo normal, pero yo la conocía mucho mejor. Algo le ocurría. Hablaría con ella después de la comida sobre el tema. 

-PARTE REDACTADA DESDE EL PUNTO DE VISTA DEL PERSONAJE DE HARU-

Estaban todas nuestras amigas hablando, bueno, Mayra y Blanca en su mundo. Me alegraba que hubieran comenzado a salir, pero lo que no me esperaba es que mi mejor amiga acabaría con Marta. Pero me ponía tan feliz que al fin Lea hubiera encontrado a alguien que la hiciera feliz. Marta era muy buena chica. 

Miré a Lucía, con la cual había conseguido tener una estrecha relación de amistad, y comencé a hablar con ella.

-¿Te gusta la comida española?- Le pregunté tratando de iniciar una conversación.

Ella sonrió y asintió rápidamente. 

-Aunque me gustaría que pusieran más seguido las milanesas- Me contestó quejándose. 

Sonreí mirándola, pues sabía que allá de donde venía, de Argentina, las milanesas eran algo que a todo el mundo le gustaba. Aquí en España eran tan comunes que pasaban desapercibidas. A mí me gustaban más otras comidas.

Ella y yo acabamos hablando acerca de las comparaciones de España y Argentina en cuanto a las comidas. Nos reíamos mucho ya que ella imitaba voces de gente con la que se había cruzado en su país que no le daban de comer todo lo que ella quería, como los profesores. Y de un momento a otro, nos encontramos hablando como bebés, con la voz aguda, con pronunciación extraña. No cesábamos de reír, llegando ambas hasta llorar. Cuando yo había conseguido detener mis carcajadas, me quedé observándola con detalle mientras ella seguía riendo. Su pelo largo ondulado caía por su espalda. Los comparé con barcos navegando en un mar. Su rostro levemente rojo por la risa. Lo comparé con el rojo de peligro. ¿Peligro? ¿Por qué pensé en peligro? Peligro... "Peligro, te puedes enamorar". Sí, exactamente. Pero su risa era tan armónica que podría grabarla y escucharla todos los días antes de dormir. Sonreí mirándola. Pero no era una sonrisa de "me causa gracia lo que hablamos" sino de "me encanta verte reír". Y entonces sentí la mirada fija de Lea. La miré aún con la sonrisa en los labios y al verla tan seria, sabía que ella conocía algo que quizás yo misma desconocía. 

A veces no tan imposible Donde viven las historias. Descúbrelo ahora