Capítulo 17

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— Pasa... —dijo Inuyasha, dándole la bienvenida a su casa a aquella mujer de semblante serio.

— Gracias por dejarme venir. —agradeció por cortesía mientras entraba.

— No lo hago por ti Kikyo, lo hago por Kagome. Ella te necesita.

— Lo sé.

— Disculpa que no puedan verse en tu consultorio, pero es preferible que Kagome no ande deambulando por allí. —La guió hasta el estudio de la casa. —Es por su seguridad.

— Lo entiendo, no te preocupes. 

Inuyasha abrió la puerta de la habitación encontrándose con Kagome que rebuscaba entre los libros de la biblioteca algo para leer. —Kagome...—dijo llamando su atención. —Kikyo llegó.

La muchacha giró fugazmente la mirada. — ¡Qué bueno volver a verte! —Dejó sobre el escritorio el libro que acababa de elegir y corrió a los brazos de su psicóloga.

— ¡Cuánta emoción! —Dijo Kikyo algo sorprendida sin rechazar aquel abrazo.

— Ya debo irme a trabajar. Las dejaré a solas para que puedan hablar. Cuídate, estaré pensando en ti. —Se acercó a Kagome y se despidió con un beso fugaz sobre sus labios. —Hasta luego, Kikyo. —Se despidió de la mujer.

— Adiós, Inuyasha. —Dijo la profesional sin dejar de verlo hasta que salió de la habitación. — ¿Qué fue todo eso? —Interrogó alzando una ceja. —Ustedes están juntos. —Lo estaba afirmando, no era una pregunta.

— Sí. —Contestó sonriendo risueña Kagome. Se sentó en el sofá del estudio y Kikyo sobre una de las puntas del escritorio. —Soy tan feliz, Kikyo. Cuando estoy con Inuyasha siento que puedo olvidarme del mundo.

Kikyo sujetó entre sus manos el libro que Kagome había dejado sobre el escritorio segundos antes y lo examinó sigilosa. Sobre la portada leía, "El Túnel" de Ernesto Sábato. — Es la primera vez que te escucho decir algo como eso. —Comentó por la novedad.

— Es verdad. —Suspiró. —Aunque...—su ánimo decayó súbitamente.

— ¿Aunque...? —La incitó a continuar mientras volvía a dejar el libro en su lugar.

— Tengo miedo. Temo que esta felicidad no dure demasiado... lo pienso una y otra vez, y siempre termina igual... Inuyasha y yo separados... él odiándome. —Se abrazó a sí misma. —Le prometí que le contaría todo, pero si lo hago...tengo miedo de que él...

— ¡Kagome! ­—La interrumpió al notar que la chica estaba al borde de los nervios. —No conozco a Inuyasha tanto como tú, pero al verlo, mi primera impresión es que es una buena persona. Estoy segura de que te ama, se ve en su mirada. ¿O no es así?

— Sí. —Respondió con seguridad. —Eso creo. Él me quiere mucho. —Se corrigió dudosa después.

— El "querer" a alguien implica posesión. El "amar" implica entrega. Él te ama. —Le aseguró. —No te juzgará. —Se puso de cuclillas frente a Kagome, que escondía su rostro entre sus manos al apartar con desesperación sus lágrimas. —Debes confiar en él.

— Es más difícil de lo que suena. —Sonrió con los ojos húmedos. —Yo ya no soy la misma persona...

Se puso de pie. —Levántate. —Le ordenó más que una sugerencia. Kagome le hizo caso. —Tú eres Kagome Higurashi. —Dijo entre largas pausas y con la voz firme. —Nada ni NADIE, pudo, puede ni podrá cambiar eso. ¿Entendido?

— Ki-Kikyo...—Aquellas palabras eran dichas con tanta seguridad y convicción que era imposible cuestionarlas.

— Presta atención, Kagome. Debes aceptar lo que pasó para poder continuar con tu vida, de otra forma el pasado te atormentará como un fantasma para siempre. Será imposible que vivas en paz. Acepta lo que te pasó, revívelo, recuérdalo, súfrelo, grítalo a los cuatro vientos y luego... luego déjalo...déjalo ir. Hazte más fuerte, aprende la lección con la que la vida te golpeó y deja que fluya, sin más, a través de ti... —La azabache ya lloraba desconsolada mientras asentía con fuerza ante las palabras de Kikyo. —Anda, Siéntate. —Ambas volvieron a tomar asiento y el ambiente se relajó un poco. — ¿Sabes lo que hace nuestro cuerpo para protegernos?

Sálvame de la SoledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora