Capítulo 6

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La noche era oscura, tanto como esos ojos fríos y llenos de maldad que veían con sobrada experiencia a sus inútiles secuaces. El abismo en una sola mirada.

— Que alguien me explique. ¡¿Por qué diablos aun no tengo a Kagome en mis manos?! —Su mirada era absoluta e incuestionable. — Renkotsu y Mukotsu ya fueron encerrados, antes de ellos, Kyokotsu. —Todos los objetos sobre el escritorio volaron al suelo. —Si seguimos así, la única que quedará será Kagura. —Dijo con la clara intención de menospreciar a la mujer de ojos carmín que se encontraba a su derecha. A ella no le afectaron aquellas palabras.

— Naraku... ya relájate. —Se apresuró a calmarlo el chico de mirada azul intensa y larga cabellera trenzada. —Todos lamentamos lo de nuestros compañeros, pero eso les pasó por idiotas. —Se acercó a Naraku. —Yo me haré cargo a partir de ahora. —Sonrió arrogante.

— Bankotsu... Tú no eres mejor que ellos. No me hagas reír.

— Puedo atraer a esa cantante directo a la boca del lobo. —Naraku sonrió escéptico.

— Si fallas, no te molestes en regresar. —No era una sugerencia, sino una advertencia.

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— ¿Estás listo? —Interrogó Kagome a su compañero de ensayo.

— Claro que Sí. —Sonrió Inuyasha.

— Bien. Retomaremos en la escena de la página 68. Cuando Meguro se arrepiente de haber rechazado a María y le pide que lo perdone y que estén juntos.

— Lamento que mi actuación no esté a la altura de la tuya, es que jamás me imaginé siendo actor. —se excusó el peliplata con una sonrisa divertida en los labios. 

¿Por qué decía eso? Pecaba de falsa modestia. Era muy bueno. —Solo lee las líneas. —Intentó ocultar el sonrojo que  la sonrisa de Inuyasha había causado en ella. Él asintió y comenzó a leer el guión. Sonaba tan convincente como siempre.

Meguro: — ¡Quédate conmigo, por favor! —Se acercó a Kagome, como indicaba la escena. —Nunca he podido decirlo con palabras. Hasta ahora me han detenido, pero la verdad es que... tenía muchas ganas de besarte. —Abrazó a Kagome. Aunque la escena especificaba que Meguro debía abrazar a María, no era necesario en un simple ensayo. Lo primordial eran las líneas.

María: — Quiero que estemos así por siempre. —Dijo siguiendo el diálogo sin ser capaz de apartar la vista de sus ojos.

Ninguno de los dos cedía, cada mirada permanecía fija en la del otro. —Es-esto no era necesario, Inuyasha. —Dijo Kagome saliendo de escena y rompiendo aquel abrazo.

— Lo siento, tienes razón. —Se alejó al instante.

— Está bien... —Arrojó el guión sobre el sofá del living. —Tenía sentimientos encontrados. Por un lado la emoción y la euforia la envolvían y por el otro la incertidumbre y la inseguridad de lo que sentía realmente Inuyasha por ella. —Koga se ofreció a ayudarme a partir de ahora y le dije que sí. Ya no te molestaré con estas cosas Inuyasha. —Sus palabra desbordaban pena . Le dio la espalda y se dirigió a las escaleras. El ensayo había terminado.

— Espera. —La detuvo. Ella volteó a verlo con cierta ilusión. —No me molesta ayudarte. —Dijo con apuro.

No era lo que esperaba oír. ¿Podía haber alguna pizca de esperanza en esas palabras? No. Solo crearía ideas equivocadas. Mejor no ilusionarse. —Fuiste de ayuda, pero ahora solo limítate a hacer tu trabajo. —Él la soltó y Kagome siguió su camino. Sus palabras habían sido tan frías con el muchacho como de costumbre.

Sálvame de la SoledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora