Capítulo 5

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Kagome abrió la pequeña caja que Miroku acababa de entregarle. Aventuró su mano al interior y luego la elevó en el aire dejando a la vista un resplandeciente collar, con una perla morada como punto central de vista.

— ¿Qué es? — Interrogó curioso el platinado a su amigo.

— El nuevo capricho de la niña. —Se cruzó de brazos Miroku.

— ¡Te escuché! —Se acercó a ellos. —Y no es un capricho. Esta es "Shikon no Tama", una perla única en el mundo. —Todos acercaron sus rostros hacia el objeto para apreciarlo con mayor cuidado. — Y al fin es mía. —Sonrió triunfante.

— ¿Cuánto vale algo así? — Preguntó Inuyasha por mera curiosidad.

Miroku hizo un silbido significativo, seguido de una expresión que daba a entender que mucho. —10 millones.

— Es más de lo que ganaré en toda mi vida.

— Lo mismo digo. —Ambos rieron.

— Ya dejen de parlotear. —Se acercó al platinado. — ¿Puedes? —Dijo extendiendo el collar a sus manos para que la ayudara a prenderlo en su cuello.

— Claro. —Respondió. Ella le dio la espalda e hizo a un lado su cabello para que no lo estorbara.

Se acercó para verse en el espejo más cercano una vez que la joya colgaba de su cuello. —Es perfecta. — Sonrió feliz.

Y se ve aun más perfecta en ti. — Sintió como Inuyasha abrazaba su cintura por detrás y besaba su cuello.

Espera... ¿Q-qué haces...? —Interrogó mientras se estremecía entre sus brazos. Volteó a ver, pero Miroku ya no estaba. ¿Adónde había ido? El nerviosismo aumentaba a cada segundo.

No te comeré... lo prometo. —Le susurró Inuyasha al oído. Sus manos se deslizaban por la tibia piel de la azabache. Podía sentirla moverse con cada roce. La dio vuelta, quedado de frente a ella. El carmín teñía su rostro entero. —Te gusta, niña traviesa. Yo sé lo que quieres, sé cómo hacerte sentir bien... —Sonrió arrogante.

Tenía que alejarlo, tenía que decirle que se detuviera, pero no podía... ¿No podía o no quería? —Inu...ya...sha—Las palabras se ahogaron en un impetuoso beso.

Te haré gritar... ¿Escuchaste? —Tiró de su cabello sin cuidado, deleitándose con la mirada indefensa y lleno de incertidumbre de Kagome.— ¿Me escuchas Kagome?

Parpadeó repetidas veces. — ¿Qué?

— Pregunté... si te sientes bien.

Seguía inmóvil frente al espejo, el collar colgaba en su cuello e Inuyasha estaba a un lado de Miroku. ¿No la había besado? ¿No habían sido sus manos las cuales la tocaban? ¿Por qué eso la desilusionaba? Se dio la vuelta molesta por alguna razón. — ¡Claro que estoy bien! ¿Por qué no habría de estarlo? No estés preguntando cosas inútiles. — Subió las escaleras y se encerró en su habitación. Abrazó la almohada con rabia.

— ¿Dije algo malo? —Preguntó el chico de ojos ámbar mientras miraba a su amigo.

— Kagome tiene una personalidad única, Inuyasha. Ni yo puedo entender que pasa por su cabeza en ocasiones. Solo déjala, cuando se sienta mejor bajará. —Le dio una palmadita a su amigo en la espalda.

Los días siguieron pasando y las alucinaciones se hicieron más reiterativas. Siempre era la misma y repetida escena. Inuyasha se acercaba de una u otra forma mostrándose indecoroso, demandante y agresivo, pero apasionado e intenso.
Era algo que ella nunca había experimentado, ni conocería, porque ese Inuyasha no era real, era uno creado por su pervertida mente. No era el Inuyasha que la vigilaba desde la distancia. Ese chico era calmado, tranquilo, educado, obediente, todo lo que en sus imaginaciones no era. ¿Por qué el Inuyasha real no se atrevía a hacer lo que el de sus pensamientos si? ¿A caso ella estaba esperando que él...? "Idiota". Se dijo mentalmente.

Sálvame de la SoledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora