6.

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Toma un poco más de tiempo del inicialmente planeado. Las visitas al club se hacen más escasas pese a sus propios deseos y a la insistencia de Lee TaeYong, que no deja de llamarlo día y noche para que le entregue un poco más de anfetaminas, solo un poco más. No asiste con tanta regularidad y, por lo mismo, su rol como proveedor del dueño del local empieza de a poco a desaparecer. Cuando sí aparece por ahí, le entrega menos droga de la pactada en un principio.

JungWoo, a quien espera de martes a sábado a la salida del local, escondido detrás de un basurero ubicado en un callejón aledaño para que TaeYong no repare en su presencia, le agradece con un largo beso en los labios. Ya no se propasa, dice. Ya no lo obliga a permanecer a puertas cerradas, ni llama al resto de sus contactos para que hagan de él un espectáculo privado. Casi pareciera que las cosas van a cambiar definitivamente.

La calma dura apenas una semana. Luego de eso, dentro del par de meses que les toma encontrar el momento perfecto para llevar a cabo sus planes, en más de una ocasión lo ve salir del local solo cuando el sol empieza su ascenso desde el horizonte. Lo espera hasta que se hace de día y las calles empiezan a llenarse poco a poco de gente, teniendo siempre en mente que JungWoo jamás saldría tan tarde del club por decisión propia. Cuando al fin lo ve salir, emerge completamente solo, pálido, mudo, con marcas ajenas en el cuello y la mirada perdida.

Ni siquiera intenta saber qué sucedió: abrazándolo y llevándolo consigo, ya no a moteles sino que a su hogar, se mantiene despierto a su lado hasta que finalmente cae rendido, a veces varias horas después. En ningún momento deja de abrazarlo. Al despertar, JungWoo simplemente suspira un "gracias" tan débil que solo puede repetir su promesa.

Cuando la madrugada perfecta llega, JungWoo le pregunta por primera vez si acaso aquella promesa es verdad. Escondidos en el callejón, sabiendo que no hay nadie a esas horas, solo son dos figuras vestidas de pies a cabeza de negro que se confunden con la oscuridad misma del ambiente.

Lo pregunta, sabiendo que es la última oportunidad para que se arrepienta. Sin embargo, solo asiente y le insta a que continúen.

—Entremos.

Cuando ingresan, está tan oscuro que no puede ver delante de sí. Avanza, confiando en el tacto que lo guía a adentrarse a tierras ajenas, normalmente bloqueadas del escudriño público. Solo puede escuchar sus pisadas, tan suaves como el murmullo de sus respiraciones, mientras sortean obstáculos que no conoce y que la persona que lo guía, a diferencia de él, dice reconocer incluso a ojos cerrados. Luego, se detienen. Siente que está palpando algo, buscando algo con su mano libre. Se da cuenta de qué es cuando la luz inunda la estancia.

JungWoo, tan solo con sus ojos al descubierto, lo mira fijamente.

—Sabía que el interruptor estaba por aquí —casi puede adivinar que está sonriendo, satisfecho. Su rostro, cubierto casi por completo por un tapabocas igual al que tiene puesto, hace imposible comprobarlo—. Ven, no tenemos mucho tiempo.

Le da un vistazo rápido al reloj de pulsera que lleva consigo: las cinco y media de la madrugada. Solo quedan unos cuantos minutos para que amanezca y, con ello, las posibilidades de que sean vistos crezcan exponencialmente. En ningún momento se suelta de la mano de JungWoo, quien avanza con seguridad y presteza. Pronto, tras doblar a la derecha en uno de los pasillos, se topan al final de él con una puerta cerrada con lo que parece ser un tablero numérico.

—Es su oficina —JungWoo menciona en un susurro. Lo ve presionar una combinación que no parece al azar—. El otro día, después de que terminara de trabajar como anfitrión, me trajo consigo a su oficina y...

Se hace el silencio. JungWoo presiona la última tecla. El tablero aparece iluminado esta vez de color verde, y un chasquido anuncia que se ha desbloqueado.

Baby // DoWoo - DoJung - NCTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora