DongYoung quiere correr, pero sus piernas son de plomo. JungWoo lanza un grito ahogado al escuchar la voz del dueño del recinto, y puede sentir que es apremiado por él a través de tirones para que salgan de ahí antes de que sea demasiado tarde.
Pero no puede moverse, y la razón se asienta en el objeto metálico que TaeYong apunta hacia ambos.
—¡¿Quiénes son ustedes?! —JungWoo se da cuenta y levanta los brazos, como un acto reflejo. TaeYong mantiene la pistola entre las dos manos, observándolos con el ceño fruncido y los ojos hechos rendijas. Solo ahí recuerda: están cubiertos de pies a cabeza de negro. TaeYong no los reconoce. Su idea de una solución paliativa por si sucedía lo peor ha dado resultado—. Entren a la oficina o dispararé. Ya llamé a la policía.
—Aléjate —la voz de JungWoo suena quebradiza. Lo mira. Tiene las pupilas acuosas—. Aléjate, o te juro que-
—¿Crees que estás en posición para amenazarme, delincuente? —TaeYong parece no identificar tampoco la voz de JungWoo—. ¡¡Entren ya a la oficina!!
Un solo vistazo al rostro de TaeYong es suficiente para entender el porqué de su incapacidad para reconocerlos, y para confirmar también que va en serio: su respiración errática, voz fuerte y temblor en las manos va más allá del simple nerviosismo. Está bajo el efecto de las anfetaminas. Maldice por enésima vez su ocupación y, más específicamente, el haber hecho tratos con un tipo tan desquiciado como él.
Toma a JungWoo de la tela de la sudadera negra que lleva puesta. Al agarrarlo, termina sintiendo su muñeca también.
Tiembla.
—Eso es, retrocedan —sin dejar de mirarlo en ningún momento da otro paso hacia atrás, JungWoo dejándose arrastrar por él. TaeYong sonríe; producto de las drogas, la mueca sale deformada, extraña—. Los encerraré ahí mientras llega la policía, los meterán a la cárcel y- esperen, ¿qué es ese resplandor? ¡¿Fuego?!
Tiene que hacerse a un lado cuando TaeYong corre y se empuja entre los dos, ingresando a la habitación. Siente el calor de las llamas, que se apoderan del librero y ahora amenazan con llegar al escritorio. Se expanden también por las tablas de madera del suelo. Retrocede y empuja a JungWoo hacia atrás cuando se da cuenta de que, incluso si llegaran a controlar el fuego en ese mismo instante, ya es demasiado tarde.
Como una confirmación a lo que está pensando, el librero se desploma y JungWoo grita. Las llamas se avivan. Todo se tiñe de color rojo.
—¡¡Mis cosas!! ¡¡Ustedes-!!
—¡Dongs, atrás!
No alcanza a reaccionar. Un tirón en su muñeca es lo suficientemente rápido como para arrastrarlo hacia atrás, más allá del umbral de la puerta, a la que ve cerrarse de un portazo: todo gracias a la acción de JungWoo. Desde el otro lado se escuchan gritos, puños pidiendo que lo dejen salir de la habitación donde el fuego se extiende por doquier. En un impulso se adelanta y toma el pomo de la puerta, queriendo abrirla otra vez, pero el metal caliente hace que retire la mano de inmediato. El tablero numérico se ilumina, esperando que presione los números.
Pero el único que sabe la combinación es JungWoo, quien lo toma nuevamente de la muñeca.
—¡Debemos salir de aquí! —su voz apremia.
Puede escuchar los gritos de TaeYong, sus patadas, súplicas. Sabe que no puede abrir desde adentro porque las lenguas de fuego avanzan sin piedad, acercándose demasiado al pomo, entregándole demasiados grados Celsius como para que sea viable el abrir la puerta. Podría decirle a JungWoo que presione los números, que lo deje salir de ahí. Pero al verlo, apenas a través de la rendija que queda entre el tapabocas y la capucha, puede identificar pupilas que suplican, sin necesidad de palabras, que aprovechen la única oportunidad que probablemente tendrán en la vida.
Y al notar el terror que sentiría de dejar apenas una posibilidad abierta, de que toda la pesadilla vuelva a repetirse y su plan no haya servido de absolutamente nada, acepta una vez más hacer caso a sus súplicas y así mantenerse fiel a su promesa.
Un asentimiento y ya se encuentran corriendo por el pasillo, en dirección al escenario y de ahí a la puerta que constituye el acceso principal. A medio camino se detienen al mismo tiempo, la mano de JungWoo se aferra a la suya y le devuelve el agarre, intentando calmar su temblor incontrolable que se agudiza más debido al ruido de una multitud acercándose. Se escuchan voces fuertes, autoritarias, pistolas siendo cargadas, un escuadrón listo para disparar.
La policía.
Huyen en dirección contraria, intentando aumentar la velocidad de sus piernas, aunque sea un poco, porque las voces de los oficiales suenan cada vez más y más cercanas. Kim JungWoo se aferra a la mano de DongYoung con la certeza de que todo se acabó. La policía no ha tardado nada en llegar, todo a raíz del llamado de TaeYong. Pasan una vez más frente al pasillo donde, al final, se puede ver el tablero numérico resplandeciente, resplandor que compite contra las lenguas de fuego que escapan por debajo de la puerta, y que se oculta difusamente detrás del humo que proviene de la habitación. Ya no se escuchan gritos, solo los de la policía. El corazón se le encoge, cayendo en cuenta de lo que ha hecho.
Pero DongYoung no se detiene y por ende él tampoco, siguiéndole a trompicones la pista, dejándole por completo que le guíe; las lágrimas le impiden ver más allá. Llegan a la puerta trasera, por donde han ingresado. La abren, arriesgándolo todo con tal de encontrar una salida. Ahí no hay más compañía que la franja de claridad que se asoma en el horizonte, dando cuenta de la proximidad del amanecer.
Alcanza a salir. Lo lograron. JungWoo se da la vuelta, notando apenas en un milisegundo que ya no percibe el contacto de DongYoung.
Las palmas de DongYoung lo empujan al suelo, lejos de él. Se escuchan gritos, luego, un disparo. Una sustancia roja mana del brazo derecho de quien acaba de empujarle. A su espalda, ve una masa uniformada de hombres corriendo hacia ellos. Intenta levantarse del suelo, socorrerlo, hacer algo para que la sangre deje de brotar y para que se mueva de ahí, porque de no hacerlo será atrapado en cualquier momento. DongYoung niega firmemente. No puede ver su rostro; no ve más que sus ojos, los que alguna vez creyó que eran ponzoña y que terminaron siendo los ojos más dulces de los que tiene recuerdo alguno, los únicos en tanto tiempo que lo han mirado con verdadero afecto. Esos mismos ojos le dicen, cruzados por el dolor que el disparo provoca en su brazo derecho, que escape. Que huya. Que realmente puede escapar esta vez.
Y como reafirmando aquel último mandato sin palabras, lo ve cerrar la puerta con la mano izquierda, sellando así la posibilidad de volver a ingresar.
Retrocede, casi por inercia, apoyado aún en sus cuatro extremidades sobre el suelo. Sin fuerzas para levantarse, temblando violentamente, logra gatear hasta esconderse detrás del tacho de basura ubicado permanentemente en el callejón colindante con la salida trasera y desde ahí, pese a los metros que los separan, escucha un ruidoso forcejeo, junto con voces masculinas y golpes ahogados. Se cubre la boca con ambas manos, aguanta la respiración.
No puede ser verdad, no debe ser verdad. Se suponía que escaparían juntos. Lo habían planeado meticulosamente, al punto de que ya tenían claro el siguiente paso a dar una vez el imperio de TaeYong fuera reducido a cenizas: empezar una nueva vida, lejos de sus conexiones con el submundo de las drogas y la prostitución, e intentar contactarse con las otras víctimas de aquel club para ofrecerles su apoyo. Procurar ser mejores. Intentarlo juntos.
Cuando escucha a los policías vociferando gritos de victoria al golpear a DongYoung, entiende que ese sueño nunca se hará realidad. Y se queda ahí, tembloroso, oculto detrás del tacho de basura que lo hace pasar desapercibido mientras los oficiales rodean el edificio; hasta que empiezan a realizar llamadas desesperadas hacia el departamento de bomberos; hasta que el cielo amanece por completo y logra salir de su escondite para mezclarse con la multitud que recién se despierta y que mira, atónita, que uno de los clubes del barrio rojo se está incendiando.
No es capaz de buscar a DongYoung con la mirada entre el cúmulo de policías, mucho menos preguntar si TaeYong ha escapado con vida o no. Aún tiembla. Aún lleva el tapabocas puesto. Sin embargo, es inútil para ocultar las lágrimas que no dejan de brotar de sus aterrados ojos.
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¡Hola! Muchas gracias a todos quienes siguen la historia, y por dejar votitos y/o comentarios <3 Espero les haya gustado la actualización, ¡nos vemos!

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Baby // DoWoo - DoJung - NCT
FanficEs una coincidencia el cómo llegó ahí, mas no lo es el quedarse y disfrutar del espectáculo. Zeus. Zeus. Zeus. El foco lo ilumina y todo se cubre de glitter. Y DongYoung se pregunta cuándo fue la última vez que se ha sentido así por otra persona. 🏆...