Acostumbrado ya al trabajo que viene desempeñando hace años en los callejones más recónditos de Seúl, trabajo que lo ha llevado a conocer a las personas más estrafalarias y extrañas que podría alguna vez haberse imaginado, para DongYoung el pasar de los días no tiene más valor que eso: preguntarse en qué situación se encontrará a continuación. E incluso así, luego de tanta experiencia, siente que ya se ha vuelto monótono. Que ni siquiera el sustento, más del necesario para vivir de manera cómoda por su cuenta, logra ser suficiente como para querer levantarse de la cama. Al final, reduce su cartera de clientes a unos pocos, a los más fieles, a quienes sabe que no lo defraudarán. Entre ellos, se encuentra Lee TaeYong.
Cuando tiene la oportunidad de conocer el local del que es propietario, y con ello descubre al hermoso trabajador que tiene a cargo, cubierto de glitter de pies a cabeza, es que por primera vez siente que tiene un propósito: verlo.
Afortunadamente, parecen mil y un motivos para volver a ese específico club de strippers ubicado dentro del barrio rojo. Como único proveedor de confianza, es llamado recurrentemente por Lee TaeYong, quien le paga altas sumas de dinero por un puñado de anfetaminas. Se hace rutinario el ir por lo menos una vez a la semana, dos o incluso tres si tiene suerte. En cada oportunidad, las pupilas del dueño del recinto parecen más hundidas y escurridizas, vagando de inmediato hacia el bolso que siempre mantiene asegurado en su espalda, y desde donde saca el preciado botín que hace a TaeYong sonreír de oreja a oreja. Transacción terminada, es invitado a unas copas, arrastrado hacia el interior del recinto. No se hace de rogar. JungWoo está siempre ahí, sirviendo de anfitrión, demasiado ocupado como para que repare en su presencia.
Los sábados, sin embargo, las expectativas son diferentes.
A propósito planifica para que pueda realizar la venta de anfetaminas solo durante ese día, propuesta que es siempre aceptada por su cliente predilecto. A propósito también llega un poco antes, lo suficiente para que el resto de los empleados le indique por señas que TaeYong aún no ha llegado, que no tardará, que lo espere en el interior. La silla central, la misma de la primera vez, apoyada contra la mesita de vidrio, está invisible pero indeleblemente marcada como suya. Se sienta y las luces no demoran en bajar, dejando como única iluminación el foco que apunta hacia el centro del escenario.
Es ahí donde JungWoo lo recibe, sonriente, con su cuerpo trazando gráciles curvas sobre la barra que cruza el espacio de manera vertical.
No es el único en su punto de mira. JungWoo es un profesional de las artes del pole dance y striptease, y lo demuestra con cada mirada, gesto y maniobra que realiza sobre el escenario. En ocasiones lo ve acercarse hacia alguno de las decenas de presentes, jugando de manera sugestiva, apegando su boca hasta casi rozar el cuello o incluso los labios de algún desconocido. Se sienta en el regazo de ellos, frotándose contra pantalones ajenos en los que descubre erecciones que se intensifican cuando JungWoo se mueve contra ellas, echando los brazos al cuello de desconocidos que boquean, excitados, incapaces de hacer nada ante la voracidad de JungWoo. Con una vaga esperanza espera por su turno, queriendo sentir también aquellas curvas apretándose contra su regazo, deseándolo, deseándolo más de lo que nunca ha deseado algo o alguien antes.
Sin embargo, no sucede.
A las afueras, en una ronda de nuevas preguntas que repite cada sábado sin falta, y en el que gasta todo el dinero obtenido derivado de la venta de anfetaminas, le pregunta si acaso algunos intentan propasarse con él. JungWoo no responde. Cuánto, insiste, no dando su brazo a torcer. Doscientos mil esta vez. Los entrega. Sí, suspira, muchos han intentado llevárselo a la cama, y el que lo esperen después del cierre del local no es algo tan descabellado. Tras unos segundos, se atreve a preguntar si acaso alguna vez lo ha hecho, si ha caído en las redes de alguno de esos desesperados hombres.
"No creo que los clientes sean mi mayor preocupación, para serte honesto". Su respuesta no lo deja satisfecho. Insiste, menciona que le pagará el doble —aunque realmente no deba gastarse su sustento de esa manera—, todo con tal de conocerlo un poquito más. Pero por mucho que intenta acercarse a él, JungWoo esboza una negativa con su cabeza.
"Esa información no está a la venta" dice JungWoo antes de marcharse.
Lo que sí está a la venta, entiende pronto, es la cercanía con aquella piel de glitter. En un par de ocasiones ve cómo su lengua se entrelaza con otro de los presentes, dejando un rastro brilloso en labios ajenos, labios que le han ofrecido antes cuantiosas sumas de dinero que no porta consigo y que no podría juntar ni siquiera en la más grande de sus fantasías, ni aunque vendiera drogas sin descanso. No ayuda en nada escuchar cómo los afortunados mencionan, entre sonrisas incrédulas y erecciones latentes, que JungWoo besa incluso mejor de lo que jamás imaginaron. Que volverían a pagar las veces que sea necesario con tal de revivir ese momento. Que esperan invertir más y tener una noche con él.
Terminada la función, se aventura a preguntar si acaso es feliz con lo que hace. Trescientos mil. Hecho. Suspira y niega; por supuesto que no. Pregunta el porqué, pero JungWoo no hace ademán de contestar en un principio. La noche está especialmente oscura, piensa, casi tan oscura como la vestimenta con la que se ha disfrazado para no levantar sospechas. Sin decir nada, caminan hacia el paradero de taxis más cercano. Luego, antes de que lo vea ingresar a uno, aquellos labios se permiten decir una respuesta inacabada, que ronda por su cabeza hasta justo antes de conciliar el sueño, tras mucha dificultad.
"Por TaeYong"
TaeYong, en tanto, sigue pidiéndole que vaya, que si es posible que aparezca en algún día de la semana más allá del sábado. Responde con negativas: necesita que sea el sábado, necesita presenciar con sus propios ojos la manera en que JungWoo mueve sus caderas contra el piso, con la boca entreabierta, gimiendo falsa pero convincentemente. Tan convincente es, que debe morderse el labio inferior y usar su bolso a modo de escudo, asentándolo sobre su regazo, ocultando así el hecho de que la ropa se siente tirante alrededor de su pelvis. No es la primera vez que siente que el arte de JungWoo hace mella en su persona. Sucede más frecuentemente de lo que debería.
Lo desea más de lo que debería.
DongYoung quiere preguntar, en esta oportunidad, aún con la excitación a flor de piel, si acaso hay algo que quiera saber de su persona. Podría decirle y hacer lo que él quisiera, cualquier cosa. Así de mucho lo desea, así de mucho ese hermoso chico de sonrisa delicada y voz suave ha logrado transformar completamente el pasar de sus días, teniéndolo como único objetivo, como única esperanza ante una vida otrora carente de sentido.
Cuando termina su pregunta, JungWoo no pide monto: sin que pasen ni dos segundos, aquellos ojos almendrados se fijan sin pudor en el bulto que tiene entre las piernas y, luego, sus ojos se encuentran.
Una petición brota de esos labios carnosos.
"Quiero conocer tu rostro"
--------------------------------
¡Hola! Realmente espero que les haya gustado este capítulo. Cualquier comentario/voto es súper agradecido <3 En unos días más publicaré el siguiente, estén muy atentos jiji ¡nos vemos!

ESTÁS LEYENDO
Baby // DoWoo - DoJung - NCT
Hayran KurguEs una coincidencia el cómo llegó ahí, mas no lo es el quedarse y disfrutar del espectáculo. Zeus. Zeus. Zeus. El foco lo ilumina y todo se cubre de glitter. Y DongYoung se pregunta cuándo fue la última vez que se ha sentido así por otra persona. 🏆...