8.

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—Levanta el rostro, por favor.

—Disculpa, disculpa, disculpa, disculpa...

Sigue repitiendo la misma palabra una y otra vez. En un incómodo asiento, JungWoo mantiene la mano izquierda apretada contra la tela que protege la rodilla correspondiente, hiriéndola en el proceso. Al tener la cabeza gacha, las lágrimas caen limpiamente sobre su regazo.

Con la mano derecha sostiene apenas el auricular, resbalándose entre sus dedos. Al otro lado de la línea, la respiración de su interpelante espera tranquila.

—Yo no quería —vuelve a decir, dejando salir un sollozo. No es el único que se escucha en el lugar. Puede vagamente oír otros llantos, de mujeres y hombres, lamentándose por igual—. Realmente nunca quise...

—Zeus, por favor mírame. Por favor. Solo tenemos diez minutos, y ya han pasado noventa días. Por favor.

Sabe a lo que se refiere, ha tenido que experimentar en carne propia todas esas dos mil ciento sesenta horas esperando algún anuncio, algún contacto, algo que vaya más allá de las noticias relacionadas que siguen apareciendo en los medios, incansables, siendo tan solo la punta de la torre de problemas que le impiden dormir. No es capaz tampoco de separarse un segundo de su celular esperando una llamada, un mensaje de texto, cualquier cosa de él. Algún puente de comunicación que le permita arrancarse toda la culpa del pecho.

Ahora, teniéndolo al frente luego de tanto tiempo, siente que de tan solo mirarlo se terminará quebrando por completo, pero lo hace de todos modos. DongYoung le sonríe; tiene un gran hematoma en la mejilla, un corte que cruza de manera vertical su labio inferior. Ve que en la mano derecha tiene el auricular firmemente sujeto, a diferencia del suyo, que está por caérsele.

—Estás incluso más bonito de lo que recordaba.

—No, Dongs, por favor... —suplica, con los ojos llenos de lágrimas—. Me duele...

—¿Por qué, Zeus?

Repara en que nuevamente le ha llamado por el nombre que repudia con todo su ser, nombre entregado por el ex dueño del local para el cual trabajaba.

TaeYong. Recordar su nombre hace que se le encoja el estómago.

—Porque... no deberías volver a dirigirme la palabra siquiera, y acá estás, haciendo incluso un cumplido. No lo merezco —se limpia las lágrimas con el dorso de la mano libre. DongYoung mantiene una sonrisa triste entre los labios—. Y dios, por favor no me llames así. Dime por mi verdadero nombre, Ju-

Shhh.

Una mueca seria se apodera de su rostro, antes gentil. Posicionando el dedo índice de la mano izquierda justo sobre sus labios, DongYoung hace énfasis en su gesto. JungWoo da un rápido vistazo alrededor.

—No es seguro —DongYoung recalca en un susurro.

No necesita oírlo dos veces: más allá del hecho de que la habitación se encuentra repleta de otras personas que, como él, han venido a ver a un ser querido, hay otros entes que no corresponden al aura agridulce en la que están inmersos. Ajenos a los sollozos y los vidrios que separan cualquier contacto entre quienes se encuentran en el mundo exterior y los reos, las figuras de impecable vestimenta se encuentran observándolo todo con mirada crítica, fría. Filas y filas de guardias vigilan cada uno de sus movimientos; en las esquinas superiores de la habitación, pequeñas camaritas parpadean en rojo, grabando cada segundo.

Vuelve a fijar la vista en DongYoung. Se ha acercado al vidrio que los divide. Puede ver sus hematomas con mayor claridad.

—Te golpearon —musita.

—Cuéntame de tus días, ¿qué has hecho? —una sonrisa vuelve a aparecer en sus labios, en su labio inferior, en ese que está destrozado por el corte que lo divide en dos mitades desiguales—. ¿Pudiste contactarte con el resto?

—Dongs, te golpearon.

—No, Zeus, solo tuve un percance. Acá no golpean.

La tirantez de su rostro indica otra cosa. Al mantenerle la mirada, ve un largo pestañeo: un asentimiento discreto, que sin embargo es capaz de entender a la perfección.

Incluso confirmar algo como eso sería peligroso para él. Los ojos se le llenan de lágrimas.

—Acaso... ¿acaso esa es la razón por la que no he sabido nada de ti? ¿En qué condiciones te han tenido...?

—En las mismas que proceden para cualquiera que esté bajo la sospecha de un crimen. Ni más ni menos.

En la voz de DongYoung no hay resentimiento alguno. Lo dice con voz neutral, la misma que han empleado los guardias al guiarle hacia el cuarto de visitas de la cárcel. Para DongYoung han sido noventa días. Prisión preventiva, una investigación en curso. Y él en cambio escondido, lejos del escrutinio público, asustado de salir siquiera a la calle, teniendo pesadillas llenas de fuego que lo ahogan con el humo y la culpa. Culpa, porque DongYoung está bajo la lupa y él no. Culpa, por ser incapaz de entregarse y sufrir junto con él la consecuencia de sus actos.

Quiere decirle que ya no aguanta más, que se entregará pronto a la policía. Abre la boca. La mirada dulce de DongYoung, sin embargo, es más rápida.

—No he podido decírtelo antes, pero estoy tan feliz de que hayas escapado de ese lugar. Todo eso se terminó. Y quiero que disfrutes tu nueva libertad, JungWoo. Es lo único que quiero.

Nuevas lágrimas corren por su rostro al escucharlo. Pese a que un grueso vidrio los separa, es capaz de sentir su calidez. En el auricular, única manera de poder comunicarse debido a la aislación acústica que impide una conversación directa, escucha la voz de DongYoung tranquilizándolo. Que está bien. Que han sido noventa días preguntándose si acaso se encontraba en buenas condiciones, y que verlo ha sido lo mejor que le ha pasado durante toda la prisión preventiva; lo único, confiesa al final.

Al acordarse de las horas infinitas que ha pasado preguntándose por él, añorándolo de la misma manera, saca un poco de fuerzas para decírselo.

—Dongs, pensé que... que a la primera persona a la que llamarías sería a mí —suspira, mirándolo directamente—. Pero ni siquiera eso. Tuve que valerme de lo que decían los noticiarios para saber en qué cárcel te habían metido...

—Habría sido tan peligroso —responde, negando con la cabeza—. No quería exponerte bajo ninguna circunstancia. Decliné mi derecho a recibir visitas. Esta es la primera vez que lo utilizo.

—¿Y entonces por qué ahora sí me permitiste venir? —ignora los escalofríos que lo invaden cuando, una vez más, siente su calidez traspasar la barrera de vidrio; calidez impresa en cada una de sus palabras. Inspirando hondo, prosigue—. ¿Qué cambió?

Silencio. En los labios de DongYoung aparece una tenue sonrisa.

Sus ojos vuelven a ser ponzoña, como alguna vez los conoció, y por primera vez los ve quebrarse.

—JungWoo, tú sabes que mi sentencia es esta tarde, ¿verdad?

Baby // DoWoo - DoJung - NCTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora