II

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POV Alba

Ya llevaba tiempo en ese hospital, tanto que se había convertido prácticamente en mi casa. Solía tener una compañera de habitación pero se recuperó y le dieron el alta, ahora estaba yo sola. Llevaba tiempo combatiendo leucemia. Aún que no había sido fácil mi familia siempre había estado a mi lado y eso hizo el proceso un poco menos pesado.

Hace un par de días uno de los doctores me había comunicado que por fin habían conseguido un donante para el trasplante de médula que necesitaba. Faltaban solo dos semanas para la operación y estaba nerviosa, también tenía miedo, pero era lo único que podía por fin curarme.

Llovía a cántaros y no podía dormir. La lluvia golpeaba el cristal de mi habitación con fuerza, aún que en la parte del hospital dónde me encontraba estaba alejada de la zona de urgencias a veces escuchaba como llegaban las ambulancias. Los doctores siempre se organizaban rápidamente y escuchaba sus pasos rápidos del otro lado de la puerta. Una enfermera abrió con sumo cuidado la puerta y yo me giré.

-¿Qué pasa Clara? -Le pregunté.-

-Vas a tener una nueva compañera de habitación. -Anunció entrando a la habitación y cerrando la puerta después de pasar.-

-¿Y por qué tanto jaleo? - Pregunté incorporándome en la cama y encendiendo la luz.- 

-Un accidente de moto parece, bueno, eso es lo que he escuchado.

-Joder... -Hice una mueca.- ¿Es la chica que va a venir aquí?

-Sí, eso creo. -Me dijo y me sonrió mientras tendía la cama para la nueva.-

-¿Sabes algo de ella? 

-Algo sé. -Se hizo la interesante y rodé los ojos divertida.-

-Cuenta va... 

-Vale, vale. -Puso una funda blanca en la almohada.- Es una chica, tiene veinte años y creo recordar que han dicho que se llamaba Natalia. -Clara se sentó en la cama.- 

-¿Han avisado a familiares ya? 

-No lo sé cariño... -Suspiró.- Acaban de encontrar su D.N.I. en su billetera, supongo que avisarán ahora.

-¿Sabes que le ha pasado?

-Que curiosa eres. -Sonrió divertida.- 

-No hay mucho que hacer aquí. -Rodé los ojos y me senté como indio.-

-Pues... Es un poco complicado y doloroso de explicar...

-¿Pero se pondrá bien? 

-Sí, sí, el equipo médico la tiene controlada y estable. -Sonreí al escuchar buenas noticias.- Está lloviendo mucho, se ve que se cayó de la moto y al caer se deslizó por la calle haciéndose varias quemaduras... -Puso una mueca.- Se ha abierto la espinilla y el hueso está roto... 

-¿Se le ha salido el hueso? -Pregunté un tanto alarmada y toqué con mis dos manos mi espinilla como comprobando que seguía allí, después me reí por lo que acababa de hacer.-

-Sí. -Suspiró.- Las motos son peligrosas, debes tener extremado cuidado y más con lluvia. -Se levantó de la cama y besó mi frente.- Se va a poner bien, pero va a estar por aquí unos meses... Más vale llevarte bien... -Yo reí y me despedí de ella. Después salió cerrando la puerta.-

Recuerdo a Clara como si fuera ayer el primer día en el hospital. Clara fue una de las primeras enfermeras que me atendió cuando me diagnosticaron leucemia linfoblástica aguda, cuando mis padres no podían venir ella siempre estaba para mí. Hablaba conmigo de todo, incluso de su familia, me dijo que tenía dos hijas, Julia y Raquel. 

La más mayor, Julia, tenía mi edad y el año que estuve ingresada vino a verme varias veces, nos convertimos en amigas enseguida. Mis amigas también venían a verme a menudo, Marta siempre venía con alguna anécdota graciosa y me lo pasaba genial, Sabela venía todos los sábados sin falta, comíamos juntas. Noelia y Joan venían cuando podían y me traían los apuntes de clase, yo estudiaba bellas artes y no quería perder el hilo de lo que estábamos dando así que les pedí que me trajeran los apuntes de vez en cuando.

Con cuidado me levanté de la cama. Llevaba el pijama puesto, me puse unas zapatillas y salí de mi habitación curiosa, era tarde y no había nadie por los pasillos del hospital. El hospital era bastante moderno, estaba limpio y las salas comunes eran espaciosas. Caminé por los pasillos en silencio, pues si algún enfermero me veía me iba a enviar de vuelta a la habitación, me senté en un sofá enfrente de quirófano y esperé, no tenía nada que hacer. Uno de los doctores salió, iba manchado de sangre, no me espanté pero lo miré preocupada.

-¿Alba, que haces despierta? -Me preguntó.-

-Es que no podía dormir Manu. -Le dije.- ¿Qué tal está?

-Estable. -Sonrió satisfecho.- Pero aún queda un rato para que salga, así que mejor irse a la cama. 

-Ya voy, ya voy... -Rodé los ojos levantándome del sofá.- ¿Va a ser mi nueva compañera verdad?

-Puede.

-¿Como que puede? -Lo miré.- Llevo más sola que la una en esa habitación, estoy aburrida.

-Ay Alba... -Se rió.- Sí, será tu nueva compañera. -Sonreí ampliamente.- Por cierto, el tema del trasplante va viento en popa.

-Que bien. -La sonrisa se me borró de repente.-

-¿Qué pasa? -Preguntó al notar es gesto.-

-Me da un poco de miedo... -Confesé.-

-No tienes porqué tenerlo, de verdad Alba, todo va ir bien. -Sonrió.- Eres una joven muy fuerte, muy valiente. -Me dijo.-

-Gracias Manu. -Me despedí de el con la mano y caminé sin prisa hasta mi habitación.-

Al estar en la fase de remisión no sentía los síntomas del cáncer aún que claramente seguía allí, por eso necesitaba el trasplante. Últimamente me encontraba bien, hace un par de semanas la fiebre no me bajaba y me mareaba muy seguido, pero ya estaba mejor. Había hacho muchas pruebas y por fin me habían encontrado un donante. Mi hermana y mi madre también se hicieron pruebas a ver si eran compatibles pero desgraciadamente el resultado fue negativo.

Yo siempre había sido una niña sana, jugaba a fútbol en el colegio, iba en bici a la universidad... Pero fue un día en clase de dibujo que me mareé mucho y me desmayé. Esa misma tarde terminé en urgencias. Me diagnosticaron leucemia linfoblástica aguda después de hacer varias pruebas y enseguida comencé los tratamientos. Mi madre los primeros meses los pasó fatal, pues ella vivía en Elche junto a mi hermana y tuvieron que dejar todo para venir aquí. 

Me tumbé en la cama después de haberme descalzado y me giré mirando hacia la ventana. Las gotas resbalaban en esta como la mantequilla en una sartén caliente. La chica de quirófano mañana venía y para mí era como si tuviera de nuevo una compañera de piso, me hacía ilusión. Es un poco triste ilusionarte cuando van a ingresar a otra persona, pero había pasado tiempo sola y esas cuatro paredes blancas cada vez estaban más apagadas, todo era más triste. Viendo las gotas caer me entró sueño, así que me dejé llevar y cerré los ojos.

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Otro capítulo porque me había quedado yo misma con la intriga.

Espero que os este gustando.

Os quiero.

❤❤

Sempiterno // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora