DOS

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Cerca de las cuatro de la tarde el timbre del orfanato volvió a sonar y esta vez la puerta se abrió al primer toque. Daichi se fijó en que Suga se había cambiado de ropa, su cabello estaba todavía húmedo y llevaba un bonito suéter gris como su pelo que hacía destacar aún más sus ojos castaños. Daichi se fijó también en un rayajo de rotulador naranja que le cruzaba toda la cara, del que seguro Suga no se había dado cuenta. Daichi dibujó una sonrisa y se guardó un comentario al respecto.

—Bienvenido —dijo en voz baja Suga—, pase, los niños están haciendo la siesta.

—Gracias —dijo al pasar.

La casa por dentro era tal y como por fuera prometía ser, pero pese a los años que tenía estaba limpia y ordenada en la medida que puede estarlo una casa con siete niños.

—He pensado que voy a enseñarle primero la casa y lo apunta todo ahí —dijo Suga señalando la libreta que Daichi traía en las manos.

«Vaya que si pienso anotarlo», pensó este sorprendido, hasta cierto punto, de lo pronto que había confiado en él. «Supongo que estaba demasiado desesperado porque llegara este momento...».

Suga le explicó que la planta de arriba no la usaban, pues a bajo estab todo y además veía muy peligrosas las escaleras y la puerta a la terraza. A bajo tenían un salón-comedor, la cocina, dos baños pero uno estaba cerrado.

—No funcionan ni los grifos ni la cisterna por eso lo cerré —le había explicado.

También había un despacho, que era lo que Suga usaba como habitación, para estar en la misma planta que los niños por si ocurría algo de noche. Además de un cuarto de estudio y lectura donde les enseñaba y, por último, la habitación de los niños.

—Se la enseñaré cuando despierten y le presentaré a los pequeños. Pero más o menos esto es todo.

A parte le dio unos cuantos documentos sobre las últimas obras, el coste de estas y los ingresos y gastos de los últimos años para que los revisara todos más tarde.

—Como ve las paredes tiene desconchones y algunas humedades. Hay grietas, casi nada funciona bien... Pero con el dinero que recibimos actualmente no da para nada...

—Ya. También he visto algunas pintarrajeadas por los niños... —comentó en tono neutro.

Suga se rascó el cuello.

—Ya, eso es culpa mía, claro. Siempre les vigilo pero a veces.... —se calló al pensar que no debía poner excusas—. Si nos pintaran de nuevo las paredes los niños no las volverían a rayar, porque ya son más mayores y... Si... Si nos dan la subvención le prometo que la valoraré. No van a romper lo que nos den.

—Tranquilo, lo sé. No digo que no vayamos a darle nada por eso. Ni digo que lo estropea usted adrede para que le demos el dinero.

Daichi le miró fijamente, veía a Suga sufrir cada segundo, así que dejó el tema.

—Aún hay cosas de la casa que quiero mirar con más detalle, pero ¿le parece si vamos al salón? Me gustaría hacerle algunas preguntas y será bueno aprovechar que todavía están durmiendo. ¿Siempre duermen a esta hora?

—Normalmente no. Duermen media hora después de comer y les despierto para darles clase.

—¿Usted es maestro?

—Bueno... no. No —dijo negando con la cabeza—, les enseño lo más básico. Solo a Asahi se lo hago a parte porque ya es más mayor, pero aquí debería venir una persona que se encargara de eso, lo pedí también en las cartas que escribí.

—Ya, de hecho debería haber aquí una segunda persona ¿no?

—Sí, eso mismo pienso yo.

—¿Diría entonces que es incapaz de llevarlos a todos usted solo?

Guardián del nido [DAISUGA]🐣Donde viven las historias. Descúbrelo ahora