1: El Peor Verano

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El verano acababa de comenzar y, aún así, el calor y el abrumante silencio se sentían eternos a los ojos de los tres hermanos Potter que vivían en el número doce de Grimmauld Place. La puerta y las ventanas estaban cerradas, y las cortinas estaban corridas a pesar de que la casa era invisible para cualquiera que no conociese su ubicación. Dos de los hermanos, el más grande y la más pequeña, habían decidido hacía no mucho que jugarían su nuevo juego de mesa inspirado en el quidditch para entretenerse en medio de aquella pesadilla. Sin embargo, el hermano de en medio llevaba varios días sin moverse de su cama, con las cobijas cubriéndole hasta la cabeza y pensando en todo lo que había sucedido hacía menos de un par de semanas.

Albus Potter era un chico de quince años, ligeramente delgado, de cabello negro y ojos verdes, una copia exacta de su padre, Harry Potter. Aunque nunca había sido particularmente alto, en los últimos meses Albus había pegado un estirón, así que ya era casi tan alto como su hermano mayor, James. Generalmente se le podía ver con una sonrisa noble en su rostro, pero, para Albus, de eso ya había pasado mucho tiempo. Ahora, el chico solo salía de su habitación para cumplir necesidades básicas como alimentarse e ir al baño y, salvo algún que otro gruñido, intentaba no emitir sonido alguno. Este comportamiento comenzaba a irritar a James y Lily, quienes ya habían expresado a sus padres lo preocupados que estaban por el estado anímico de su hermano. A pesar de los esfuerzos de Ginny y Harry por sacar a su hijo de aquél desorden en el que vivía, la reacción de Albus fue nula. De ese modo, los adultos decidieron darle su tiempo para recomponerse, y Albus apreciaba que así fuera.

En cuanto a Lily y James, era una situación distinta. Ambos comenzaban a detestar la molesta actitud de su hermano, pero el chico pensó que sería mejor mantener las cosas de esa forma. Sabía que, de intentar actuar como si todo estuviera bien, sus emociones en cualquier momento estallarían y diría algo a sus hermanos que no debería decirles. Además, le interesaba escuchar lo que decían de él cuando no estaba presente.

Mientras pensaba esto, casi automáticamente, logró distinguir la voz de James subiendo las escaleras.

-Han pasado dos semanas- decía -A todos nos duele la muerte de Hagrid, pero esa no es la forma de sobrellevarlo.-

-Déjalo- refutó Lily -Ya se pondrá mejor...-

Albus escuchó un golpe, probablemente se trataba de James dándole un puñetazo a la pared.

-Tiene que ponerse mejor- continuó el chico -pero si no nos deja ayudarlo, va a ser difícil... ¡Si! Hagrid murió, los mortífagos escaparon. Pero el mocoso debería dar gracias porque al menos se logró rescatar a todos los que estaban secuestrados en el Lago Negro y encerrar a esas bestias... ¡Ah, y que no se olvide de que su novia estaba entre esos alumnos!-

-¡James! ¡Baja la voz!- exigió Lily -¡Podría estar dormido!-

-Con suerte, nos estará escuchando- finalizó James, reanudando el camino hasta su habitación y cerrando la puerta de un fuerte golpe.

La puerta de la habitación de Albus comenzó a abrirse lentamente y este cerró los ojos, tratando de hacerse el dormido. Por su mente pasaron un montón de imágenes a velocidad impresionante: la batalla contra Crono Ivanaro en medio del Bosque Prohibido, seguido de su primer patronus, la noche en que secuestraron a Gwen y, por último, la muerte de Hagrid. Todos estos recuerdos lo abrumaban con frecuencia, y en aquella ocasión el dolor era tal que tuvo que abrir los ojos nuevamente, encontrándose con su hermana, quien lo miraba desde la puerta, con los brazos cruzados y una expresión de desaprobación.

-Si quieres hablar, sobre el Lago... o sobre Hagrid... o sobre Gwen- dijo la chica -Puedes hablar conmigo siempre, ¿Lo sabes?-

-No quiero hablar de eso por el momento- respondió Albus, dándose la vuelta para quedar de espaldas a su hermana.

Albus Potter y la Última ProfecíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora