Harry se había levantado aquella mañana con un sentimiento de incertidumbre y, en cierto grado, nerviosismo. A pesar de que había hecho hasta lo imposible por mantener a sus hijos alejados del peligro, parecía que ellos siempre encontraban la forma de meterse en problemas. Aunque parezca irónico, en su rostro se dibujaba una sonrisa, pues ahora entendía cómo se sentía la señora Weasley tantos años atrás, al verlos a él y a Ron salvarse de por poco de la muerte al menos una vez cada año. Sin darle muchas vueltas al asunto, se aseó, se vistió, y salió de la habitación que compartía con Ginny, Hermione y Ron en el piso superior de la Mansión Malfoy.
Había sido idea de Harry trasladar a la Orden del Fénix a la Mansión Malfoy, y tenía un par de razones para creer que había sido un buen plan. Por un lado, nadie sospecharía que Draco Malfoy aportaría su hogar para servir como Cuartel Secreto de la Orden. Por otro lado, al pasar tan poco tiempo en Grimmauld Place, evitaría ser seguido por mortífagos, manteniendo a sus hijos a salvo de cualquier forma. Porque, si algo había aprendido Harry en sus años en el Ministerio, es que siempre hay que desconfiar del Ministerio. Alerta permanente.
Bajó al comedor, donde Draco y Narcissa estaban desayunando. Revisó el reloj que llevaba puesto desde los diecisiete años y, como aún tenía un par de minutos, se sentó junto a ellos.
-Buenos días- saludó, un poco incómodo.
A pesar de que Harry había perdonado a los Malfoy hacía muchos años, se sentía raro ser un huesped en el lugar donde Hermione había sido torturada, Luna fue secuestrada, y Dobby asesinado.
-Buenos días, Harry- respondió Narcissa alegremente -¿Te apetece algo de comer?-
-No hace falta, señora Malfoy- se apresuró a decir Harry -Puedo comprar algo en la cafetería del Ministerio de Magia.-
-Insisto, es lo menos que puedo hacer- dijo Narcissa -Después de todo, te debemos mucho.-
Harry se sorprendió al oír esto. Y es que nunca había mantenido una conversación propiamente dicha con Narcissa Malfoy. Miró a Draco en busca de respuestas.
-Ella tiene razón- concedió Draco -Nos ayudaste hace años, ya sabes, luego de la batalla.-
-El juicio, lo recuerdo- dijo Harry, aceptando finalmente el plato que le sirvió Narcissa -No hay nada que agradecer. Ustedes habían sido forzados a hacer cosas con las que no estaban de acuerdo. Además, desertaron antes de terminar la batalla, por lo que son completamente inocentes. Yo soy quien debe estar agradecido. La ayuda de Draco en la investigación de los artefactos de Voldemort fue de vital importancia.-
-Solo hice lo correcto- concluyó Draco.
-Y me alegra que lo hicieras- finalizó Harry -Gracias por la comida, señora Malfoy. Debo irme a trabajar. Draco, mi oferta sigue en pie. Ya sé que te gusta el negocio del coleccionismo, pero si cambias de opinión, el Departamento de Seguridad Mágica se beneficiaría con tus servicios como Investigador de Objetos Tenebrosos. Piénsalo.-
Harry se dirigió a la chimenea, tomó los Polvos Flú, y en un abrir y cerrar de ojos se encontraba en el Ministerio de Magia. Con el pasar de los años, Harry había aprendido a soportar los viajes por la Red Flú, cosa que parecía imposible cuando era jóven. Se acercó al ascensor y esperó junto a los demás directores de departamento y personal que llegaban en aquél momento.
-Buen día, Potter- saludó Rolf Scamander.
-¡Hola, Rolf!- saludó Harry -He escuchado que Luna ya recibió la oferta.-
-Así es- afirmó Rolf, sonriendo -Es lamentable que sucediera bajo estas circunstancias, porque sabemos el aprecio que todos le tenían a Hagrid... Pero Luna está muy contenta de ser la nueva profesora de Cuidado de Criaturas Mágicas.-
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Albus Potter y la Última Profecía
FanfictionLas vacaciones de verano acaban de empezar y Albus se encuentra estresado y asustado. No ha recibido noticias de Rose y Scorpius y, junto a Lily y James, presienten que los mortífagos están planeando su próximo ataque. Al comenzar su quinto curso en...