|| 3 ||

40 3 0
                                    

— ¿Qué haces aquí? —pregunté algo idiota. La chica me miró sin saber qué decir y volvió a sonreír.

—Creí que te gustaría una excusa para salir de tu casa...

Suspiré mirando el suelo y comencé a caminar, ella me siguió luego de dudarlo por un par de segundos.

— ¿Quieres hablar? —preguntó.

—La verdad no.

—Vamos, Luke.

Rodé los ojos, aunque, después de todo, me hacía un favor al sacarme de mi casa. Allí solo podría pensar en la carta que no tenía.

—De acuerdo —suspiré—, ¿de qué quieres hablar?

—He visto mucho a tu amigo Michael por aquí últimamente. ¿Lo conoces hace poco?

—No, pero ahora que no hay nadie en casa no le avergüenza venir —sonreí ligeramente.

—No parece el tipo de chico que se avergüenza con facilidad.

—No lo es, pero mi madre logra ponerlo nervioso con todas sus preguntas sobre mí —le dije encogiéndome de hombros.

— ¿Por qué no te pregunta a ti?

—Porque yo no se lo digo... ¿tú le cuentas todo a tus padres, sobre ti y lo que haces?

—No, todo no —admitió—. Pero si les cuento algunas cosas...

—Bueno, yo no. Especialmente si se trata de Ch-...

Isabella me miró de reojo, extrañada, me había quedado quieto pensando. Volví a ponerme en camino a ningún lugar, ya que estábamos dando pasos sin rumbo, y ella no pudo evitar preguntarme:

— ¿De quién?

—No importa, lo que quiero decir es que no les incumbe, a ti tampoco —tal vez fui demasiado rudo al decir eso, porque Isabella se quedó callada y no volvió a decir una palabra hasta que llegamos a una plaza que, con la oscuridad de la noche rodeándonos, se veía aterradora.

—Qué extraño... —observó mientras nos sentábamos en los columpios, no nos movimos de ahí.

—¿Qué?

—Lo vacío que está este lugar.

—¿Qué esperabas? Es muy tarde.

—No lo suficiente, observa —señalo la calle—. Ni si quiera un alma.

—Da igual —dije cerrando los ojos lentamente, moría de sueño.

—A ti nada te importa, ¿verdad? —suspiró.

—Es solo una calle vacía, Isabella.

—Como digas —gruñó poniendo sus manos en las cadenas del columpio sobre el que estaba sentada.

De acuerdo, tal vez, TAL VEZ, estaba siendo un poco maleducado con ella.

—¿Por qué preguntaste por Michael? —fue lo único en lo que pude pensar, Isabella y yo ni si quiera éramos amigos, no sé qué planeaba con todo eso.

—Porque eres un idiota y no quieres hablar de nada.

Algo me decía que estaba ligeramente irritada… Reí para mí mismo al pensarlo. Un silencio volvió a inundarnos; era incómodo cuando hablábamos, así que pueden imaginarse lo que se sentía cuando no lo hacíamos. MUCHO PEOR.

—Estoy muy cansada, será mejor que volvamos —podía sentir por su tono que estaba mintiendo, aunque no entendía por qué se había enojado así, después de todo fue ella quien tocó mi puerta.

Querida Chloe Donde viven las historias. Descúbrelo ahora