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Desperté con un dolor de cabeza terrible, seguramente fue por culpa de todos esos pensamientos que golpeaban contra mi cerebro y evitaban que me quede dormido. Escuché unos pasos acercándose a mi habitación y sonreí.

—Buen día, princesa —sonrió Michael seguido por Calum.

—Estoy seguro de que si no fuera por ustedes, los profesores no tendrían idea de que existo.

—Me sorprende tu buen humor —observó Michael.

—Sí, creí que nos comenzarías a arrojar tus calzoncillos sucios para echarnos —rió Calum haciendo que Mickey haga una mueca de desagrado.

—No es una mala idea —opiné.

—Te tiraré por la ventana si lo piensas si quiera —advirtió el de cabello rojo… ¿rojo?

—¿Nuevo color? —sonreí.

—¿Acaso no me veo hermoso? —dijo poniendo la voz aguda y dando una vuelta como si llevara un vestido puesto.

—Como digas, campeón.

—Suficiente —interrumpió Calum riendo conmigo—. Agradecería que nos apuremos.

Michael y yo intercambiamos miradas mientras me ponía de pie.

—¿Y por qué tanto apuro?

Calum sonrió haciéndose el inocente y mordió su labio.

Michael: —Awwww, a Calum le gusta una chica —dijo burlón—… espera, es una chica, ¿verdad?

Calum: —Por supuesto que es una chica, idiota.

Michael: —Bueno, uno nunca sabe.

Me vestí y bajamos hasta la cocina, Mickey quiso bajar las escaleras por la baranda y terminó golpeándose la entrepierna cuando llegó al final.

—Te dije que no lo hicieras —le recordé mientras se retorcía en el suelo.

Tomé un gran tazón y lo llené de cereal y leche para luego devorarlo en segundos.

Calum: La princesa come como monstruo.

Yo: — No puedo creer que estés de su lado —reí negando con la cabeza.

Calum: —¿Estás bien, hermano?

Michael: —Díganle a Ashton que lo amo —tosía pretendiendo agonizar. Caulm y yo reímos ligeramente y lo ayudamos a levantarse.

No tomé mis llaves, supuse que Mickey nos llevaría. Así que solo me relajé en el asiento del acompañante (porque el asiento trasero es para mortales) y no faltó esa cancioncita proviniendo de la boca de Caulm durante todo el transcurso del viaje.

****

—Auch, eso debió doler —opinó Ash una vez que terminó de leer la carta que Chloe me había enviado.

—¡Al fin alguien que me entiende!

—No me sorprende —bufó Mickey dándole un gran mordisco a su almuerzo—, las chicas se entienden entre ellas.

—¿No te cansas de molestarme? —pregunté pretendiendo estar enojado.

—No, nunca pierde la gracia —rió y no pude evitar reír con él.

—¿Qué vas a decirle? —dijo Ashton con interés.

Tomé la carta lo más rápido que pude y la guardé en mi mochila para evitar que cualquiera la vea. Parecía haberme vuelto loco, pero sabía que nada bueno saldría de que todos supieran sobre mis cartas con Chloe.

Querida Chloe Donde viven las historias. Descúbrelo ahora