¿Celosa yo? Para nada, no podía sentirme en lo mas mínimamente celosa, simplemente no me gustaba aceptar la idea de que un hombre estuviera jugando de aquella forma conmigo, era para mi orgullo algo inadmicible y comenzaba creer que eso era una clase de castigo por no haber respondido a las mil ochocientas mensajes que Anthony me había mandado— Las cuáles mi madre insistía todos los dias en recordarme—.
Seguro que Anthony mismo me había puesto una plaga o algo por el estilo, pero no estaba dispuesta ha aceptar que un hombre me manipulará al igual que una muñeca como Jack parecía pretender.
Rachel Cooper, vicepresidente de contabilidad, era en pocas palabras una treintona de arraso, de esa clase de mujeres que suele robar miradas hasta de las de su mismo sexo al pasar. Era alta tendría al menos 1,78 de altura una cualidad que nunca tuve y a los 23 años con solo 1,63 estaba ya completamente segura que no iba ha tener, su cabello color miel le caía sobre los hombros como si cada hilo que lo conformaba fuera de seda pura, todas sabían que pasaba horas en el salón para verse bien y nunca faltaba un día al gimnasio, su cuerpo era suficiente prueba de ello... Jennifer Aniston le tendría envidia, mucha, pero mucha envidia, Rachel era una de esas mujeres a las que le gusta pues... gustar.
Casi no solía verla, su oficina estaba en la planta de abajo y ella no tenía mucho que hacer en la área de relaciones públicas y publicidad, pero desde que había pasado lo vivido con el señor Humes la veía todos los días pasar cerca de mi oficina o de los escritorios de mis secretarias para luego subir al último piso en donde estaba la oficina del susodicho. La mayor parte de las veces bajaba de allí acompañada de Jack y eso en verdad que me enfurecía.
—Es muy sexy ¿Verdad?— Comentó Gabriel quien había estado observando a mi lado, mientras que al igual que yo sostenía una taza de buen café y seguro fue mi cara la que le hizo saber que era mejor que se hubiera mantenido callado— Pero no te pongas celosa, mi amor... Tu de todas aquí eres la mas hermosa.
—¿Por qué no me dices eso frente a Rose?— Pregunté con ganas de picarle un poco y su rostro retrató suma confusión como nerviosismo.
—¿Que hay con Rose?— Estaba rojo, lo acababa de pillar, bueno... De todas formas ya los había pillado dos veces demostrándose su amor y más que seguro toda la empresa con lo poco pudorosos que podían llegar ha ser.
—Señor Thompson, el señor Kendall solicita un papeleo que tiene...— Dijo Rose con bastante timidez al acercarse a nosotros, Gabriel puso en el rostro un semblante serio y ante la frialdad entre los dos no pude evitar hacer lo que hice.
—¡Pero Rose! ¿Que es ese formalismo? No, no, no... Si ustedes dos ya son "íntimos"— El rostro de cada uno no tenía precio casi me había dejado invadir por un ataque de risa tras verlos— ¡Vamos! No sean tímidos... No tienen porque serlo y anímense... ¿Porque no se besan? En el escritorio del señor Hudson han hecho más que eso así que... Que no les de pena...
Cuando decidí alejarme ambos parecían dos tomates, pero ya lo admito fue muy malo de mi parte tomando en cuenta que ninguno tenía nada que ver con lo que me hacía el señor Humes, pero la verdad es que como esperaban poder andar por la empresa actuando con aquella total indiferencia ya que seguramente media empresa debía haberlos visto ya fornicando.
Al menos no me parecía posible que solo yo y el señor Humes nos hubiéramos topado con sus amoríos, ya que al final ellos tenían menos tapujos que en una película porno ¡Vaya par de dos! Pensar en ellos me hacía pensar en Jack y yo encerrados en el armario, mientras los veíamos entregarse de forma salvaje apoyados en el escritorio de mi jefe.
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Juegos de sumisión y placer «¿Quien es Jack Humes?»
Roman d'amourAisha Anderson solo tiene 23 años, pero va a tener que enfrentarse con su peor pesadilla tras conocer a Jack Humes el jefe de la empresa para la cuál trabaja, impotente en cierto modo de impedir que ese invada por completo su mundo con lo que empezó...