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—De verdad que la vamos a extrañar, señorita Anderson...— Comentó Rose tras darme un caluroso abrazo en delante de todos los demás, abrazo que respondí del mismo modo— ¡Estoy en verdad muy feliz por usted, señorita Anderson!

                       A pesar de las muy claras objeciones del señor Humes y de su gran insistencia de que me fuera junto con el hasta su casa de Hamburgo, yo había optado primero por dar una última pasada por la “Lüstern” de New York ya que había algunas cosas que deseaba recoger de mi oficina, cosas de increíble valor sentimental y que me acompañaban a donde fuera que tuviera que ir— una foto de mi abuela la cuál usaba de amuleto de la suerte y santo, una foto mia al lado de mi madre y una foto mia con Paúl en donde yo me veía increíblemente feliz y la que por desgracia no estaba en mi oficina como había creído en un principio, tendría tan solo 19 años cuando me sacaron esa foto junto con él— fuera de que tenía deseos de despedirme de mis compañeros, de la empresa, de mi departamento ya puesto en venta, de mi madre y de la que ya no sería mi vida...

               Ni bien puse un pie en el piso en donde se encontraba mi oficina me encontré con un pequeño agasajo de despedida en el cual Rose, Gabriel, Ashley y Camilla eran participes. Mas que una fiesta de despedida, mis compañeros aprovecharon el momento para felicitarme no solo por mi compromiso— que aún ante mis claras objeciones, Jack había insistido en anunciar a los cuatro vientos— también por la nueva posición que había adquirido en la empresa gracias a este, el señor Humes me convirtió en socia de un 30% de la empresa aún ante mi clara sorpresa y protesta, además para ponerle la cereza al pastel Jack se encargó de despedir al señor Hudson cosa que no podía negar me causaba cierta alegría, además de hacer cambios muy radicales, pero necesarios en el personal de la empresa, algunos por sugerencias mias y otros ya previstos mucho antes de conocerme siquiera.

—¡Pero que callado te tenias el que eras la novia del jefazo alemán, zorrita!— Comentó divertido mi buen compañero Gabriel antes de que Rose le diera un codazo en el omóplato—¡¿Y eso?!

—No deberías hablarle así, bruto— Dijo Rose con tonito de enfado.

                La verdad resultaba divertido como tierno ver a aquel par actuando de aquel modo tan íntimo, al final se habían decidido por anunciar su noviazgo lo que ya estaba en hora buena y de verdad que me alegraba por ellos, pero en cierta forma verlos me hacia sentir una especie de mal estar, algo como nauseas empezaban ha apoderarse de mi estómago ¿maripositas quizás?... Empezaba ha acordarme de aquel día en que encerrados dentro de un armario yo y Jack los vimos entregarse a sus mas bajos instintos, por lo que de un extraño y enfermo modo aquel par me hacía pensar que quizá tan solo quizá lo que había entre aquel alemán gruñón y yo era mas que solo sexo...

—¡¿Vas a irte sin que te de un abrazo y te felicite por tu compromiso!?— Exclamó Erickson al tiempo que bajaba las escaleras para encontrarse con la pequeña fiesta de despedida que me habían montado, tenía los brazos abiertos y su rostro se veía de lo mas afable, la verdad es que verlo sin que Jack estuviera a mi lado me ponía los vellos en punta al final de todo con lo que había pasado aquella noche en la fiesta... No sabía que confianzas podía esperar de el.

—Claro que no, señor Kendall...— Respondí a su abrazo con nerviosismo, pero al final aquel abrazo resultó ser de lo mas inocente y amistoso, la verdad era que todo en su lenguaje corporal parecía indicar justo aquello.

—Perdón no llamarlo antes, señor Kendall... Pero me informaron que tenia una junta importante por lo que no quise incomodar, pero por supuesto le aparté un pedazo de pastel— Se disculpó Rose con bastante cordialidad— Además también entiendo que debo felicitarlo por su ascenso, señor Kendall...

Juegos de sumisión y placer «¿Quien es Jack Humes?»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora