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                                 Ya para el miércoles de la semana siguiente nos encontrábamos en Madrid y tuve el gran placer de volver ha ver a Luis Fernando León González, un hombre que debería tener cómo unos cincuenta años y que estaba encargado de la “Lüstern” de Madrid, siempre hubo mucho feeling entre yo y el señor González— pero por favor no me mal interpreten ya que el señor León era un hombre felizmente casado desde hacía ya cómo unos veinte años— el era aquélla clase de hombre bastante respetuoso y a la vez bastante cariñoso con las personas que lo rodeaban subordinados o no, un hombre en pocas y burdas palabras muy, pero muy español en todo el sentido que conllevaba serlo, uno de mis mejores recuerdos de él era que él si sabía cómo hacer a alguien reír y sentirse bien a su lado, así que en realidad nuestro feeling era de pura amistad.

                    Era un jefe con el que te podías sentir tan cómodo como si fueras su igual, un hombre humilde que simpatizaba a cualquier persona con la buena vibra que despedía su ser, por eso y otras cosas era—y sigue siendo— evidente que el señor González me agradaba.

—¡Señorita Aisha! ¡Que maravilla! No sabía que usted trabajará ahora para Jack, siempre pensé que desperdiciaba sus talentos con ese tal Derek Hudson ¡Jamás conocí en mi vida a hombre mas antipático!— Exclamó al ver que estaba junto a Jack cuando recién acabábamos de poner pie al edificio, dándome un beso en ambas mejillas ha modo de saludo— ¡Jack se ha ganado la lotería! ¡Siempre me la he querido robar! Incluso le he ofrecido él triple del salario que tenía con Hudson, pero por desgracia jamás ha querido mudarse a España...

—Me encantaría usted lo sabe, señor González... Pero mudarme es algo impensable por ahora— Aclaré con cierta reserva que no solía tener con aquel personaje en particular ya que la presencia de Jack me ponía un tanto tímida.

—¡Pero serás jodía! No seas asi, cariño... ¿Qué pasa con tanto formalismo? Me haces sentir mas viejo de lo que ya estoy, bueno... Es una pena, tú y Gabriela siempre se han llevado tan bien, además del trabajo tan impecable que desempeña usted— Dijo como si en verdad se lamentará— Pero me alegra que escogiera trabajar para Jack, aquel tío antipático de tu jefe me tenía podrio, pero de verdad que tío mas horroroso ese...

                           Tras algunos intercambios de palabras mas los tres nos dirigimos hasta la segunda planta en donde Gabriela nos esperaba frente al ascensor, Gabriela era entonces la secretaria del señor González y en realidad era una chica linda, muy profecional en su trabajo, pero en lo que concernía a su vida personal Gabriela resultaba ser una chica bastante alocada que si sabía cómo irse de fiesta y al pensarlo bien tal vez era por eso que nos llevabamos de maravilla.

—Pase, señor Humes que de inmediato voy a guiarlos hasta él salón de juntas y por favor acompañame también, señorita...— Entonces al darse cuenta de quién era yo la chica no pudo evitar dar un saltito lleno de emoción y correr para abrazarme con la debida fuerza— ¡Pero, guapa! ¡Han pasado siglos!

—No esperaba tampoco tener que hacer este viaje...— Dije con cierta reserva consiente de tener la mirada de Jack fija en nosotras dos y ella al notarlo volvió componer su anterior postura de secretaria prolija.

—No tenía idea que hoy vendría como asistente del señor Humes, señorita Anderson... Es todo un placer verla otra vez, por favor sígame— Dijo tras guiñarme un ojo, sonando bastante cordial y reservada cosa que en lo personal aquella española para nada era.

—Os habeis dicho que no quiero esa clase de formalidades, muchachas...— Se quejó el señor González con su característico buen humor por lo que ambas no pudimos evitar reírnos.

Juegos de sumisión y placer «¿Quien es Jack Humes?»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora