—¡Papá!— La niña vio salir a Jack de la tienda de su madre y lo abrazó. Este le devolvió el abrazo, sonriendo.
—Hola Shara... ¿Cómo te portaste?— La niña asintió. Se notaba que Jack nos estaba ignorando, o intentando no hablar con nosotros.
Miré a Rosy y esta me miró: sabíamos qué íbamos a hacer.—Jack...—Empezó ella, pero fue interrumpida.
—... Gracias por cuidar a Rosy...
—¿Ah? Oh, no es nada... Aunque quiere galletas.
—¿Todavía?— Jack miró a la niña y esta volvió a asentir— ¿Qué voy a hacer contigo?—En ese momento nos miró y levantó a la menor, cargándola.— Si me disculpan...—Así, se dirigió a la tienda de su madre y de ahí no volvió a salir.
Dirigí mi mirada a Rosy y adiviné la expresión que tendría: estaba decepcionada.—Ey... Oí que cerca de el río Indomable aparecen luciérnagas... Que bien podrían ser hadas perdidas o fuegos fautos... ¿Por qué no le pides a Jack que te acompañe a ver si es cierto?— Comenté, queriendo animarla.
—Sabes que es mala idea...
—Cuestión de que arriesgues, ¿No crees?—Le di una palmada en la espalda y me dirigí yo también a la tienda que compartíamos ella y yo.
—Jack—
Cuando desperté, noté que estaba en un lugar cerrado. Vi una cara en frente de mí, de la cual salía una voz que decía: "Jack", "Despierta", "¿Qué te sucedió?", "Me tenías preocupada"
Aunque ninguna de estas palabras tenían sentido para mí: quizá se me repetían varias veces, pero era como si no supiese qué significan.
Volví a cerrar los ojos. Cuando los abrí ya no oía nada. Miré al rededor y Vi a una mujer sentada escribiendo algo cerca de la entrada del lugar.—...¿Mamá?
—¿Jack?— Se volvió a verme, se veía aliviada— Oh, por los ojos de la Diosa Luna... ¡Al fin despertaste!— Y me abrazó.
—... ¿Cuánto llevo aquí?
— Tres horas. Está por anochecer. Emma te trajo aquí. Tienes muchas cosas qué decirme, jovencito.
—... ¿Y si empezamos ya?
—Creo que es lo mejor.
Con paciencia hablé y fui escuchado; le expliqué el por qué decidí alejarme de la aldea, le expliqué cómo encontré a Shara y por qué la adopté, le expliqué cómo me sentía y le pregunté por qué me desmayé. No supo responderme a esto último.
Unas cuantas preguntas después me dejó salir a estirar las piernas.Lo primero que quería hacer era ver a Shara. Mala suerte, estaba con Shen y Rosy. Ya ni siquiera recuerdo por qué me alejé de ellos, pero, aún así, decidí no dirigirles la palabra.
Saludé a mi querida hija y le di un abrazo. Noté que Rosy quería hablar conmigo; lo intentó, pero corté y le agradecí que haya cuidado de Shara. Cargué a esta última y la lleve a la tienda de mi madre: quería conocerla.
Verlas hablar y saludarse me curó el alma... La gran y ruda señora que era Galaxia, charlando de cosas mundanas con una pequeña e indefensa niña como Shara.
Shara por fin recibió las galletas que tanto había demandado y comió gustosamente acompañada de un vaso de leche de cabrío; después de eso durmió como un bebé. Mi mamá la imitó.
Decidí salir unos momentos; necesitaba ver las estrellas... Aunque, cuando salí, choqué con Rosy, que estaba parada frente a las cortinas que servían de puerta.—¡Perdón!
—No hay cuidado... ¿Qué se te ofrece?
—Yo... Quería saber si... Bueno, es que... Oí que cerca de aquí aparecen luciérnagas o... Fuegos fautos... O algo así... Y quería saber si... Te gustaría... ¿Ir conmigo?
ESTÁS LEYENDO
El último servidor de la Luna
Ficción GeneralHace muchos inviernos, el mundo vivía con una armonía y paz perfecta... Pero todo cambió con el estallido de una gran guerra la cual rompió con la armonía natural de las cosas, el clan del Sol y de la Luna mantendrían el avance de todo, al menos has...