Capítulo 16: estrellas bailarinas

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—¡Papá!— La niña vio salir a Jack de la tienda de su madre y lo abrazó. Este le devolvió el abrazo, sonriendo.

—Hola Shara... ¿Cómo te portaste?— La niña asintió. Se notaba que Jack nos estaba ignorando, o intentando no hablar con nosotros.
Miré a Rosy y esta me miró: sabíamos qué íbamos a hacer.

—Jack...—Empezó ella, pero fue interrumpida.

—... Gracias por cuidar a Rosy...

—¿Ah? Oh, no es nada... Aunque quiere galletas.

—¿Todavía?— Jack miró a la niña y esta volvió a asentir— ¿Qué voy a hacer contigo?—En ese momento nos miró y levantó a la menor, cargándola.— Si me disculpan...—Así, se dirigió a la tienda de su madre y de ahí no volvió a salir.
Dirigí mi mirada a Rosy y adiviné la expresión que tendría: estaba decepcionada.

—Ey... Oí que cerca de el río Indomable aparecen luciérnagas... Que bien podrían ser hadas perdidas o fuegos fautos... ¿Por qué no le pides a Jack que te acompañe a ver si es cierto?— Comenté, queriendo animarla.

—Sabes que es mala idea...

—Cuestión de que arriesgues, ¿No crees?—Le di una palmada en la espalda y me dirigí yo también a la tienda que compartíamos ella y yo.

Jack

Cuando desperté, noté que estaba en un lugar cerrado. Vi una cara en frente de mí, de la cual salía una voz que decía: "Jack", "Despierta", "¿Qué te sucedió?", "Me tenías preocupada"
Aunque ninguna de estas palabras tenían sentido para mí: quizá se me repetían varias veces, pero era como si no supiese qué significan.
Volví a cerrar los ojos. Cuando los abrí ya no oía nada. Miré al rededor y Vi a una mujer sentada escribiendo algo cerca de la entrada del lugar.

—...¿Mamá?

—¿Jack?— Se volvió a verme, se veía aliviada— Oh, por los ojos de la Diosa Luna... ¡Al fin despertaste!— Y me abrazó.

—... ¿Cuánto llevo aquí?

— Tres horas. Está por anochecer. Emma te trajo aquí. Tienes muchas cosas qué decirme, jovencito.

—... ¿Y si empezamos ya?

—Creo que es lo mejor.

Con paciencia hablé y fui escuchado; le expliqué el por qué decidí alejarme de la aldea, le expliqué cómo encontré a Shara y por qué la adopté, le expliqué cómo me sentía y le pregunté por qué me desmayé. No supo responderme a esto último.
Unas cuantas preguntas después me dejó salir a estirar las piernas.

Lo primero que quería hacer era ver a Shara. Mala suerte, estaba con Shen y Rosy. Ya ni siquiera recuerdo por qué me alejé de ellos, pero, aún así, decidí no dirigirles la palabra.
Saludé a mi querida hija y le di un abrazo. Noté que Rosy quería hablar conmigo; lo intentó, pero corté y le agradecí que haya cuidado de Shara. Cargué a esta última y la lleve a la tienda de mi madre: quería conocerla.
Verlas hablar y saludarse me curó el alma... La gran y ruda señora que era Galaxia, charlando de cosas mundanas con una pequeña e indefensa niña como Shara.
Shara por fin recibió las galletas que tanto había demandado y comió gustosamente acompañada de un vaso de leche de cabrío; después de eso durmió como un bebé. Mi mamá la imitó.
Decidí salir unos momentos; necesitaba ver las estrellas... Aunque, cuando salí, choqué con Rosy, que estaba parada frente a las cortinas que servían de puerta.

—¡Perdón!

—No hay cuidado... ¿Qué se te ofrece?

—Yo... Quería saber si... Bueno, es que... Oí que cerca de aquí aparecen luciérnagas o... Fuegos fautos... O algo así... Y quería saber si... Te gustaría... ¿Ir conmigo?

El último servidor de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora