XIII: Capítulo Final

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Anabella

—Hola preciosa ¿Cómo te sientes? —me hallo con Amy, la hija de ocho años de Kasandra. Me he puesto en cuclillas para quedar a su nivel, pues la niña de piel morena como su madre se haya sentada en su silla de ruedas.

—Muy mal —la niña dice, sus ojos llenándose inmediatamente de lágrimas y mi corazón se estruja—. No puedo mover mis piernas, no puedo correr y jugar como antes y no me gusta ir al colegio porque se burlan de mí. Ya no quiero ir.

Miro a Kasandra que se halla ahí, quien con disimulo seca de sus ojos unas lágrimas, como cualquier madre que sufre por no ver a su hija feliz.

—Es un poco feo lo que te ocurrió, Amy. ¿Pero sabes que es lo bueno de la vida, tesoro? —Niega con su cabeza, sus ojitos aguados por las lágrimas y restregándose los deditos de las manos, antes de que yo las tome ambas entre las mías y se las apriete fuerte—. Lo bueno de la vida está en nunca rendirnos y luchar con todo nuestro corazón por conseguir lo que más deseamos en la vida: en tu caso volver a caminar. Yo sé que eres una niña muy valiente, por lo que creo vas a echarle muchas ganas a tus terapias para volver a caminar, a correr y jugar, ¿lo prometes?

Ella mira a su madre, quien se ha puesto en mí mismo nivel a su lado y besa su cabeza. Vuelve a mirarme y con una gran sonrisa me dice:

—Te lo prometo.

Sonreí, alzando mi palma.

—Y sé que lo conseguirás. Dame eso cinco.

Me los da, chocando su manita pequeña con la mía. Un breve minuto más tarde, Amy me pide tocar para ella, en su casa hay un piano puesto que la niña a su edad es amante de la música clásica y tiene su propia profesora de piano particular. Recuerdo que papá quería que yo estudiara música de esa forma; en casa. Pero mamá no lo permitió y me envió a una academia para que pudiera compartir con más niños.

Complazco a Amy y toco para ella todas las canciones que deseó; regalándole dos horas de mi tiempo que no las vi como pérdidas en lo absoluto. Me hizo muy feliz verla disfrutar de la música, reír mientras está pasando por un proceso tan duro como lo es su rehabilitación para volver a caminar. Amy solo tiene un año más que Naomi, es muy chiquitita para no poder jugar como ella quiere, correr y ser feliz como todo niño de su edad. Supongo que debe sentirse como un pobre pajarito cuando le cortan las alas, no puede volar. La última canción la tocamos juntas y la felicito al final por lo bien que me siguió el ritmo.

—Gracias, Anabella —Kasandra me dice, sonriente—. Había estado un poco triste y desganada estos días y cuando fue al colegio volvió muy triste. Sabes que los niños son algo crueles en ocasiones, por lo que algunos se burlaron de ella llamándolo paralitica y los que no, la miraron con lástima y eso, hizo retroceder todo lo que habíamos avanzado hasta ahora y se apagó completamente, ayer ni siquiera quiso ir a sus terapias. Tus palabras la han ayudado mucho. Ella siente mucha admiración por ti, tanto que dice que algún día será como tú, una gran pianista.

Chequeo a la chiquita a lo lejos tocar su piano y sus ojitos cerrados en tanto disfruta de su propia música. Sonrío. No lo hace nada mal y creo que si continúa así, aprendiendo y tomando clases como se lo hace, algún día podría llegar a ser lo que soy yo ahora. Alguna vez tuve sueños como ella y los cumplí. Porque aunque muchos no lo crean, los sueños se cumplen, lo único que se tiene que saber es que para que se cumplan hay que echarle ganas. Nada en la vida es gratis y si quieres algo con todas tus fuerza está de ti conseguirlo, pero luchando. Como le dije a la niña: la vida es buena si nunca te das por vencido.

—Amy es una niña muy dulce, y sabes que la quiero de la misma forma que ella a mí. Estoy pidiéndole mucho a Dios para que pueda volver a caminar pronto, veras que con las ganas que le pondrá a partir de ahora lo conseguirá.

Hasta que llegaste tú (Inevitables #2.5)✓✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora