Capítulo 8|Dilema

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Después de la discusión que tuve con Brandon, quedé profundamente dormida, hasta las cuatro y media de la mañana. El cielo todavía estaba oscuro y a medias se podía escuchar el tráfico de la calle. Me removí en la cama bostezando y suspiré cuando, al darme la vuelta, me encontré a centímetros con el rostro sereno de Brandon.

Era cuestión de tiempo que lo de anoche sucediera, y no quería volver a pasar por eso porque ya lo habíamos hablado unas dos veces más. No sabía dónde había quedado el Brandon comprensible; ese que al principio simplemente me abrazaba y susurraba palabras positivas en el oído. Por otra parte, yo también estaba tratando de ser comprensible ¡pero esto era mi sueño! Sí es verdad que el amor lo puede todo, y que nosotros dos éramos unos tontos porque ninguno se atrevía arriesgarse y dejarlo todo. Suena fácil decirlo pero difícil cumplirlo. Él no podía porque ya tenía un trabajo en New York y ganaba muy bien, y yo... Yo no quería serlo.

Me levanté de la cama y caminé hasta el baño. Me senté en el retrete mientras liberaba mi vejiga, y con los ojos cerrados, comencé a penar. Brandon volvería a New York hoy y posiblemente pasaría un buen tiempo sin vernos de nuevo. Las cosas no estaban para dejarnos de hablar, porque además, ya ese tema lo habíamos discutido. Sólo es que me molestaba que me dijera que me entendía y luego parecía que llegaba un momento en donde él analizaba mejor las cosas y me discutiera sobre el tema. Eso me daba a entender que no estaba siendo completamente sincero conmigo, pero también me daba miedo que si lo fuera, todo se acabara. Aunque prefería eso a que alguno de nosotros dos no se sintiera cómodo en la relación y se volviera algo... Tóxica. Odiaba pensarlo pero era una gran probabilidad.

Después de salir del baño con la cara fresca y la boca cepillada, encendí las luces de la sala y la cocina para prepararme un poco de té. Puse a hervir un poco de agua en la tetera y esperé unos minutos sentada en el mesón con la frente recargada en él. Luego, cogí un sobre de té de manzana y lo sumergí en la taza donde me había servido el agua de la tetera.

Fui hasta la habitación y Brandon aún se encontraba dormido. Todavía faltaban unas cuantas horas más para que saliera su vuelo. Deslicé la puerta corrediza del balcón de mi habitación y puse mi mano libre por debajo de mi axila por la brisa fría que había. Puse los codos en el barandal y tomé un sorbo de té, con los ojos entrecerrados.

Tal vez Brandon tenía un poco de razón con lo que había dicho de que aquí estaba sola, y que Nikolay ya no era ese mejor amigo de hace años. Sí, en el fondo me dolía saber eso. Pero, todos estos días la habíamos pasado juntos y tanto él como yo nos habíamos demostrado que seguíamos siendo una parte de esos niños que fueron buenos amigos. Además, los dos queríamos volver a esos tiempos, y aunque iban siete días de habernos visto ya habían pasado cosas demasiado increíbles junto a él. Pero era verdad, habían pasado muchos años y las cosas no podían ser idénticas como cuando yo tenía nueve y él diez. No podía aferrarme a un pasado porque simplemente quería volver a ser feliz como en aquel tiempo.

Di un respingo cuando sentí unas manos en mi cintura y su mentón en mi hombro. Esos gestos me decían que ya no estaba molesto, no obstante, nos iba a tocar hablarlo de nuevo. Me giré para mirarlo a los ojos y no pude evitar suavizar mi semblante cuando su rostro estaba todavía somnoliento (lo hacía ver demasiado tierno) y su cabello rubio todo un desprolijo.

—Lo siento —dijo él.

Coloqué mi mano en su mejilla y la acaricié.

—Está bien.

—No, no está bien —apartó mi mano con delicadeza y sus ojos me miraron perturbados—. que no está bien, Paige, tú no lo estás. Y yo...

Apartó la mirada y mi corazón casi dejó de latir. Busqué su mirada para que me mirara a los ojos, pero se veía preocupado y no era capaz de verme así.

El Destino nos UnióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora