Capítulo 9|¿Flirteo?

12 1 0
                                    

Sentía un leve dolorcito en mi pecho por la falta de aire y por la constante respiración que tomaba por mi boca. Desde que había salido del apartamento no me había parado a descansar y sabía que ya estaba demasiado lejos.

Había retomado otra vez trotar por las mañanas, porque pensaba que las últimas semanas había comido demasiada comida chatarra. No compraba comida rápida en la calle desde hacía varios días, pero me sentía más saludable y bien conmigo misma el caminar por las mañanas.

Ya habían pasado dos meses desde que me mudé a Seattle y no paraba de pensar lo rápido que fueron esos meses, aunque con todo lo que hice durante ese tiempo, me llevó a verlo rápido. Me estaba acostumbrando a hacer todo por mí misma y sin contar con la ayuda de nadie, y eso me hacía sentir bien, de un modo extraño. Extrañaba ver a mis padres y sentirlos cerca de mí, pero me reconfortaba hablar con ellos casi todos los días, a pesar de que últimamente las llamadas con ellos y Brandon, no son tan constantes.

Con Brandon las cosas estaban bien y no habíamos vuelto a discutir desde la última vez. Siempre que él o yo teníamos tiempo hablábamos por un largo rato; contándonos nuestros día, sobre su familia o cualquier otra cosa. La conversación que había tenido con Nikolay con respecto a mi relación me había dejado muy confundida y pensativa los días siguientes, pero luego llegué a una conclusión que era que si las cosas con Brandon iban bien, debía disfrutarlo y obviar todo lo demás, pero si veía que algo andaba mal, tendría que hablar seriamente, y en persona, con él.

Hoy me sentía bien. No sabía si era porque el correr me daba un poco más de energía y me despertaba más, pero estaba de buen humor. Vi la hora en mi reloj de pulsera y supe que tenía que volver al apartamento para alistarme. A medio camino de llegar al apartamento me detuve en correr porque ya estaba algo cansada y me puse a caminar.

Cuando llegué lo primero que hice fui quitarme la camisa de tirantes que tenía y me dirigí a mi habitación. Luego me di un baño, y fui a mi habitación de nuevo para poder vestirme.

Desde hacía casi un mes había comenzado a dar mis consultas gracias a varias llamadas que hice, ya que mi preparación para mi formación como psicóloga fue en New York y técnicamente me "transferí" a Seattle para dar mi trabajo aquí. Aún no podía creerlo y creo que a todo especialista en esta carrera o en cualquier otra similar a esta se siente igual de emocionado que yo con sus primeros pacientes. Yo era muy joven aún y quizá me faltaba esos años de sabiduría o formación de otros profesionales, pero yo ya lo había hecho. Así que, me vestí como lo llevaba haciendo desde hacía semanas: una blusa blanca de mangas largas, un pantalón alto y unos tacones bajos de color negro. Cada que me observaba en el espejo me sorprendía de lo diferente que me veía vestida así porque me notaba más madura, comparada con la ropa que usaba que solía ser más informal. Cuando usaba maquillaje más cambiada me veía y no me desagradaba, por eso estaba segura de que si Brandon me veía así lo iba dejar loco. Me reí con ese pensamiento.

Vi la hora y me dije que era muy temprano todavía, así que aproveché a comer una manzana. Sólo tenía cuatro pacientes, y tres de ellos veía consultas en la tarde y el otro a las diez, hoy. Eran apenas las nueve y media de la mañana y no tenía nada qué hacer, así que aproveché a llamar a la única persona que sabía que en ese momento no tenía nada qué hacer también.

¿Sí?

—¿Qué estás haciendo?

Escuché la risa de mamá y cómo le decía algo inaudible a otra persona.

Oh, adivina con quién estoy, Paige.

Fruncí el ceño y le di un mordisco a la manzana, pensativa.

—Mmm. ¿Con la abuela?

No.

—¿Con la tía Margot?

El Destino nos UnióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora