Dragón

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Aún que la princesa llevaba tiempo deseando salir del castillo para vivir por su cuenta, no imaginaría que la razón por qué la viviría lejos del palacio fuera para estar en una escuela, vio a su pequeño hermano, este brincaba de la emoción, casi queriendo volar.

El pequeño tenía un pequeño traje de gala, con plumas en algunas partes, tenía su pequeña mochila colgada de su hombro, mientras checaba que ningún juguete se le olvidara.

La chica un vestido gris con textura como de plumas por todos lados, y un par de alas falsas de un gris casi negro en su espalda, odiaba los vestidos como estos, sentía que no podía respirar.

A diferencia de su hermana, el joven príncipe no viviría todo el ciclo escolar en el instituto, si no, solo se quería a dormir entre semana, y regresaría al palacio en los fines de semana, aún que al pequeño, no le hubiera importado dormir los fines de semanas en ese lugar, podría incluso hasta hacer pijamadas con sus nuevos amigos, e incluso hasta dormir tarde.

La chica vio a su madre, quien desplegó sus alas, mostrándolas con mucho orgullo, estaba orgullosa que sus hijos fueran a estudiar a un instituto hecho para ellos, a la jovencita le hervía la sangre cuando su madre hacía eso con sus alas, ya que estaba celosa que ella no las tuviera.

En los reinos, la realeza tiende a mostrar atributos de los animales de su reino, como lo pueden ser garras, cola, alas y otros más, en algunos reinos los atributos se tienen desde el nacimiento, en otros se los ganan, y en el caso del reino de las Águilas sus atributos se los ganan, solo que, la princesa olvidó los requerimientos para ganarse su par de alas.

- Mis pichones -La reina llamó a sus hijos- Recuerden las reglas, no ir a cuartos de desconocidos, podrán entrar a los cuartos, si conocen al menos a uno de los habitantes y es amigo tuyo, recuerden ser buenos niños con sus compañeros de cuarto, y mi niña -Miro a su hija mayor- Recuerda escribirme o llamarme cada semana -Acaricia el pelo de sus hijos- Los extrañare mis pichones -Lo abrazo, con todo el cariño que una madre puede ofrecerle a sus hijos.

Los jóvenes abrazaron a su madre, prometiéndole que estarán bien, y que la extrañarían, el rey se acercó a sus hijos y también los abrazo, le susurró a su hija, que tuviera cuidado con los chicos, y si tiene preguntas sobre alguna materia, que podría preguntarle a él o a su madre.

- Te extrañare mucho papá -La chica le susurro, abrazándolo con fuerza.

- Yo también mi niña -Al separarse tomo las maletas del más pequeño, y las metió a un carruaje- Campeón -Miro a su hijo- Tu te vas primero -Ayudo a su hijo a subirse al carruaje, el pequeño se sentó, para luego asomarse por la ventana, y despedirse con su mano de sus familiares, mientras el carruaje se iba- Hija, es tu turno -Dijo al acabar de subir las maletas de la mayor.

Ella subió al carruaje, y antes de sentarse vio atrás suyo, miró con cariño a sus padres, ya extrañándolos, se sentó, y se despedía mientras el carruaje avanzaba, hasta que los perdió de vista.

Miranda estaba confundida, no sabía como sentirse, eran sentimientos encontrados, estaba alegre de ser libre, sin tener a sus padres diciéndole que hacer, pero, al mismo tiempo, se sentía impotente, no tenía a nadie a su lado para decirle cómo actuar, ni que hacer.

Sentía que el carruaje iba muy lento, veía por la ventana, y sentía que la velocidad no era mucha, la chica abrió la ventanilla frontal del carruaje, para mirar al chofer.

- Disculpe -La chica le hablo- ¿Tiene alguna otra velocidad que no sea de un caracol? -Preguntó, haciendo que el chofer riera.

- Claro su majestad -Movió las riendas de los caballos, y estos apresuraron el paso.

La chica se sentó, mientras comenzaba a divisar a lo lejos carruajes, podía reconocer los carruajes de algunos reinos, y otros que nunca había visto, todos y cada uno con un miembro de la realeza distinto, la princesa cruzó la mirada con un príncipe de aspecto algo rudo, con pelo oscuro, con las puntas de su pelo roja, con un traje negro con rojo, y alas como de dragón de un rojo oscuro, parecía que este le quería hablar, ella se apresuró a ponerse sus audífonos, y de actuar como si no lo hubiera visto.

Miro de reojo al príncipe de antes, y podía ver que este la miraba moviendo su boca, ella concluyó que el trataba de hablarle, así que retiró los audífonos, y lo miro seria.

- Mi nombre es Clayton -El joven hablaba alzando la voz, pues los carruajes estaban un poco lejos, para poder hablar a tono normal y que se entendieran.

- Miranda -Ella respondió.

- Soy del reino Dragón -Siguió hablando el chico- ¿Y tú? -Le preguntó.

- Águila -Dijo, sin saber de qué más hablar.

Ella dejó de asomarse a su ventana, para hablar con su chofer, el joven creyó, que la chica ya no quería seguir hablando con el, así que agacho la cabeza, y miro sus manos, pero, vio por el rabillo de su ojo, que el carruaje de la chica se acercaba al de el, se sorprendió, al ver el carruaje a pocos metros de el, la princesa se volvió a asomar por la ventana.

-Es un poco difícil hablar gritando -Concluyo al ver al chico confundido- Clayton del Reino dragón ¿verdad?

- Si, puedes decirme Clay -Le sonrió.

- Oh de acuerdo, tú puedes decirme -Se quedo pensando en algún diminutivo, o apodo, pero no tenía ningún, que no fuera el que sus padres le puso- Creo que como tú quieras -Rio nerviosa.

- ¿Mandy está bien? -Preguntó el- ¿O Mira? -Siguió pensando en otro nombre.

- Mandy está bien -Ella le sonrió- Se que sonara raro, pero, ¿Quieres ser mi amigo? No tengo ninguno que vaya a la escuela -Mintió.

- Claro con mucho gusto, tampoco tengo muchos amigos que vayan a ir a la escuela, entre más amigos, mejor -Le sonrió.

- Gracias -Se sintió aliviada- ¿Es tu primera vez en este instituto? -Le pregunto curiosa.

- Si, es el primer año en el que me inscriben, escuché que es una buena escuela -Le dijo.

- También es mi primer año -Miro a la cabellera del chico, y antes de que ella pudiera abrir la boca para hablar, la interrumpió.

- No, no es teñido, es parte de los atributos de mi reino, también estas cosas -Movió un poco sus alas.

Escuela para la realezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora