23 de marzo
No sabía qué hora sería, pero tampoco le importaba. El repiqueteo de las gotas de lluvia contra los cristales de las ventanas la había despertado hace rato. Parecía que iba a tener que guardar la ropa de verano que había sacado con demasiada antelación, pero le daba igual. Le daba igual, porque por encima de la lluvia se oía la respiración de la mujer echada a su lado en la cama. Los recuerdos de la noche anterior se agolparon en su mente. Una sonrisa involuntaria se dibujó en sus labios, y dirigió la mirada a la silueta de Ana, recostada de lado y durmiendo plácidamente. Pensó en despertarla, pero quizá fuese el ritmo calmado, combinación de la lluvia y de su suave respiración, lo que la hizo olvidarlo. El angustioso runrún de su mente se había detenido por una vez, ya no había redacción ni cámara. Solo Ana y ella, sus cuerpos desnudos bajo la soledad de las sábanas.
La respiración relajada de la canaria dormida cambió. La franela de la colcha se deslizó sobre las piernas de Mimi al darse la vuelta.- Buenos días.- la saludó Mimi, suavemente. Ana abrió un poco los ojos. En la luz, tenue y grisácea, que bañaba la habitación, se recortaba la figura de Mimi. Tardó unos segundos en asimilarlo todo: era la primera vez que su cabello no caía liso sobre sus hombros, ordenado y en su sitio, sino revuelto, una aureola rubia alrededor de su rostro. Si su cara era lo primero que veía por la mañana, no podría ser un mal día. Y más con esa sonrisa contagiosa.
- Está lloviendo.- se sintió un poco idiota. Era obvio que estaba lloviendo. Mimi lo empeoró aún más cuando le dirigió una mirada divertida, y le respondió con tono chulesco:
- No me digas.Después se rio, y Ana se alegró de haber hecho un comentario estúpido, si hacía que ella se riese.
- ¿Has dormido bien?
- Bastante. Tu cama es súper cómoda. Y enorme.
Esta vez fue Ana quien sonrió:
- Bueno, no es un sofá azul que se cae a pedazos.- Oye, con mi sofá no se mete nadie. Además, no te oí quejarte el otro día.
Era la primera vez que Ana sonreía tanto recién levantada. Empezaba a gustarle.
- Bueno, ¿no me vas a dar de desayunar? ¿Vas a dejar que me muera de hambre?
Ana iba a contestar, seguramente algo ingenioso y sarcástico, pero la calma de la mañana se rompió de repente. Unas llaves sonaron no muy lejos de la habitación, seguido de un:
- ¡Ana, levántate ya!¡Traigo pan recién hecho!
En un segundo, Mimi se había bajado de un salto de la cama, cubriéndose con una de las sábanas. Abrió los ojos desmesuradamente. Su voz se llenó de pánico.
- ¡¿Tu marido está aquí?!
¿¡Qué hago, me escondo en el armario!?- entonces su tono pasó a ser más escéptico que angustiado.- ¿Por qué estás tan tranquila? ¡Que te va a pillar! Ana, no tiene gracia. ¿Pero tú estás bien de la cabeza?Ana reprimió una risilla. Mimi la miró con incredulidad. El marido llamó a la puerta.
- Ya estoy despierta. Tengo compañía.- gritó Ana. A su amante casi le dio un síncope, y flipó aún más con la contestación del marido:
- Ups. Perdón. Bueno, si queréis desayunar tenemos suficiente para los tres.
Mimi se quedó de pie, junto al armario, escuchando incrédula cómo la cantante le daba las gracias educadamente a la proposición de su marido de hacerles el desayuno a ella y a su amante lesbiana.
Por un momento, Ana temió haber estropeado la situación, pero Mimi se recuperó rápidamente del impacto inicial en cuanto le explicaron de que iba todo. Aún así, miraba su tostada a medio comer con expresión ceñuda, como si estuviese concentrada en desentrañar los misterios del pan. Intentaba no hacer demasiadas preguntas, pero por algo se había hecho periodista.
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Detrás de la cámara
Fiksi PenggemarEl de la cantante Ana Guerra no es un matrimonio corriente. No es solo por su fama y la de su marido, sino porque la pareja tiene algo que esconder. Ambos son homosexuales. ¿Acabarán sus carreras cuando Mimi, una paparazzi infalible, descubra su se...