I "Clases"

34 6 7
                                    

Treinta días y treinta noches, ese era el tiempo que les habían dado antes de pasar por aquella reconocida alfombra roja. Parecía suficiente para preparar una actuación digna de lo que se les estaba pidiendo, nada más que una simple presentación, pero no era sino todo lo contrario, para Xavier significaba algo mucho más grande, algo que bien podía terminar por meterlos a él y a su banda en peligro, y para Daniel parecía presentarse como la oportunidad perfecta para desencasillarse de una vez por todas de su

Xavier ya tenía una desordenada idea en su aún más desordenada mente, por el contrario, Daniel se encontraba algo confundido, no se decidía entre una presentación con violín y un soprano relajado, o una melodía de piano limpia. Solo notas y silencios.

Finalmente, Xavier se decidió por "estrenar" la última canción que había escrito, una balada nacida hacía aproximadamente 3 meses. En realidad tenía muchos más proyectos en mente, pero no lograba terminar ninguno, de hecho, a duras penas llegaba a tener uno a la mitad. Ese era un grave problema y él lo sabía, su material se estaba acabando, al igual que su inspiración.

¿Qué pasaba? No estaba seguro, de hecho no le encontraba sentido, siempre había escrito sus letras a partir de la rabia de su gente y con el alma en su inconformidad compartida, siempre había cantado por y para su "clase", siempre se había quejado a través de su música y todo eso seguía ahí, entonces ¿Qué le faltaba de vuelta? No tenía idea, pero tenía que arreglarlo pronto, o poco a poco iba a ir retrasando todo, perdiéndose. Ya formada la idea, se sentó en su escritorio a pensar en él resto de detalles, se había hecho tarde, así que mejor esperaría a la siguiente mañana para contarle a sus compañeros, pasó una hora, dos, tres, perdió la noción del tiempo y finalmente se quedó dormido sobre él cuadernillo donde solía organizar sus ideas.

Mientras tanto, Dan se encontraba caminando de un lado a otro por su habitación, nervioso y algo desesperado. Había terminado por tocar el piano, no porque él quisiese obviamente, sino porque sí él estaba dudoso, su padre, encargado de su carrera, decidiría por él, y de ninguna manera dejaría que su hijo cantara cualquier cosa, sabía perfectamente lo que saldría de esa pequeña boca, lo había escuchado conversar con la servidumbre, serían cosas que seguramente no le agradarían a su "clase", cosas que le recordaban más a esos rebeldes que tocaban en los barrios que al hijo en perfección que él supuestamente había educado. Sin embargo, él joven no tenía tiempo para pensar en eso, tenía un largo repertorio que ensayar y no lograba que le saliera él maldito cambio de nota tan complicado que él mismo había compuesto tiempo atrás.

Finalmente, después de un largo tiempo de pensar en rendirse y tirar a la basura la invitación, se sentó enfrente del piano, colocó sus ya fríos dedos por encima de las teclas y comenzó a tocar de nueva cuenta. Había algo que no podía negar, le gustaba, pero como todo, con el tiempo había comenzado a cansarle, no porque dejara de gustarle, sino porque se sentía encerrado, estancado, se había estampado contra algo en lo que era bueno, se encontró con lo mucho que le gustaba la música, obtuvo todo lo que quería, pero no podía sostenerlo en un estado permanente, al menos él no.

Algún día, cuando ya no estuviera bajo el cargo de su padre, intentaría algo nuevo, fresco y emocionante. Oh su padre, ese tipo era un hombre serio y conservador, agresivo, sabía que era mejor no hacerlo enojar. Eso era algo que había heredado... Más bien aprendido de su padre, la inmensa seriedad y frialdad, los seguía separando una gran distancia, el chico todavía no se convertía en una roca, apenas llegaba a aparentar un pequeño hielo, pero esa distancia se iba haciendo más pequeña con el tiempo, cosa que le preocupaba tanto a Daniel como a su madre.

Siguió tocando pacientemente durante un buen rato, equivocación tras equivocación, llegado un momento le dijo al aire en tono de broma uno de sus ya muy frecuentes "A este paso me voy a suicidar." antes de continuar con su labor. Tomó las hojas con las partituras y las leyó por tal vez centesima vigesima segunda vez en la noche. Algo le decía que esta era la vencida, y como su intuición nunca falla, entonó la melodía a la perfección.

The rebels fest- L'étoile de la libertéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora