-Capítulo 11-

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❤️2° y último capítulo de hoy ❤️
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—¡Hope! ¡Hope! ¡Mamá, mida, es Hope!

   Un pequeño niño de cabello negro comenzó a correr por la estación de King's Cross estirando sus bracitos y gritando de alegría. Era Colin.

   Hope soltó su baúl y levantó a su hermanito en el aire.

—¡Hola, bebé! ¿Me extrañaste?

—¡Sí! Pedo jugué con Bobby— respondió Colin con una sonrisa.

   La señora Davis también se acercó sonriendo y abrazó a su hija con emoción.

—Te extrañamos mucho.

—Yo también, mamá.

   Comenzaron a caminar por la estación hacia el estacionamiento.

—¿Y papá? —preguntó Hope.

—Hoy no pudo venir, hija —respondió su madre.

—¿Trabajó? Pero si nunca trabaja los domingos. 

—No, no trabajó —respondió la señora Davis—. ¿Qué dices si pasamos a comprar pizza para la cena? Hay lasagna, pero...

—¿Por qué cambiaste de tema, mamá? ¿Qué pasó? 

   La señora Davis suspiró, mientras echaba el baúl de Hope al maletero del auto.

—Mira, la verdad es que tu papá está un poco enojado porque pasarás navidad con Remus. 

—Es por eso que no me ha escrito, ¿verdad?

—Sí. Es una tontera, lo sé. Pero le cuesta aceptar que no es el único hombre en tu vida, Hope, eso es todo.

   Llegaron a una linda casa de dos pisos, que se encontraba en un área residencial de Londres, y Hope se apresuró a entrar llevando a su hermanito. Los recibió Bobby, su perro, un labrador blanco que saltaba como loco de contento al ver a Hope. 

—Tu padre está arriba, en su despacho, Hope. Dile que baje a cenar.

—Ven, Colin, acompáñame.

   Entraron al despacho del señor Davis, quien se encontraba frente a su escritorio revisando unos papeles. El hombre sonrió cuando se abrió la puerta y sus hijos entraron.

—Hola, princesa —saludó el señor Davis abrazando a su hija.

—Hola, papá, ¿cómo estás?

—Bien —respondió él, y sin decirle nada más, volvió a su escritorio con Colin en sus brazos.

—¿Estás enojado? —preguntó ella sentándose en la silla frente a él, pero su padre no respondió—. Papá...

—No entiendo por qué quieres pasar navidad con ese hombre, Hope. Se acerca a tí después de años diciendo que está arrepentido de abandonarte, pero si tú no hubieras escuchado esa conversación donde le decía a otro niño que tú eras su hija, él nunca se habría acercado. Podrás tener su sangre, pero tu padre soy yo.

—¿Recuerdas cuando tenía siete años y tú por accidente botaste mis juguetes favoritos a la basura? Habíamos hecho una limpieza de toda la casa, y mamá y yo habíamos echado los juguetes que ya no usaba en una caja, y los que más me gustaban en otra, pero te confundiste y botaste la equivocada —dijo Hope. 

—Sí. Lloraste por horas —recordó el señor Davis—. Pero no entiendo a qué viene eso ahora. No es que Lupin se haya equivocado de caja y te haya abandonado por equivocación.

—No —sonrió Hope—. Pero mamá me dijo que tenía que darte una segunda oportunidad, porque tú estabas arrepentido de botar mis juguetes. Ahora Remus está arrepentido de lo que hizo hace años y sólo quiere recuperar algo del tiempo que nunca pasamos juntos. Te amo mucho, papá. Y no importa que Remus haya aparecido en mi vida, eso no va a cambiar. Eres tú a quien recuerdo enseñándome a andar en bicicleta, paseando conmigo por el parque, regañándome y corrigiéndome cuando no hago lo correcto. Nunca dejaré de decirte papá o de quererte como tal. Tengo suficiente cariño para darle a ambos.

   El señor Davis asintió con los ojos llenos de lágrimas.

—Nunca dejaré de amarte como mi hija, Hope. Porque lo eres.

   Ambos sonrieron. Todo estaba claro. Miraron a Colin, que extrañamente se había mantenido en silencio todo el rato y entendieron por qué: estaba dibujando sobre los papeles de su padre.

—¡Colin! —exclamó el señor Davis con horror—. ¡Son los argumentos de un caso!

—¡Oh, oh! —exclamó el niño. Hope, riendo, se acercó, tomó a su hermanito en brazos y se lo llevó.

Dos días después, los cuatro Davis estaban sentados en la sala de su casa. Hope estaba sentada en la alfombra, dibujando junto a Colin mientras sus padres tomaban el té, cuando el timbre de la puerta sonó.

—Debe ser Remus —dijo la señora Davis, y su esposo se removió incómodo en el sillón.

—Yo voy —dijo Hope.

   Cuando abrió la puerta, se encontró con Lupin. Vestía igual de andrajoso que siempre, y su túnica tenía más remiendos que antes, pero sonrió radiante al ver a su hija.

—Buenas tardes, Hope.

—Buenas tardes, Remus.

   Se dieron un abrazo por primera vez. Lo usual entre ellos era un simple saludo, pero aquella tarde fué diferente. Lupin incluso se permitió darle un beso en la frente a Hope, y a ella no le molestó.

   Entraron a la casa y la castaña lo condujo a la sala. Lupin y el señor Davis se dieron un apretón de manos que Hope sospechó no fué nada suave.

—¿A dónde la llevarás? —fué lo primero que le preguntó el señor Davis.

—Cenaremos en casa de una familia amiga —respondió Lupin—, los Weasley. Hope los conoce.

—¿Y cuándo volverán?

—En unos días —respondió Lupin.

—Mañana —replicó el señor Davis—. En tu carta sólo decías que querías pasar navidad con ella, no todas sus vacaciones.

—Robert, cariño —dijo la señora Davis—, Hope estará bien.

—Sí, yo la cuidaré —afirmó Lupin.

   El señor Davis lo miró con molestia, pero no insistió.

—Iré a buscar mis cosas— dijo Hope.

   Subió a su habitación y bajó en segundos, encontrando a sus dos padres a punto de matarse con la mirada.

—Adiós, Colin —dijo ella agachándose junto a su hermanito. 

—No te vayas —susurró Colin—. Estamos dibujando —hizo un puchero que casi hizo arrepentirse a Hope de pasar navidad fuera de su casa.

—Nos veremos en un par de días y cuando vuelva te traeré ranas de chocolate —le dijo ella.

—¿De las que se mueven?

—Sí, bebé. De las que se mueven.

—Adiós, hija —dijo el señor Davis abrazándola—. Te amamos. Cuídate.

Hope y Lupin salieron de la casa y comenzaron a caminar por la calle.

—¿Te has aparecido alguna vez?— preguntó Lupin.

—No aún. Las clases de aparición comienzan en febrero.

—Entonces sujétate fuerte de mi brazo y prepárate, porque las primeras veces no es muy agradable.
 
   Hope obedeció. De inmediato, notó que el brazo de Lupin se alejaba de ella y se aferró con más fuerza. De pronto, todo se volvió negro, y la chica comenzó a percibir una fuerte presión procedente de todas direcciones, no podía respirar, como si unas barras de hierro le ciñeran el pecho; sus globos oculares amenazaban con salir de su cráneo y justo cuando creyó que los tímpanos se le reventarían... 

Más allá de los secretos [COMPLETA] ✔️ (Draco Malfoy, fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora