Capítulo 3: Potter, ebrio pero cuerdo

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En Malfoy Manor, el silencio es abrumador. La mansión era enorme y sus únicos residentes era Draco y Scorpius, pero durante esos meses, sólo estaba el mayor de los Malfoy. Y durante el día vagaba por la mansión sin rumbo, observando los retratos de la familia y los retratos de aquel que alguna vez llamó "padre". Los retratos de Lucius Malfoy estaban particularmente quemados, siendo imposible ver su rostro, igual ocurría con los retratos de Narcissa, Lucius y Draco. La mujer y el antes joven permanecían intactos mientras que una gran mancha negra cubría el rostro del hombre.

Draco se encargó por sí mismo de quemar cada uno de los cuadros que tuvieran el rostro de su padre. Cegado por la ira y tristeza tras su rechazo.

Y es que siempre se preocupó por la opinión de aquel hombre, llegando incluso a suprimir sus emociones y sus pensamientos. Siempre esperó hacerlo sentir orgulloso y feliz, siempre esperó su aprobación y apoyo. Pero no consiguió más que una mirada gélida y un comentario hiriente.

Desde hace doce años no lo veía y esperaba no verlo nunca más. Nunca le habló a Scorpius sobre su abuelo, lo único que le mencionó es que este falleció gracias a la maldición asesina durante la guerra. Mentira, no había muerto, pero quería proteger a su hijo a toda costa.

Narcissa estuvo de acuerdo en ayudarlo a mantener el secreto, aunque no le gustaba en lo absoluto mentirle a su nieto. Cuando Hyperion cumplió tres años de edad, se mudó de Malfoy Manor a Alemania. Pero, ¿Cómo era posible que ni sus padres ni él se estuviesen pudriendo en Azkaban? Simple, el mismísimo Harry Potter veló por ellos en su juicio, dándoles una segunda oportunidad en sus vidas.

Se detuvo de golpe, frente a una pintura de Astoria, Scorpius y él. Su esposa había muerto a finales del verano del año pasado por una maldición de la familia Greengrass, ella quiso un hijo, uno de ella y Draco sabiendo las consecuencias. Murió en San Mungo junto al bebé de no más de seis meses.

Scorpius fue el que peor llevaba el duelo de su "madre", le tomó por sorpresa en pleno comienzo de su primer año en Hogwarts y desde entonces no dejaba de tener reacciones explosivas cuando se sentía amenazado o triste. Se preguntó que estaría haciendo su hijo en esos momentos, posiblemente estaba como siempre con Albus Potter ó Rosebud Weasley. Esperaba que no se estuviera metiendo en problemas.

Siguió caminando hasta que vio la chimenea, tomó un puñado de polvos flu y exclamó fuerte y claro: "¡Caldero Chorreante!" Necesitaba un trago a pesar de lo temprano que era.

[★]

Harry examinaba el lugar minuciosamente, finalmente se dignó a sentarse y pidió un trago de whisky de fuego para relajarse un poco. La noche anterior tuvo que quedarse en el ministerio cubriendo horas extra por una situación que le generó unas cuantas pilas de papeleo que debía firmar y sellar, era el jefe del departamento de aurores, por lo que no podía irse a Grimmauld Place sin más. Sus párpados se sentían pesados, eran apenas las doce de la mañana y sentía que en cualquier momento se dormiría sobre el vaso y la barra.

Agradeció con voz apagada cuando aquella bruja llenó nuevamente su vaso hasta el tope, tomó el vaso entre sus manos y dio una probada del licor.

—Es muy temprano para que dañes tu hígado, Potter.

Abrió sus ojos un poco y miró a Draco, que recientemente se había sentado a su lado. Este tenía una sonrisa burlona en sus labios pero no le miraba, pidió también un whisky de fuego.

—No estás en posición para decirme eso, Malfoy—Escuchó un resoplido de su parte—¿Qué haces aquí?—Interrogó, sin despegar su mirada del rubio y recobrando todos sus sentidos.

Malfoy lo ignoró, probando el licor y arrugando un poco su nariz en el proceso.

—Eso no es de tú incumbencia—Dijo lacónicamente, finalmente dándole una rápida mirada.

Entonces cayó en cuenta de lo demacrado que lucía el moreno, tenía unas ojeras terribles y sus ojos estaban rojos, y tenía pequeños vellos en su barbilla que demostraban que tenía días sin rasurar dando a la vista una inusual pero atractiva barba, su cabello negro azabache —Al igual que siempre— estaba desordenado e indomable. Su semblante era de total cansancio y preocupación.

—Diablos Potter, ¿Cuándo fue la última vez que dormiste?—Preguntó un poco preocupado.

Harry se encogió de hombros, antes tomar bastante whisky de fuego dejándolo casi por la mitad.

—Realmente no lo recuerdo—Comenzó a hablar—Tampoco es que sea muy importante ahora, igual tengo que regresar al—Se interrumpió a sí mismo, bostezando—, ministerio.

—Deberías dormir—Recomendó, o más bien regañó el rubio, mirándolo con severidad.

—No puedo.

—¿Por qué?

—Necesito terminar mi trabajo, además, no quiero ir a Grimmauld Place—Draco le miró claramente confundido, así que agregó rápidamente: —Tuve una discusión con Ginny, muy fuerte—No entendía realmente porque le contaba aquello, tal vez gracias al efecto del alcohol.

Draco se mantuvo en silencio, mientras observaba al moreno divagar en sus pensamientos, este hacía muecas un poco graciosas y suspiraba de vez en cuando. Sí, en definitiva estaba ebrio.

—Ven, párate—Harry le miró con el entrecejo fruncido, Malfoy le hacía señas para que se levantará mientras este lo hacía. El moreno obedeció confundido. El rubio le pagó las bebidas de ambos a la bruja encargada.

—¿Qué hac-?

Su pregunta quedó en el aire, pues Draco le había sujetado del brazo y sintió un remolino y como las imágenes a su alrededor se distorsionaban, cuando abrió los ojos nuevamente, —pues los había cerrado— se dio cuenta de que se habían aparecido y ahora estaban en Malfoy Manor.

—Consideralo como un favor que luego debes pagarme—Comenzó a hablar el rubio, Harry arrugó la nariz confundido—La primera puerta, a la izquierda. Ve a dormir.

—¡Pero el ministerio!—Se quejó el moreno.

—Estas ebrio, de todas maneras tu trabajo allí hubiese sido terrible—Harry bufó irritado.

A la final se resignó, Draco lo guió hasta la habitación pues temía que se perdiera en la mansión. Harry miraba asombrado la habitación, y luego de quitarse su túnica, corbata y zapatos. Se acostó en la cama enrollándose entre las mantas. El rubio observaba cada movimiento desde el marco de la puerta, y antes de cerrar por completo pudo escuchar un:

—Gracias, Draco.

Sonrió como no lo hacía en días.

Affection [Harco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora