Capítulo 8

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Las puertas del ascensor se vuelven abrir, dejando ver el mismo sitio en el que Marco se encuentra.

Me sorprendí en ver a Teresa en el mismo sitio antes de que desapareciera y me quedara atrapada en el ascensor con Ryan.

Mi conciencia me reprime lo mal que estoy haciendo, pero primera vez me guiaré por mi corazón y si me corazón me pide confiar en Ryan, lo haré. Solamente espero que nada malo suceda.

—¡Teresa! ¿Has visto a Marco? —la aludida parece sorprenderse pero luego asiente consecutivamente.

—Lamento decirle esto, pero el señor Marco se fue en compañía del señor Stefan a resolver unos problemas que han surgido en unas de las empresas de aquí cerca. Se han ido por las escaleras —explica.

Hago una mueca desconcertante. No hizo el intento de llamarme para avisarme.

Le sonrío para suavizar su semblante preocupado.

—De acuerdo... gracias, Teresa.

—Cuando guste, señora.

Teresa vuelve a prestar atención al móvil y la veo sonreír por microsegundos pero deshace la sonrisa al verme. Traga duro y su nerviosismo es papable. Alzo una ceja, interrogante.

—¿Sucede algo? —pregunto al ver que su nerviosismo aumenta.

—Yo... es que yo... —tartamudea.

—Mentirle a tu casi jefa es quedar mal —advierte Ryan, le agradezco con la mirada.

No puedo creer que esté hablando con él con naturalidad. Debería estar alejándome de él pero no. No me entiendo.

Teresa respira profundamente y mira al suelo. Su rostro se vuelve rojo.

—Hablo con el señor Stefan...

—Yo... —no sabía que responder.

Supongo que ella y Stefan se conocían de algún lado para que él le diese su número ya que, según, no es muy bien visto que andes con secretarias o algo así. No le veía nada de malo pero las noticias pueden inventar algo. Pero no creo que este mal que hablen, después de todo es rollo de ellos y no mío.

—Bueno, Teresa, no tiene nada de malo que hables con él.

—¿En serio? —asiento—, pensé que me despediría.

Una mueca extraña se apodera de mi rostro, le niego y me despido de ella para dirigirme a la casona, vería ahí a Marco.

Entro al ascensor y me giro y ahogo un grito cuando veo a Ryan entrar conmigo.

—¡¿Qué haces siguiéndome?! —murmuro, gritando.

Él aludido gira sus ojos, extiende su brazo y aprieta un botón haciendo que las puertas se cierren.

—Saldremos por la puerta principal. No iré por las escaleras.

Mi rostro calienta y seguramente debe de estar de color rojo. Qué vergüenza.

De repente, Ryan estalla a carcajadas que inundan el lugar en el que nos encontramos, solamente nosotros podíamos oír sus risas.

—¡Deja de reírte! —tapé mi rostro con mis manos.

—¡Está bien! ¡Está bien! —habla entre risas. Luego sus risas disminuyen consideradamente.

Destapo mi rostro y lo miro de reojo. Y ahora que estamos a solas y estamos tratando de llevarnos "bien" no he visto a su esposa por ningún sitio. Me causa curiosidad.

Nuestro Pecado © (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora