Epílogo

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¿Qué si amo mi vida durante estos seis años? Las palabras me sobran cuando se habla de que soy el hombre más feliz. Ellas, mis dos mujeres me hacen el hombre más afortunado, más feliz. Mis dos mujeres me dan el ánimo a seguir y creer en que las segundas oportunidad sí hay, solamente hay que esperar para que tú seas feliz y verás que valdrá más que la pena.

Simplemente, la vida o lo que sea, me dio la oportunidad y el entusiasmo por luchar y recuperar lo que me hace feliz, y de verdad agradezco enormemente eso porque sin ellas sería el hombre más miserable e infeliz.

Durante estos años siempre hubo discusiones como otra pareja común. Los celos excesivos de ella me dolían que por un tiempo dudé en seguir juntos, pero fuimos por ayuda y con el tiempo pudimos resolver el problema. Ella derramó lágrimas por las hirientes palabras que le lanzaba... Es más, nuestra relación en un tiempo se fue a picada por mi culpa y eso lastimaba a nuestra hija sin darme cuenta, pero logramos verlo a tiempo, recurrimos a nuestros padres, los cuales no dudaron en ayudarnos, luego nos enviaron a un local donde ayudan a parejas con problemas como los que teníamos, el tratamiento duró y fue algo que nos marcó la vida, pero en fin, pudimos salir adelante, como una pareja realmente debería. Juntos ante las buenas y malas.

Nunca me arrepentiría por haber vuelto por ella.

Desde la arena veía como ambas mujeres en bikinis negros corren y salen del agua sin parar. Sus cuerpos blancos y cabellos pelirrojos están mojados y brillosos por el sol ardiente que los cubre.

Mi pequeña Analise brinca y se tira a los brazos de su madre, Natalia, ambas echan sus cabezas para atrás y las carcajadas no tardan en salir de sus bocas con euforia.

El grito de Analise me despierta.

—¡Papi, ven! —ella, con un puchero dulce estira sus brazos en mi dirección.

—¡Amor, ven!

Sin hacerlas esperar me levanto de la arena y toalla, me deshago de la camiseta y me encamino a las hermosas mujeres.

Natalia baja a Analise de sus brazos cuando ésta no para de moverse con desesperación, cuando sus pequeños pies tocan la arena ella no duda en correr a mí, me hinco y su cuerpo en cuestión de segundos impacta con el mío con fuerza, la abrazo a mí, sintiendo su cuerpo mojado y frío.

Una sombra nos cubre del sol y miré hacia arriba, viéndola sonriente.

—¿No te mojarás con nosotras? —preguntó confundida.

—Sí pero será luego —dije, luego añadí:—. ¿No tienen hambre? Han estado por más de tres horas en el agua.

—Nop —me respondió Analise, resaltando la p. Bajé mi cabeza y la sonrisa en su rostro fue algo mágico para mí pero enseguida me burlé de ella por el diente faltante.

Ella posee mis ojos cafés y el carácter, mas no sacó mi físico, incluso así me recuerdo tanto a Natalia.

—Oye, amor, ¿no crees que cuando Analise pique la comida ésta salga por el hueco que dejó su diente? —musité viendo de soslayo a Natalia, la sonrisa de ella se hizo grande al captar lo que quiero hacer, por otro lado, Analise se cruza de brazos y el ceño se le frunce, haciéndola ver más tierna.

—¡Analise, papi tiene razón, cariño!

—Comeré, no me importa que salga.

—¿Segura? —dije, picando su estómago para hacerla reír.

—Sí —no se movió o rió, pero conforme picaba más su estómago las ganas de reír la ganaron.

—De acuerdo, cariño —Natalia besó la frente y tomó su mano, después la mía para emprender la caminata.

Nuestro Pecado © (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora