Capítulo: 4

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Esto es lo que necesitaba, aire, espacio y un cigarro. Odiaba fumar ¿y por qué fumaba? No lo sé. Tanta gente dice que esto alivia sus males… Pues ¿por qué a mi no? He intentado ya tantas cosas para apaciguar este dolor, que ya no sé que más hacer. No había parado de caminar, aunque me sentía casada, seguía caminando. Pensé que quizás no era un cansancio físico, si no uno mental, estaba harta de todo. Odiaba a todo y, supuestamente, la persona que más me tendría que amar, destruye mi esperanza, Johanna. Odiaba a mi padre aunque no lo conociera, odiaba por haberme dejado vivir esta vida. Y odiaba a mis amigos, por no comprenderme, cuando ellos han vivido incluso más.

Sin darme cuenta estaba en un puente, muchísimos coches paraban, el ajetreo de la mañana. Pero nadie me miraba, me sentía invisible, a nadie le importaba… Quizás, quizás si me tirara por este puente nadie se enterara hasta que mi cuerpo salga a la superficie… Me acerque al borde del gran puente, la gente me miraba. Quizás ya me habían leído la mente. El odio no es malo y yo soy completamente odio, es decir no soy buena, acabando con mi vida hago un beneficio para la humanidad.

Siempre había pensado en suicidarme, de una manera u otra, pero jamás tuve el valor suficiente como para ponerle punto y final a mi vida. Pero hoy ya no me importa nada, me siento pisada, dañada, destrozada. Puse las dos manos en la barandilla y me impulsé, por suerte la barandilla no estaba muy alta y me pude sentar cómodamente. Una brisa movía mi cabello e hizo que salieran las lágrimas. Quizás fueran las últimas lágrimas que este mundo viera de mí. Ahora volvía asentirme invisible, a mí alrededor todo pasaba a cámara lenta. ¿Nadie se daba cuenta de mi presencia? ¿No era muy raro que una chica llorando estuviera en un borde a mucha altura sentada? Pero al parecer a nadie le importaba.

Entonces lo hice, me abalancé hacia adelante, solo iba a sentir dolor y luego nada más. 

Pero el dolor no llegaba y sentía que no me había movido, decidí abrir los ojos. Algo tiraba de mi brazo y de mi cintura, ese algo había impedido mi suicidio, al parecer, no era invisible. Estaba aturdida, en mi cabeza oía gritos de muchas personas, yo solo quería llorar. La persona que me tenía agarrada me giro con cuidado y me ayudó a bajarme. Directamente me abalancé sobre su pecho, no sabía ni quien era. 

- Se pueden ir- dijo la voz de un chico, dulce- No ha pasado nada.

Sentía una mano en mi cintura aferrándome a un cuerpo desconocido y a otra mano en mi cabello, acariciándome como a un perro.

- ¿Estas bien?- me susurro al oído.

Sus labios habían rozado mi oreja y me había provocado un escalofrío, además de que su voz era demasiado seductora. Separé la cabeza de su pecho cuando el murmullo en mi cabeza se había callado y mis ojos habían dejado de derramar lágrimas. Lo primero que vi fueron unos labios pequeños y carnosos en forma de corazón, rosados, perfectos… luego unos ojos color chocolate, se me hacían demasiado conocidos pero no estaba en plan de poder pensar y por ultimo un cabello color café obscuro despeinado… Supe al instante quien era, mi vecino, el chico del bizcocho. Entonces, aunque su mano en mi cintura me ayudaba a no caer al suelo, por el tembleque de mis piernas, me empezó a molestar la cercanía de nuestros cuerpos así que me alejé.

- ¿Qué haces aquí?- pregunte en un susurro.
- Estaba… estaba de camino. Pero esa no es la cosa ¿qué hacías ahí? Te pudiste haber matado.
- Si no hubieras estado tú, hubiera pasado. ¿Por qué llegaste? ¿Por qué me viste? Yo era invisible, a nadie le importo- me dije a mi misma, olvidándome de su presencia.
- Me llamo Zayn- dijo dándome la mano- Pero si quieres puedes llamarme nadie- dijo con una tierna sonrisa.

Su sonrisa me mato, era como si me hubieran dado directamente en el corazón... ¿Desde cuando los chicos son así? No pude confiar en él ¿qué significaba eso? ¿A donde quería llegar?

- Si quieres un polvo, me avisas, déjate de tanto rollo- dije empezando a andar.
- No todos los chicos somos iguales.
- Todos dicen lo mismo. Mira este fin de semana, cuando me emborrache, haz lo que quieras.
- ¿Tan rápido vendes tu cuerpo?- me preguntó.

Lo miré… Era la primera persona a la que le preocupaba lo que hiciera, llevaba una camisa de cuadros y las manos metidas en los bolsillos del jeans, mirándome.

- Lo que haga con mi cuerpo o deje de hacer, es cosa mía.

Estuvimos en silencio. ¿Qué había pasado en estos minutos? Mi vida había dado un giro, de haber estado a punto de suicidarme ahora estoy con mi vecino, Zayn, que por cierto hace que mi estomago de vueltas y que me sienta aturdida y tonta, hablando de lo que hago, diciéndome que le preocupo… Sin quererlo, estábamos delante del instituto, justo para la hora el recreo, entramos, firme un papel diciendo que había llegado tarde.

- ¿Por qué sigues aquí?- le preguntó, intentado parecer lo más insoportable, nadie se puede encariñar de mí ¿además por qué?

- Vengo a pedir una hamburguesa ¿a ti que te parece?- enseño un gran sobre blanco- vengo a entregar la matricula.
- Te voy a tener hasta en la sopa.

Él sonrió y se le escapó una risa.

- No te vas a poder tirar de la azotea del instituto, ___...- dijo sonriendo.

Me quedé extrañada ¿Cuándo le había dicho mi nombre? Zayn empezaba a alejarse.

- ¿Cómo sabes mi nombre?- le grité en medio del alboroto. 
- No eres la única que tiene secretos- me guiñó un ojo y sus mejillas se ruborizaron a la vez que las mías.

Todo el mundo salía de sus clases, yo estaba en mitad del pasillo, sin ya poder ver a Zayn, aturdida, asombrada… “No eres la única que tiene secretos” ¿Qué habrá querido decir con eso? Aparté de sentirme extraña al estar a su lado, ahora tenía la inquietud de querer saber que secretos podía tener un chico tan inocente como él.

Bring Me To Life (Zayn Malik y Tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora