Capítulo IX: Extra tempora "Fuera de Tiempo"

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La fresca brisa de la mañana revelaba que el sol había tardado en salir. Mulder había salido a trotar muy temprano como de costumbre. Su recorrido, por lo general, comenzaba al borde del mar por la blanca arena que cubría la playa. Otra de las grandes ventajas de la nueva casa. Luego avanzaba hasta las canchas que estaban al final de la ciudadela para finalmente regresar a casa.

Trotaba a paso continuo y acompasado, cuando notó que uno de sus pasadores se había desatado. Se acercó a uno de los bancos que quedaban cerca de la cancha de básquet y subiendo su pie hasta ella dispuso a anudarlo.

~ Disculpe, ¿Podría pasarnos el balón?

Luego de unos segundos Mulder se dio cuenta que le hablaban a él, se reclinó y tomando el balón entre sus manos, lo lanzó con fuerza y dirección, demostrando una de sus mejores habilidades en este deporte, los pases.

~ ¡Buen tiro! ~ dijo el hombre con sonrisa agradable. Por un breve segundo se mantuvo en su sitio observando a Mulder.

~ ¿Lo conozco? ~ habló Mulder intrigado.

~ Si no me equivoco usted es mi vecino, soy Tom Walker

~ ¡Oh! Claro... Fox Mulder ~ dijo extendiéndole la mano en señal de saludo.

~ ¿Sabe? Nos falta un hombre en el equipo talvez le gustaría unirse.

Mulder dudó por un segundo y luego aceptó.

~ ¡Si claro por que no!

~ ¡Genial! Practicamos los fines de semana desde temprano, espero verlo por aquí digamos... ¿mañana?

Mulder sonrió y volvió a extenderle la mano despidiéndose.

~ Seguro... un gusto haberlo conocido... Tom ~ dijo Mulder dudando un poco recordar bien su nombre.

~ Igualmente...

~ Mulder. Puede llamarme Mulder, sólo mi esposa me dice Fox ~ comentó él dando una breve explicación.

~ Bienvenido al equipo Mulder.

~ ¡Vamos Tom apresúrate! ~ dijo uno de los hombre que estaba en la cancha esperando por el balón para reanudar el juego.

~ ¡Nos vemos mañana! ~ dijo finalmente despidiéndose a la vez que regresaba a la cancha.

Mulder se despidió con un leve movimiento de su mano y comenzó a correr otra vez en dirección a su casa.

Trotar lo ayudaba a pensar, y ahora más que nunca lo necesitaba, debía ordenar sus ideas y encontrar la mejor forma de lidiar con ellas, aunque todo su ser no dejaba de sentir lo contrario. La ira, la pena, el dolor... ella. Sólo un tonto trataría de olvidar lo que pasó, pero no tenía idea de que esperar. Por más de que tratara mil años sin parar no podría borrar de su mente los acontecimientos del día anterior. Bajó su marcha y frenó justo en frente de su casa, palabra que aún sonaba ajena a sus oídos. Su casa, su esposa, su familia, suyas pero extrañamente lejanas.

Adentro todo parecía callado y una espesa bruma formaba el típico denso humor mañanero, fresco, húmedo y pesado. Cansado y sediento se dirigió a la nevera y bebió un poco de agua directo de la botella, recuperó el aliento y subió las escaleras rumbo a su habitación para tomar una ducha.

No supo el tiempo exacto que permaneció bajo aquella cascada que con suma delicadeza resbalada sobre su piel y aplacaba su mente, quería olvidar, quería creer vagamente que el agua podría llevarse consigo un poco de la carga que soportaba su alma, quería dejar de sentir, dejar de pensar... pero, ¿cómo hacerlo?, si al tratar de olvidar la olvidaría también a ella y de lo único que estaba seguro es que no quería olvidarla, no podía.

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