Parte IV

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- Ahí no queda bien, ¿es que no lo ves? -preguntó ella y Ashton rodó los ojos por décima vez.

- ¿Por qué no lo pones tú donde te dé la realísima gana?

Gavvy señaló su barriga, como si esa fuera la respuesta universal para todo. Su novio suspiró y se sentó en la cama, abatido. Ella se acercó y se sentó a su lado.

- ¿Por qué eres tan complicada?

Ella sonrió y apoyó la cabeza contra su hombro.

- Te prometí que podrías dar tu opinión, pero no te aseguré que la iba a aceptar, ¿recuerdas?

El chico recordó nostálgico aquella tarde en el bar cuando se enteró que iba a ser padre. Cómo se excusó para ir al baño y darse con agua fría para pensar con claridad (aunque no hubiese mucho que pensar ya) y cómo al volver la morena se había ido y se alarmó por si la volvía a perder. También recordó cuando subió a la habitación y encontró a los chicos mirando un folio, partiéndose de la risa. Gavvy siempre tenía que causar efecto. Y sonrió. Porque a pesar de muchas cosas, ahora estaba junto a ella formalmente a nada de formar una familia.

- Venga, tenemos que seguir, a este paso nacerá en medio de un desastre.

Ashton posó un momento sus manazas sobre la abultada barriga de Gavvy, sintiendo al bebé. En los últimos días había estado muy intranquilo, dando patadas a su madre todo el rato, como queriendo ver el mundo por sí mismo y no desde la gran barriga que cargaba Gavv. Después se levantó para continuar con su labor.

- Entonces esto allí, ¿no?

Gavvy asintió. Estuvieron colocando y moviendo muebles hasta dar con la combinación ideal. Una vez Gavv estuvo satisfecha dejó a Ashton descansar.

- Gracias -le dijo, acto seguido depositó un beso en su mejilla.

Ashton dejó que le acariciara el brazo.

- ¿Crees que va a ser feliz? -preguntó en un susurro.

- Su madre es una maníaca y su padre batería en una banda famosa, ¿qué más se puede pedir?

Ella rió ligeramente contra el hombro el chico y suspiró.

- Quiero ser una buena madre -susurró- quiero que nuestra pequeña tenga de todo y sea muy feliz.

- Lo va a ser -afirmó él, muy bajito-, tiene lo más importante: dos padres que se quieren.

Ambos entrelazaron sus labios durante un instante.

- Mi madre era un desastre -empezó a explicar ella- y decir eso se queda corto. Mi padre nos abandonó cuando yo era muy pequeña y supongo que no lo pudo soportar. Así que tuve que empezar a apañármelas sola. Ella trabajaba, sí, pero el poco tiempo que pasaba en casa estaba tan metida en sí misma que, aunque hubiera incendiado el edificio, no se hubiera enterado. Cuando era una adolescente, conoció a un chico y, simplemente, desapareció. Se iba casi todos los días a comer con él y yo sospecho de que aquel hombre no sabía de mi existencia. Cuando lo dejaron, volvimos otra vez al principio y yo decidí irme de casa en cuanto encontré trabajo. Estuve media vida amargada por la no-existencia de mi padre, la otra media por la existencia de mi padrastro y la última, con el fantasma de lo que había sido mi madre.

- Así que, el sexo descontrolado, ¿era para corregir los errores de tu madre? ¿Quieres ser madre para demostrar que no eres como tu madre?

- No, Ash, yo no quiero demostrar nada. Solo quiero ser mejor que ella, quiero darle a nuestra pequeña todo lo que yo no tuve. Puede que el sexo al principio fuese porque no creía en la expresión “hacer el amor” con alguien, por eso me daba igual quién fuese el padre, dar amor es cosa individual; pero tú cambiaste eso, quiero decir, me gusta tener sexo contigo pero a la vez sentir que nuestras almas se conocen. Es como una doble conexión. Y ahora sé que solo así puedes realmente dar la felicidad que un niño necesita.

InerciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora