Capítulo 11

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— ¿Enserio que tuviste una jodida rana? — me pregunta Nate asombrado.

Le estaba contando a Nate todos los animales que había tenido durante toda mi vida. Había tenido unos cinco peces (todos se llamaban Nemo), de los cuales, tres murieron por culpa de mi abuela. Ella no lo hizo intencionadamente, pues sin querer le echó a los tres un trocito de pan y ellos se ahogaron con éste. Y los otros dos murieron porque sí, era su hora. También tuve tres pájaros, dos se escaparon y el tercero murió. Luego, tuve un hámster y murió de muy viejecito. Y finalmente, me regalaron a mi perrito, Tobby.

Claro está, como le estaba contando a Nate, también tuve una ranita que me trajo mi tía de un lago. Pero murió dos horas después de tenerla. La tenía metida en un vaso y me metí con ella en el coche, éste frenó y la rana salió disparada. Ya os imaginaréis el final. ¡No me juzguéis! ¡Tenía siete años!

— ¡Te lo juro!

— Has tenido muchísimas mascotas. Yo solo he tenido un pájaro, y se escapó a los dos días de comprarlo — comenta Nate y río por lo que ha dicho.

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Ahora mismo estoy de camino a casa de Adam. Como ayer no pudo venir a casa, hoy iré a la suya. ¿El problema? Me ha dicho que estarán parte de su familia allí, por el cumpleaños de su hermano pequeño.

No sé si a vosotros también os pasa, pero a mí me da muchísima vergüenza estar con la familia de una persona, aunque, realmente, me da vergüenza estar con la mayoría de personas que no conozco. Así que, supongo que es algo normal.

Por fin llegué a su portal. Su edificio no está muy lejos del mío, pero la verdad es que me da mucha pereza caminar a estas horas. Llamo a su piso, 4°D. Y me abre. Subí por las escaleras, la verdad que los ascensores me dan muchísimo mal royo. Le tengo pánico a los espacios cerrados. Claustrofobia. Y al llegar, llamo al timbre.

Me abrió su hermano, lo felicité y seguidamente toda su familia se abalanzó sobre mí. Empezaron a preguntarme cosas sobre mí, y si estaba interesada en Adam. Estaba estresándome un poco, pero me cayeron todos bien.

¿Dónde mierdas está Adam? Adam, ven, por favor. Tu familia me está cuestionando demasiadas cosas.

Y por fin apareció. Y nos fuimos a su cuarto.

— Te juro que lo siento muchísimo. Aunque he de admitir, que ha sido bastante divertido verte reaccionar a las preguntas extrañas que te hacía mi familia — ríe.

— A mí no me hace ni pizca de gracia.

— ¿Has dicho pizza?

— No. He dicho pizca.

— Me acaba de apetecer una gran pizza carbonara.

— ¿Ah sí? Yo pensaba que te apetecían frases subordinadas y te he traído muchísimas para hacer.

— Eso no me gusta, profe.

— Te aguantas. Vamos allá.

Adam va genial. Va mejorando. Poco a poco, pero así es como se consiguen las cosas. Con esfuerzo.

— Ya está bien por hoy, ¿no?

— Sí, creo que si.

— ¿Como me ves?

— ¿Cómo te voy a ver? Pues con los ojos, Adam.

— Que graciosa eres. Me parto contigo — dice fingiendo una escandalosa carcajada.

— Ahora enserio. Vas bastante bien.

— ¿Estás orgullosa de mí? — me pregunta con cara de niño pequeño al que le han quitado una golosina y quiere que se la devuelvan.

— Eso ya es demasiado, eh.

— ¿Y este amor-odio de dónde viene? — ríe y yo río junto a él.

— Debería irme a mi casa. Tengo que ducharme, cenar y todo ese rollo.

— ¿Todo ese rollo?

— Ay, tú ya me entiendes. No me hagas tener que explicártelo porque sabes perfectamente que me explico súper mal.

Reímos, y un par de minutos después, me fui de su casa.
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Otro día más en éste precioso bucle en el que vivo. La verdad que estoy cansadísima de todo. De levantarme, ir al instituto, estudiar y acostarme. Es todo lo mismo. Y los fines de semana estudiando.

Just be happy :)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora