Capítulo 9

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Ya habían pasado dos semanas desde aquella noche. Adam y yo estábamos quedándonos todos los recreos en el gimnasio para practicar educación física, y los lunes, martes y jueves, viene a mi casa o yo a la suya para estudiar juntos. La verdad que estamos cogiendo bastante confianza y lo estoy conociendo tal y cómo es. Viéndolo a primera vista, parece un chico divertido y bastante amigable, cosa que es. Pero también parece un gilipollas de cuidado, cosa que no es. Se hace el gracioso de la clase y le hace pensar a la gente que es un tonto, pero no es nada de eso. Realmente es bastante inteligente y un gran chico.

Estoy entrando al instituto, llego temprano, pero hoy no voy al lugar donde quedo con mis amigas para verlas, pues tengo un examen de latín a primera y quiero repasar un poco en la puerta. Allí estaba Shawn, quien repasaba también para éste.

— ¿Te lo sabes? — me pregunta.

— La verdad es que me lo sé bastante bien. ¿Y tú? — le devuelvo la pregunta.

— Si te soy sincero, voy fatal. No he estudiado nada por la exposición que tengo hoy de inglés.

Antes de responderle nada, la profesora llega, siempre suele llegar unos minutos antes para ir colocando los exámenes en cada sitio y no tardar tanto luego. Entro y me siento en mi sitio.

El examen me había salido bastante bien. Ahora tocaba historia, pero la profesora había faltado y estábamos esperando al profesor de guardia.

— Elle, ¿te pones conmigo? — me pregunta Evelyn.

— Eh, claro.

Nos sentamos en una mesa alejada de la gente y dos segundos después, entró el profesor de guardia y todos se sentaron.

— ¿Chocolate nestle o milka? — me cuestiona mi compañera. Estábamos haciéndonos cuestiones básicas y un pelín extrañas, aunque para nosotras eran demasiado normales.

— Milka, obviamente.

Y de pronto, suena la campana. Inglés.
¡Qué alegría! Nótese la ironía.
Vaya, me ha salido una rima.

En fin, que me dirijo al aula de arriba. Al entrar agito mi mano delante de mi cara, echándome aire, ya que en esa clase hace bastante calor. Dejo la mochila en mi sitio y me dirijo a darle un abrazo a mi amiga Rebecca. Minutos más tarde, el profesor entra en clase y comienza la clase.

— Elle, ¿vamos a ir al gimnasio hoy también no? — me cuestiona Adam saliendo del aula.

— Si, ¿no? Digo. Sólo si tu quieres. Claro.

— Vamos entonces — dice riendo.

Entramos en el gimnasio, soltamos las maletas y nos ponemos manos a la obra.

— ¡Te lo juro Adam! ¡Nunca me va a salir la jodida voltereta!

— Si te pasas toda la media hora del recreo diciendo que no te sale y no lo intentas, nunca va a salirte.

— Es que no quiero hacerla. ¿Podemos ponernos con otro ejercicio? Hay muchos más.

— ¿Con qué ejercicio quieres probar?

— Pues no sé. Es que todos son peligrosos. En todos puedo partirme el cuello o la espalda. O caerme de cabeza. O lo que sea. ¡¿Esta profesora que quiere matarnos?!  — exclamo agobiada y Adam ríe.

— ¡Eres una exagerada! No es para tanto. Tú es que le sacas lo malo a todo.

— ¿Acaso esto tiene algo bueno? Sólo dices eso porque a tí te salen todos los malditos ejercicios.

— Intenta algo. Por favor, Elle. Estás haciendo mucho por mi y estás logrando que apruebe, pero yo no estoy logrando nada.

— Lo siento. Veamos a ver que puedo intentar.

Al final intentamos bastantes cosas, y ya me salen algunos ejercicios. Después de que tocara, fuimos a clase, pero como no habíamos desayunado, la profesora nos dejó quedarnos fuera para comer nuestro desayuno.

— ¿Ves que no era tan complicado?

— Ya, es que soy un poquillo cerrada de mente y no confío en que me salgan las cosas.

— ¿Sólo un poquillo? — me pregunta riendo.

— Shht.

— A mí no me mandes a callar, eh.

— ¿Qué no? — le desafío.

— Venga a comer.

Después de una gran tortura de día, y de una gran tortura de clase de educación física, nos vamos a casa. Hoy Adam venía a mi casa sobre las 17:30, para estudiar.

Después de comer, me puse a hacer los deberes y a estudiar un poco, pero me cuesta concentrarme mucho últimamente, no sé porqué.

— ¡Elle! ¡Adam ya está aquí! — exclama mi madre.

Salgo de mi cuarto y voy hacia el salón, donde está Adam hablando con mi madre.

— Que bueno es este chico, ¿a que sí hija?

— Eso habría que discutirlo — dije riendo.

— ¡Oye! — dice Adam, fingiendo estar ofendido.

— Bueno, vamos a mi cuarto.

Así que fuimos a mi cuarto. Estuvimos estudiando matemáticas y lengua, la verdad que Adam va bastante bien en comparación con como iba antes.

— ¿Podemos parar un rato? Estoy mareado de tantos sintagmas.

— Vale. ¿Qué quieres hacer?

— No sé.

— Pues así vamos bien, Adam.

— ¿Te sientes bien?

— Eh, supongo.

— Digo, siempre te veo perdida, pensando en tus cosas y adentrada en tu mundo. Leyendo tus libros y escribiendo tus historias. ¿Por qué?

— Pues no lo sé. Simplemente me gusta, y no me gusta relacionarme con las demás personas por miedo de lo que puedan pensar sobre mí. Me da miedo de mostrarme tal y como soy a otras personas por si no les gusta mi manera de ser o de pensar.

— Eso no tiene que importarte nada, Elle. Sólo debe importarte la opinión de las personas que son importantes en tu vida, que lo que piensen los demás te de exactamente igual. Sólo debes pensar que tú eres increíble a tu manera y que nada debe hacer que cambies. Simplemente tienes que ser como eres con tu familia o tus mejores amigas. ¿O no eres tú con tus amigas?

— Sí, soy yo. Pero no al cien por cien. Creo que hay algo que se llama privacidad y que es algo muy valioso que todos debemos tener. Y ese tanto por ciento que no mostramos, ese secreto que tenemos con nosotros mismos sobre nosotros, es lo que no nos hace ser tan transparentes.

— Pues yo creo que soy yo, así, como parezco a primera vista. Yo soy un libro abierto.

— Oh, no no. Para nada, Adam. Tu a primera vista, con perdón, pareces un capullo al que se le dan mal los estudios y que no se preocupa por nada. Y estoy descubriendo que eso no es así. Te preocupas por tu familia y amigos, y eres bastante listo. Creo que te infravaloras.

— Mira quien fue a hablar — me dice riendo levemente.

— ¿Te puedo decir algo?

— Dime.

— Me alegra mucho tener a alguien con la que pueda hablar sin miedo de estos temas. Gracias, Adam.

— A mí también me alegra. De nada, Elle.

Y seguidamente, nos fundimos en un cálido y largo abrazo.

Just be happy :)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora