4: Un buen despertar.

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«Blanco. Todo ése lugar era blanco. Lo único distinto era yo, aún estaba con la ropa de la noche anterior.

De la nada, apareció esa chica. Su largo cabello se movía con el viento, el vestido blanco hermoso hacía juego con sus joyas doradas que tenía en el pecho.

Era la chica que ví antes en la colina del árbol.

—Veo que conociste a todos —me dijo, su voz era cálida—.

Asentí, involuntariamente.

—Espero que te guste estar aquí, (tú nombre) —se acercó a mí, entregándome uno de los collares dorados, poniéndolo en mi cuello—, consérvalo, te protegerá.

Una ráfaga de pétalos rosa apareció, dando vueltas a mi alrededor, el viento me levantó en el aire. Por alguna razón estaba tranquila.

—Te veo luego —me dijo, la ví alejándose y desapareció.

Después de eso, los pétalos taparon mi cara, disminuyendo la visibilidad, haciéndome ver todo negro.»

Empezaste a despertar de apoco, algo picaba tu mejilla, pestañaste varias veces para descubrir que era. Al abrir los ojos completamente y tener la vista clara, te topaste con una cara conocida.

Buongiorno, principessa —dijo sonriendo inocentemente—.

Estabas tratando de asimilar las cosas, luego te diste cuenta.

—¡D-D-Dios! ¡Feliciano! ¿¡Qué haces en mi cama!? —te hiciste hacia atrás inconscientemente, pegándote con algo en la espalda—.

—¡Hey! ¡Ten cuidado, idiota! —miraste hacia atrás, era el hermano mayor de Feliciano—.

—¿Lovino? —pestañaste. Tu cara comenzaba a tornarse roja, retrocediste hasta los pies de la cama mientras tapabas tu cuerpo con unas sábanas—, ¡¿Qué les pasa?! ¡¿No saben lo que es el espacio personal?! —dijiste alterada—.

—Tranquila, principessa —dijo el menor de los hermanos—, sólo queríamos dormir a tú lado.

—TÚ querías, sólo t-te acompañé por que tenías miedo al oscuro pasillo —carcó el ojiverde, algo nervioso y con un leve sonrojo en sus pómulos—.

—Pero fue extraño que quisieras dormir también con (tú nombre), fratello —alzó su dedo índice Feliciano algo inocente—, normalmente, cuando quería dormir con Ludwig siempre me dejabas en la puerta y te ibas.

Los nervios estaban comiendo al mayor de los Vargas, empezó a buscar una excusa para tapar su verdadera intención. Feliciano sólo reía tontamente por las reacciones de su hermano.

Bajaste de la cama, te dirigiste hacia los ventanales-paredes para observar la mañana.

Las plantas tenían un poco de rocío, los pájaros cantaban una hermosa melodía y el sol pintaba una hermosa escena.

—Dios, ayer estaba tan cansada que se me olvidó cerrar las cortinas —dijsite para ti—.

Giraste para ver a los hermanos, aún hablaban sobre algún motivo que no entendías, no manejabas muy bien el italiano. Recordaste que debías bañarte, así que te dirigiste a ellos y lea pediste amablemente:

—Chicos... ¿podrían irse? —pusiste tus manos en tus codos—, porfavor.

—¿Eh~? ¿Por qué? —se quejó el ojimiel—.

—Cómo si quisieramos irnos, bella ragazza —dijo pícaramente Lovino—.

—Necesito bañarme —levantaste los brazos, pero hablándoles con calma—.

Golden Paradise (HetaliaXLectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora