9: I Love My Friends

490 69 7
                                    


Nathaniel


Papás me estaban aplaudiendo cuando recibí mi diploma de graduación, sonriendo como si fuéramos una familia amorosa, unos padres orgullosos de sus hijos. Hipócritas.

Solté un bufido cuando bajé del escenario, sentándome en el asiento de siempre, pensando en lo poco que quedaba para acabar con toda esta farsa. Dentro de una semana, me iba a marchar para siempre de mi casa, iba a abandonar toda la vida que conocía hasta el momento, y no podía estar más feliz por ello. Mamá creía que mi "capricho" por los hombres había desaparecido, hablando entusiasmada sobre presentarme a la hija de uno de los miles de socios que tenía, y lo único en lo que podía pensar yo era en la cara que iba a poner cuando llegara a casa y leyera la nota que pensaba dejarles.

Cuando la ceremonia terminó, me puse de pie mientras todos mis compañeros comenzaron a abrazarse y decir que se extrañarían, que debían permanecer juntos por siempre, y solté una risa sarcástica por eso. Sí, claro, lo primero que harían al entrar a la universidad sería olvidarse de todo el mundo.

A lo lejos, vi a Kentin abrazando a Debrah. Sus papás no estaban, lo que no me extrañaba, pero detrás de ellos, estaba Castiel de pie con una mirada aburrida.

Nuestras miradas se encontraron, me guiñó un ojo con una media sonrisa, y le respondí sacándole la lengua.

Pensaba caminar hacia mis papás, pero entonces alguien me detuvo, agarrándome del brazo.

Al girarme, me encontré con la triste mirada de Melody.

Desde mi cumpleaños que no hablaba con ella, y a pesar de que echaba de menos su compañía, no podía perdonarle el que me hubiera traicionado de esa forma. Lo que hizo fue una traición enorme hacia mi confianza, hacia mis principios de amistad, y su mirada de cachorro abandonado no iba a hacerme cambiar nunca de opinión.

—Nath —dijo haciendo una mueca al notar mi mirada indiferente—, por favor, ¿podemos hablar? Echo de menos a mi mejor amigo.

—Haberlo pensado antes de hacer lo que hiciste— repliqué para luego suspirar—. Tienes cinco minutos.

Melody soltó mi brazo, mordiendo su labio inferior un momento.

—Lamento haberte acusado con tu mamá —dijo de forma honesta—, es sólo que... Nath, ¿no ves que ese chico no te hace bien? Si querías una buena follada está bien, no hay problema con ello, pero... pero enamorarte de alguien como él, eso es peligroso -dio un paso, indecisa-. Estoy preocupada por ti porque eres mi mejor amigo y no quiero que algo malo te pase. No quiero que pasen cinco años y luego mires atrás y te arrepientas de todo.

Fruncí el ceño, disgustado ante sus palabras, para luego negar con la cabeza.

—Soy consciente de mis decisiones, Melody -le dije cruzándome de brazos-, y créeme, jamás podría arrepentirme de estar con un chico como Castiel.

No, Castiel. Más adelante, me arrepentí de muchas cosas, pero jamás me arrepentiré de haber estado contigo. A pesar de todo el daño, te amé como nunca amé a nadie, y sé que tú sentías lo mismo por mí.

—Melody, déjalo como está, ¿bien? -le acaricie el cabello de forma amistosa para luego sonreír tristemente-. No voy a poderte perdonar nunca lo que hiciste, pero sigues siendo alguien demasiado importante para mí, no tengas dudas de eso. Quizás, más adelante, podremos hablar con más calma. Ahora todavía sigo herido -me giré, viendo a mis padres esperándome-. Debo irme, ¿vale? Cuídate mucho.

Melody parecía querer decir algo más, sin embargo, se limitó a asentir con expresión triste, y me dirigí hacia mi familia. Iríamos a cenar algo esa noche, y, además, esperaba que me dieran un regalo que terminaría vendiendo para así tener más dinero.

Así como estaba vendiendo el auto que papá me compró para mi cumpleaños diecisiete, sin que ellos lo supieran, claro.

Sólo una semana y podría mandar a todo el mundo a la mierda.

Y la semana pasó más rápido de lo que realmente esperaba.

Conseguí a un comprador del auto. Lo entregaría el lunes en la tarde, el mismo día que me iría. Papá y mamá tenían que trabajar, además, me había contado semanas atrás que debían ir también a una cena importante, por lo que estarían en casa cerca de medianoche. Era perfecto para mí, así que me limité a sonreír como si nada.

También había vendido el reloj rolex que me regalaron, sacando buen dinero de ello.

Amber, mi hermana mayor que parecía más preocupada de su novio y de ir a comprar tampoco estaría, ya que se había ido de viaje con unas amigas, por lo que la casa estaría prácticamente sin nadie.

Así que, cuando llegó el ansiado día, y mis papás apenas se fueron, guardé toda mi ropa en una maleta junto con lo que consideré que me sería útil. Castiel llegaría dentro de una hora más a buscarme, por lo que tenía que estar listo para todo.

Escribí una nota rápida para mis padres, donde les explicaba que no pensaba estudiar en la universidad, que había conocido a alguien más y que, por favor, no me buscaran más, que yo no iba a volver a sus vidas, para luego dejarla en el velador de mamá.

Luego, tranquilamente, me marché de casa. Sin embargo, no dejé la llave, no sabía por qué.

Fui a la cochera, guardando las cosas en mi auto, y en ese momento, Castiel llegó. Lo supe cuando unas manos me abrazaron por la cintura y unos labios besaron mi cuello de forma posesiva.

Solté una carcajada, volteándome y besándolo de golpe, sin poder dejar de sonreír.

-¿Listo, príncipe? —murmuró al alejarse.

—Para ti, siempre estaré listo —le dije cerrando el maletero.

Segundos después, íbamos conduciendo por la calle, dejando la casa de mis padres atrás.
El peso que solía oprimirme todos los días al verme atado a un hogar donde no había calidez, donde sólo la frialdad rondaba, el peso que me atormentaba por ser infeliz, saberlo y no poder hacer nada, desapareció de golpe. A pesar de que sabía que no era la mejor forma, me sentía feliz, lleno, pleno, y la sonrisa en mi rostro no dejaba de desaparecer. Por fin, luego de dieciocho años viviendo una mentira, una farsa, estaba conociendo lo que era la verdadera libertad.

Y estaba impaciente por vivirla completamente, con Castiel a mi lado.

Una hora después Castiel se detuvo fuera del remolque, ahora arreglado, y lo besé, totalmente contento. Bajamos mis cosas para después volver al centro, vendiendo ya definitivamente el auto, y subimos a su camioneta pasando al supermercado, comprando algunas cosas para la cena. Volvimos a nuestro nuevo hogar, y al bajarme, Castiel me tomó en brazos, al estilo novia, así que me agarré a su cuello.

—Ahora que eres mi esposa... —comenzó a decir avanzando hacia la puerta.

—Castiel, soy un chico —me quejé entre risas.

—Shhh, no arruines el momento, Nath —regañó abriendo la puerta de una patada-, tenemos que estrenar nuestro nuevo hogar.

Iba a decir algo, pero Castiel, torpe como siempre, pasó a golpear mi cabeza contra el marco de la puerta y le chillé que era un idiota. Por supuesto, me calló con un beso, y minutos después estaba gritándole a todo el mundo que la lengua de Castiel Leunam era el paraíso mismo.

Mamá me llamó al día siguiente, pero no contesté, sólo bloqueé su número junto con el de papá, Amber y Melody. No necesitaba saber más de ellos.

Y mi pequeña vida en el paraíso comenzó.

No duró más de cinco meses, pero aun así, fueron los mejores cinco meses de mi vida, y jamás iba a poder olvidarlos a pesar de todo.

Born To Die || Casthaniel. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora